Ajena a uno de los momentos que marcaría para siempre su futuro, se encontraba la pequeña Suad, cuya edad no superaría los 4 años. Ella forma parte del grupo de 11 niños que llegaron ayer con sus madres en patera a las Islas Chafarinas. Arribaron a Melilla con frío, exhaustos y mareados, pero llegaron. La suerte estuvo de parte de Suad y del resto de sus compañeros de embarcación. Otros muchos, sin embargo, nunca pudieron llegar a contarlo. Según Médicos Sin Fronteras, más de 2.000 almas se han ahogado en el Mediterráneo en lo que va de año mientras arriesgaban todo por una vida mejor.
Una jornada de victoria
Aunque demasiado cansadas para poder gritarlo, ayer fue una jornada de ‘boza’ (victoria) para estas mujeres y sus pequeños. También lo fue para quienes ahora son sus nuevos compañeros en el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes). Y es que ellos conocen mejor que nadie las miserias de un periplo tan largo como peligroso y sufrido, cuyo punto de partida comienza en el desierto del Sahel y termina tras lograr cruzar el mar Mediterráneo o saltar el perímetro fronterizo de Melilla y Ceuta.
Según pudo conocer El Faro, los subsaharianos residentes en el CETI rompieron a vítores y gritos al enterarse, a través de sus dispositivos móviles, de que estaba llegando a Melilla un buque de Salvamento Marítimo con una treintena de personas a bordo. La alegría inundó, por un momento, las instalaciones que dan cobijo a centenares de personas que aguardan, esperanzadas, a que su solicitud de asilo se resuelva de forma favorable para que, finalmente, sus nombres y apellidos resuenen en el altavoz del patio anunciando su ansiada salida a la península.
Dadas las características del caso, a estas mujeres y a sus pequeños no se les ha aplicado el acuerdo de readmisión de 1992 entre España y Marruecos, a través del cual se procede a la expulsión inmediata de todos aquellos varones mayores de edad que lleguen a islas y peñones españoles en el norte de África.
