Esta semana un amigo psiquiatra en Médicos Sin Fronteras apuntaba que la depresión es tal vez el problema más serio de la actualidad. Tan serio, que afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo. Tan serio, que es considerado la primera causa mundial de discapacidad. Tan serio, que cada año se suicidan más de 700.000 personas.
Y lo que parece más preocupante es que la depresión esté rodeada de estigmas que entorpecen la búsqueda de ayuda. Estigmas que obstaculizan un diagnóstico precoz, esencial para disminuir factores de riesgo como los intentos de suicidio sobre todo en los adolescentes. En otras palabras: que hay tratamientos eficaces para la depresión, pero no llegan a tiempo a todo el que los necesita. De hecho, no es fácil atender a una alerta temprana en la adolescencia porque la depresión acostumbra a confundirse con procesos propios de la edad.
Al respecto, el doctor Jordi Royo, director clínico de Amalgama7, entidad especializada en la salud emocional de jóvenes y adolescentes, explica a El Faro que "la adolescencia es esa compleja etapa en la que se producen cambios en el cuerpo, en la voz, en el cerebro. Esto inevitablemente afecta la forma de crecer, de comportarse, de aprender y de adaptarse al mundo, y tiene como consecuencia la inestabilidad emocional constante".
Durante esta etapa, afirma el también vicepresidente del Clúster de Salud Mental de Cataluña, "se presentan situaciones totalmente desconocidas que revierten en los comportamientos que suelen tener" los adolescentes, sin embargo, "hay factores que pueden indicar que no está superando esta etapa de una forma psicológicamente adecuada".
Según el cofundador de la Sociedad Española para la Prevención de la Violencia Filioparental, "en grado menor o mayor existen unos síntomas que dan las pistas para saber si un adolescente está atravesando un episodio de depresión". Si bien en muchas ocasiones la depresión "se confunde con episodios esporádicos y limitados de tristeza", es "una enfermedad que interfiere en la capacidad para realizar sus actividades diarias".
Por tanto, recalca el experto, "ante la mínima sospecha de que el adolescente puede estar bajo un cuadro de depresión es importante visitar al especialista para evitar que la enfermedad vaya en aumento". Con esta máxima, Royo responde a las preguntas de El Faro.
¿Cuáles son las principales causas de la depresión en adolescentes?
Cuando hablamos de trastorno depresivo, deberíamos distinguir los estados temporales de tristeza que todos los seres humanos experimentamos en muchas ocasiones, generalmente asociadas a una situación adversa (como un examen suspendido o la derrota de nuestro equipo deportivo favorito), de las alteraciones del estado de ánimo que se presentan de una forma grave y/o recurrente y que pueden ir acompañadas de cambios somáticos y cognitivos, llegando a afectar significativamente la propia capacidad funcional, o el rendimiento escolar, extraescolar, laboral, familiar, social, el apetito, los ritmos de sueño, las relaciones sociales.
"Podemos hablar de depresión cuando en un periodo de tiempo (mínimo de dos semanas) se manifiesta un estado de ánimo alterado, que puede ir acompañado de ansiedad, así como de una pérdida de interés o de capacidad para experimentar bienestar. La depresión está considerada uno de los mayores problemas de salud debido al alto grado de discapacidad que genera. Aproximadamente un tercio de los casos de depresión que se diagnostican en adultos se iniciaron antes de los 18 años.
"Las principales causas, o factores de riesgo asociados a la depresión son diversos. Podríamos distinguir entre los biológicos (genéticos o hereditarios), los adquiridos (bulling, ciberbulling, consumo de drogas, trastornos de alimentación, abuso de nuevas tecnologías) o los de origen familiar (abandono, maltrato, abuso). En adolescentes y jóvenes son también muy relevantes los que se desarrollan por "contagio", es decir, los síntomas depresivos en amigos (o youtubers, o influencers), que pueden favorecer el aprendizaje o la adopción de una sintomatología parecida. En este sentido, la depresión no sería exclusivamente el resultado de procesos bioquímicos individuales, sino de un conjunto de elementos ambientales que pueden convertirse en factores de riesgo y acarrear estados emocionales reiterados de tristeza, sentimiento de culpa y pérdida de interés en la realización de actividades".
-¿Hasta qué punto sus índices han empeorado durante la pandemia, especialmente para adolescentes?
-En Amalgama7, junto con la Fundación Portal, que son instituciones especializadas en la salud emocional de adolescentes, jóvenes y sus familias, hemos llevado a cabo un estudio relacionado con el tiempo de confinamiento ocasionado por el covid-19 (de 14 de marzo a 20 de junio del 2020). Se le preguntó a 1.500 madres y padres, de todas las comunidades autónomas españolas, con hijos de entre 14 y 18 años.
"Se comparó la frecuencia de respuestas obtenidas entre el tiempo previo, durante y posterior al confinamiento hasta la actualidad. Se preguntó sobre la no colaboración en las tareas domésticas por parte de los hijos, la no realización de las tareas escolares, las malas contestaciones, los insultos, las agresiones físicas hacia los padres/madres, los malos hábitos alimentarios, y el consumo de tabaco, de alcohol y de derivados del cannabis. Se preguntó también en relación con las situaciones de 'aislamiento' (el confinamiento del confinamiento de los hijos en la propia habitación).
"La percepción de las madres y los padres entrevistados es que el 49,4% de sus hijos tenían la tendencia a abusar del tiempo de aislamiento en su habitación previo al confinamiento. Esta conducta aumentó hasta un 79,3% durante el confinamiento, y en la actualidad se sitúa en un 62,4%. Sólo un 8,3% de las madres/los padres entrevistados, consideraban que, en caso de un nuevo confinamiento, el clima familiar mejoraría. Estos datos aportan que la salud familiar ha empeorado en la mayoría de las familias españolas y en especial en los hijos de entre 14 y 18 años".
-¿Qué puede hacer la familia para evitar la depresión o contrarrestarla?
-Esencialmente, estar muy atentos a la intensidad de los cambios. A modo de ejemplo, que un chico/a adolescente exprese, ocasionalmente, sentimientos de baja autoestima, de malestar físico, de dificultades adaptativas en el entorno de los adultos; deberá ser aceptado, en su conjunto, como rasgos propios de la transformación biopsicosocial que supone el paso de la niñez a la adolescencia. Por el contrario, cuando estos factores, conductas o estados anímicos no se produzcan ocasionalmente, sino de una forma más continuada y a la vez generen algún deterioro en el entorno vital del adolescente, deberemos entenderlos como signos, síntomas o demandas de ayuda.
-¿Hasta dónde a veces la propia familia le da la espalda o no atiende como debe la depresión, tal vez por creerla un mal "menor"?
-En Amalgama7 hemos atendido más de 7.000 adolescentes y jóvenes desde 1997 hasta la actualidad. El promedio de tiempo, por parte de los padres, en solicitar ayuda especializada, es de 15 meses. Es decir, sus hijos/as llevan más de dos años expresándose por medio de conductas disruptivas a causa de un trastorno, en muchos casos, de origen emocional. Es muy humana la tendencia a pensar que estos estados "introspectivos", "solitarios", de "aislamiento" son consecuencia de la propia adolescencia, y, por lo tanto, pasajeros. En todo caso, cuando persisten en el tiempo o son recurrentes, no se debería tardar en solicitar ayuda especializada. La OMS nos informa que el 70% de los trastornos mentales detectados en adultos se han originado en los periodos de niñez y adolescencia.
-¿Qué puede hacerse como sociedad para disminuir estos índices?
-En principio tomar conciencia de que los trastornos de salud mental son una realidad muy diseminada y, por lo tanto, afectan a la salud pública. Todos los seres humanos somos vulnerables a la enfermedad, también a la enfermedad mental. Además, existe una relación significativa entre ambientes pobres e inestables con la delincuencia, las conductas antisociales, las experiencias sexuales tempranas, el consumo de drogas, los abusos y los chantajes emocionales, la impulsividad, la falta de autocontrol, los trastornos del estado de ánimo. En este sentido, un mundo socialmente más justo mejoraría enormemente, los trastornos de salud mental.
"Por otro lado, un concepto erróneo de libre albedrío puede acarrear varias consecuencias. Primero, que no se reconozcan las enfermedades mentales como enfermedades. Generalmente se tiende a confundir estas enfermedades con debilidades morales. En este sentido, los enfermos y las familias no buscarán ayuda si no saben que lo que les pasa es una enfermedad.
Segundo, puede aumentar también el estigma asociado a la enfermedad mental. Por ejemplo: 'los obesos son vagos y perezosos'. Por último, socialmente se tiende a que el enfermo aumente un sentimiento de culpa y pueda llegar a sentir vergüenza de su trastorno mental. Parte de la sociedad niega aún que la depresión, la autolesión, un intento de suicidio, o en general un trastorno mental, sea una enfermedad real. Una sociedad avanzada debería favorecer no solo la información, la sensibilidad y la conciencia social en relación con la enfermedad mental, sino también el presupuesto destinado a la prevención, a los recursos asistenciales y, en especial, a la reinserción sociolaboral".