La posibilidad de la apertura o no de la frontera con Marruecos es una de las mayores preocupaciones que existe en nuestra ciudad en estos momentos. Es más que normal por parte del empresariado melillense porque son muchos años o mejor dicho muchos decenios de dependencia del otro lado de la frontera. En este punto no se es comparable con la hermana ciudad de Ceuta porque allí nunca ha existido la aduana comercial a diferencia de nuestra ciudad. La actividad no es comparable. Es imposible. Contar con una aduana comercial significó, desde luego, una avance importante que también supuso que la mirada de nuestra ciudad fuera más hacia Marruecos que de cara a la península.
De todas maneras, también es bueno advertir que esa aduana que se volverá a abrir tras la decisión que tomen los dos países cuando la pandemia sea algo menos fuerte que en la actualidad, no se parecerá nada a la anterior, porque todos recordaremos que en los últimos se produjo una continuidad de decisiones que buscaban el estrangulamiento económico de Melilla. Y todo ello sin dar explicaciones las autoridades marroquíes, a pesar de esas relaciones de buena vecindad de las que presumen los políticos, sobre todos los nacionales.
No hace falta irse muy lejos para acordarse como un buen día se decidió que se cerraba la aduana comercial. La misma que funcionaba, sin ningún tipo de problemas, desde la independencia de Marruecos en el año 1956. Tampoco nos podemos olvidar de esos camiones que un buen día se quedaron entre una frontera y la otra y se tardaron varias semanas en dar el permiso oportuno, para que esos vehículos pudieran regresar a territorio español. Sin dejar de lado, que desde el pasado mes de septiembre la presión sobre el comercio transfronterizo fue en aumento para lograr, en todo lo posible, el estrangulamiento económico de la ciudad.
Que nadie se llame a engaño. Cuando la aduana pueda volver a abrirse y el paso de realice, nada será igual. El comercio transfronterizo habrá pasado a mejor vida y la entrada y salida de ciudadanos marroquíes no será lo mismo, como tampoco la entrada de españoles hacia el otro lado. Nos tendremos que acostumbrar a vivir de otra manera esas relaciones bilaterales.
El otro día, el periodista Ignacio Cembreros, escribió un artículo donde decía que las autoridades ceutíes y melillenses deberían pasar incluso por encima de las autoridades estatales y exigir a la Unión Europea que intervenga en las relaciones con Marruecos porque no se podía permitir que unos ciudadanos de la Unión recibieran ese trato por parte de un país que goza de especial trato por parte de Bruselas. Lo cierto, es que Cembreros deberá tener un optimismo desmesurado porque quienes lo padecemos desde el mismo terreno sabemos que la UE nunca sacará la cara por defender a los ciento sesenta mil habitantes de Melilla y Ceuta para enfrentarse a las autoridades marroquíes. No lo han hecho nunca y no lo van a hacer ahora.
Y es que las explicaciones son muy claras: Melilla y Ceuta, como parte de España, llevan treinta y cinco años formando parte de la UE y resulta que esas fronteras sur en territorio africano nunca han contado con la ayuda de Bruselas. Son problemas a los que se prefiere dejar aparte mientras no haya circunstancias adversas y cuando las circunstancias se vuelven dolorosas se deja a España la defensa y ya sabemos cómo no se las gasta nuestro país, esté quien esté en el gobierno.
De verdad, la frontera abierta o cerrada entiendo que de un tiempo en adelante nada más que repercutirá en las relaciones familiares de melillenses que tengan parientes al otro lado y viceversa. De lo demás, ni nos acordaremos.