‘Vivir en Melilla’, de El Faro, se ocupó hace meses de un problema más que serio: el estado de deterioro, acaso ruina, de la Casa de los Cristales, uno de los máximos exponentes arquitectónicos de la ciudad que se venía, prácticamente, abajo para pérdida acusada del patrimonio modernista de la ciudad y, por otro lado, preocupación de sus moradores, bien vecinos, bien comerciantes.
Las cosas han cambiado para bien aparentemente.
El edificio, víctima de unos recientes desprendimientos registrados hace un par de semanas, ya no podía más. Acudieron los bomberos, taparon grietas, retiraron escombros históricos y ¿punto y final?. No, punto de arranque porque la multipropiedad del inmueble y las autoridades decidieron que esa casa tenía que recobrar el esplendor perdido a lo largo de años de olvido. Una constructora melillense, Noráfrica, ha desplegado medios suficientes como para contornear todo el edificio y afanarse en una tarea nada fácil, meticulosa y larga en el tiempo.
Dos objetivos: garantizar la estabilidad de la joya arquitectónica y dotarla de la utilidad social que tuvo en pasadas décadas. Desconocemos los términos del acuerdo y quién ha puesto más en la gran obra que llevan a cabo los hombres de Willy Remartínez. Da igual, lo importante es que cuadrillas de trabajadores se empeñan desde primera hora de la mañana hasta casi el crepúsculo para recuperar ese tesoro modernista.
Y bien que lo merece porque, pongamos un ejemplo: el estado de los pisos segundo y tercero por el acceso de Arturo Reyes es más que preocupante y, en general el aspecto de la gran casa es lamentable. No sabemos si la influencia del medio de comunicación referido o la lógica preocupación de propietarios e instituciones han tenido que ver en la obra pero estamos seguros que el modernismo de Melilla está de enhorabuena.