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Decenas de personas acudieron ayer al concierto callejero de New Orleans Jump Band en la plaza Pedro de Estopiñán
Ayer, el mundo hablaba de jazz. Si este periódico hacía mención a las viejas estrellas del género (a saber Louis Armstrong, Charlie Parker o Miles Davis) al narrar los primeros actos de las XXI Jornadas de Jazz Juan Claudio Cifuentes, sobre las 19:30 horas los medios internacionales se hacían eco de la pérdida del norteamericano Al Jarreau, otro de los grandes que merecían forman parte de esa lista.
Si por algo se caracterizó su carrera musical fue por la combinación de estilos. En su discografía, ahora perpetua, el género convive con total armonía con corrientes musicales más modernas como el pop o el ‘rhythm and blues’ .
Es de suponer, así pues, que Jarreau apoyaría el espectáculo que, un día más, ofreció la New Orleans Jump Band, un grupo formado por intérpretes de Italia, España, el Reino Unido, Suecia u Holanda. Si el sábado la banda divirtió a propios y ajenos en Menéndez Pelayo, Melilla La Vieja se impregnó ayer de los aires renovadores que proclaman musicalmente sus cinco componentes y se contagió del espíritu fresco y joven del jazz.
Al género, como al buen vino, le sientan bien los años. No extraña pues que los artistas contemporáneos sean capaces de revivir y traer al presente las melodías del saxofón y la trompeta cuando, paradójicamente, pierden a sus grandes maestros. Al Jarreau no estuvo entre las decenas de personas que se dieron cita en la plaza Pedro de Estopiñán, pero habría disfrutado con total de certeza de un tipo de show que él gestó y reivindicó.