Verás, Curro, que estuve colgado al teléfono, como antes se decía, desde que la vira dorada de marzo último nos indicaba que vendría pronto Jesús Nazareno, el Dios del Gran Poder, de la noche más cenital de nuestras vidas.
Estuve esperando la llamada, llamada que ya no puede ser, porque antes se adelantó Él, médico de bata morada, para recibirte con tu alma blanca por todos lados.
Era de verte, Curro, con ‘tus niños’ de la peña, con tu pasión por ellos y por Melilla, con tu conciencia entera de guardia civil, con tu señorío desprovisto de tanta gomina impostada, libre de artificios, cara a la verdad de la cosas y de la vida, desde los tiempos de los años del plomo, allí en aquel Norte que lloraba en silencio y echaba de su suelo a los mejores. Norte en el que aprendiste a besar el cuerpo lacerado de España, que quizás no merezca el sacrificio de tantos de los tuyos, de los nuestros, de todos...
Algo barruntaba cuando los días pasaban y yo, sabedor de que estabas malito, tenía la esperanza de que la Paz del Señor del Gran Poder que nos deseábamos cada mañana, se hiciera paz y salud en cada día.
No pudo ser, porque Él te quería a su lado para que le contaras con detalle los mil y un trabajos que hacías cada día para que el fútbol fuera todo blanco como tu alma y como tu equipo, con el que hacías bandera, afición y consigna.
Tu señorío, ¡tan blanco!, hacía que cada vez que el Glorioso ganaba, sonara mi teléfono y ya tu ronca voz de viejo aficionado me adelantara el “musho Beti, musho Beti”, que ahora sustituye al “manque pierda” de los viejos béticos que fuimos con nuestros padres a Utrera, en aquella ‘marcha verde’ que ya se hizo célebre desde aquel partido del que huimos del foso ignominioso de la Tercera.
Curro, comprendo que la llamada no sonara y que atendieras al Que es Poder, Gloria, Dios vivo, que te llamaba a su lado. Estas viendo, en los verdes campos del Edén, como, decía en sus sermones el muy bético padre Sarmiento, al que Todo lo puede. Tu que tienes tantas influencias, las influencias de los limpios de corazón, dile que no deje a Melilla y que haga algo por España, Él que lo puede todo y que es camino, verdad y vida, y le hace caso a los que son como tu.
Cuando yo reciba la llamada ya sé que será de tu parte para que me sigas contando esos planes para tu ‘Peña’. Descansa en paz, en la paz de los hijos de Dios, y de los que son, como, tú los mejores hijos.