Tras largos meses de arduas fluctuaciones y un año de validez, la Federación de Rusia ha optado por poner el punto y final al acuerdo de exportación de cereales ucranianos a través del Mar Negro alcanzado en Estambul el 22/VII/2022, con la mediación de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la República de Turquía. Sin duda, la interposición diplomática más exitosa desde el inicio de la invasión de Ucrania.
Obviamente, esta determinación amenaza gravemente a la seguridad alimentaria del mundo. Sin inmiscuir, que el fin del acuerdo sobre cereales es un varapalo para la economía ucraniana y puede producir un incremento de los precios en el mercado, lo que a su vez, afectará a los países más necesitados. Con lo cual, de facto, los acuerdos del Mar Negro ya no son efectivos.
Recuérdese al respecto, que Rusia advirtió con no prolongar el acuerdo de exportación de grano ucraniano y así lo ha hecho. El Kremlin ha informado que no reanudará el pacto, según su portavoz Dmitri Peskov (1967-55 años), porque no se plasman las condiciones del Gobierno de Vladímir Putin (1952-70 años) y ha desligado la medida de la acometida contra el puente de Crimea, que aúna Rusia con la península ocupada por el estrecho de Kerch. Esta iniciativa negociada sobrepasa los 30 millones de toneladas: o séase, 36,2 millones desde el pasado mes de agosto de 2022, más de la mitad a estados en desarrollo. Por aquel entonces, la negociación se trazó para apuntalar en plena irrupción rusa el envío de grano del que penden millones de individuos. Además, avalaba que los barcos no serían atacados tanto al entrar como al salir de los puertos ucranianos.
Si bien, desde la fecha anteriormente mencionada se ha otorgado la exportación de decenas de millones de toneladas métricas de grano, la adaptación del pacto ha sufrido numerosos infortunios.
El secretario general de la ONU, António Manuel de Oliveira Guterres (1949-74 años), ha expresado que siente “profundamente” la decisión rusa que “supondrá un duro golpe para las personas necesitadas de todo el mundo. En esta última instancia, la participación en estos acuerdos es una elección. Pero la gente que tiene dificultades en todas partes y los países en desarrollo no tienen elección”.
Es sabido que en las últimas jornadas se han materializado diversas comunicaciones contra reloj y Guterres no ha titubeado en remitir una carta al presidente ruso con una oferta para conservar la denominada ‘Iniciativa de Granos del Mar Negro’. El propósito de tal proposición, era descartar “los obstáculos que afectan a las transacciones financieras” por medio del Banco Agrícola Ruso, “una de las principales preocupaciones expresadas” por Rusia, y al mismo tiempo, dejar que se mantuviera la salida de grano ucraniano a través del Mar Negro.
Si como inicialmente he expuesto el acuerdo se había cerrado bajo el arbitraje de la ONU y Turquía que lo consideró como un “éxito diplomático”, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan (1954-69 años), sostuvo que aguardaba que su homólogo ruso accediera a ampliar el acuerdo. Tras el presagio del Kremlin, el líder turco ha asegurado que a pesar de la retractación de Rusia, confía que Putin “quiere que este puente humanitario continúe”. Según la agencia de prensa Anadolu, Erdogan ha expresado que el ministro de asuntos exteriores turco y su homólogo ruso cambiarán impresiones, reiterando su confianza de que persista “sin interrupción”.
“De esta manera tan característica, queda en agua de borrajas el único acuerdo que Ucrania y Rusia conservaban vigente, aunque se mantuviese presto a eclipsarse: el pacto del grano”
Algunas fuentes comunitarias contemplan que la nota del Kremlin no cierra ni mucho menos la rendija al curso del acuerdo e indican que desde la Unión Europea (UE) están examinando el recado de Moscú.
Entre tanto, el Ministerio de Exteriores ruso ha concretado en un comunicado que Moscú estará preparado para plantearse retornar al acuerdo si obtiene “resultados concretos y no promesas y garantías”, y ha tildado el ofrecimiento de Guterres como “prácticamente irrealizable e inviable”.
“Me decepciona profundamente que mis propuestas no hayan sido escuchadas”, ha indicado literalmente el jefe de la ONU. “Pero no detendrá nuestros esfuerzos para facilitar el acceso sin trabas a los mercados mundiales de productos alimentarios y fertilizantes procedentes tanto de Ucrania como de la Federación de Rusia”. Guterres ha declarado que Naciones Unidas permanecerá “empeñada en encontrar vías de solución”.
Preliminarmente, Rusia ya había amenazado con renunciar al pacto cuestionando que no se habían cumplido sus demandas de optimizar sus exportaciones de cereales y fertilizantes. Entre la enumeración de condiciones sobre lo que supone que son impedimentos a las exportaciones agrícolas rusas, sugirió el engarce del Banco Agrícola Ruso al sistema de pago SWIFT, el abastecimiento de piezas de recambio para maquinaria agrícola o la reapertura de la tubería de amoníaco del gasoducto Togliatti-Odesa.
En el último año, Moscú admitió extenderlo en tres momentos puntuales, la última vez en mayo, pero únicamente durante sesenta días, en lugar de los ciento veinte que convenía en principio. En octubre, excluyó transitoriamente su participación tras una agresión a su flota en Crimea y pocos días después lo repuso.
Según el portavoz de Guterres, en su conjunto, las toneladas métricas de maíz, trigo y otros productos exportados, han contribuido al descenso sostenido de los precios de los alimentos que actualmente se encuentran en más de un 23% por debajo de los máximos históricos. Pero para instar a Moscú de que admitiera el pacto, se llegó a un acuerdo en virtud del cual la ONU convenía ayudar a Rusia a transportar sus exportaciones de alimentos y fertilizantes a mercados extranjeros.
Las exportaciones rusas de alimentos y fertilizantes no están sometidas a las sanciones occidentales por la invasión, pero Moscú fundamenta que las limitaciones en los desembolsos, la logística y los seguros implican un impedimento para las remesas. Igualmente, Rusia muestra su descontento de que no han llegado suficientes cereales a los estados más pobres, pero la ONU objeta que el acuerdo ha ayudado a esos países a disminuir los costes de los alimentos.
Conjuntamente, la cuantía de los cereales consignados por mes se ha desplomado de un máximo de 4,2 millones de toneladas métricas en octubre, a 1,3 millones de toneladas métricas en mayo. Evidentemente, el grueso más bajo desde que se cerró el acuerdo. Más tarde repuntó a dos millones y con el transcurrir de los meses, las inspecciones consignadas a garantizar que los barcos únicamente transborden alimentos se han visto ralentizadas.
La resolución de Rusia de finiquitar al pacto aprobado hace un año pone contra las cuerdas de nuevo a los mercados internacionales de alimentos, pero según el secretario de AMIS, Joe Glauber, “su impacto en los precios mundiales será insignificante a corto plazo”.
Los contratos futuros de productos agrícolas se encarecieron considerablemente en las jornadas posteriores a la notificación rusa, pero a los pocos días los del trigo circunscribían su ampliación a un 2% en la Bolsa de Chicago y se desplomaban el 0,5% en el operador Euronext de París. Glauber entiende con lo ocurrido que el mercado había anticipado la finalización del acuerdo en las últimas semanas.
Y en esta misma línea, el sistema AMIS se lanzó en 2011 por el G20 tras los fuertes aumentos en las cuantías de los principales géneros agrícolas entre 2007 y 2010, con la finalidad de mejorar la transparencia de los mercados y comprimir la volatilidad. Esta plataforma aglutina a los estados más significativos en el comercio de esas materias primas y coadyuva a regularizar la acción política.
Más de una década más tarde, el conflicto bélico de Ucrania ha vuelto a generar indecisión en los mercados mundiales, si bien, el acuerdo del Mar Negro y los corredores abiertos hacia la UE habían aminorado en parte esas tiranteces y conseguido conservar los importes internacionales por debajo de los niveles anteriores a la guerra.
Glauber sostiene que el compromiso con Rusia ha reforzado a Ucrania a exportar el grano que se había quedado embotellado en el país tras la incursión rusa. Explica textualmente que “desafortunadamente, Ucrania no se ha beneficiado tanto. Los costes de envío a través de los llamados corredores solidarios han sido muy altos por las largas inspecciones y los productores ucranianos lo han absorbido en su mayoría en forma de precios más bajos”.
El analista del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, reflexiona que esas situaciones, además de la conflagración, han llevado a “fuertes desincentivos” para el sector agrícola, que ha visto empequeñecido su rendimiento de maíz y trigo hasta en un 40% con respecto a 2021. Con muchísimo menos grano para exportar, se entiende que Kiev proseguirá expidiendo unos dos millones de toneladas al mes por medio de las rutas llamadas solidarias.
Lógicamente, “Ucrania se llevará la peor parte” de la interrupción del acuerdo, entiende el experto, para quien la única posibilidad factible recaería en la de exportar a través de los corredores abiertos, un “desafío” logístico que “intensificará las tensiones con sus vecinos occidentales”. A pesar de las señales de que esos envíos no se transferirán a Europa del Este, indistintamente pugnarán por los vagones de ferrocarril y las infraestructuras portuarias, lo que encarecerá el transporte de todos los productores de la comarca.
"Tras largos meses de arduas fluctuaciones y un año de validez, la Federación de Rusia ha optado por poner el punto y final al acuerdo de exportación de cereales ucranianos a través del Mar Negro alcanzando a Estambul"
Irremediablemente, estos precios adicionales producirán que los productos ucranianos vean costes todavía más inferiores y tengan más desincentivos para sembrar en otoño y primavera.
Agrega al pie de la letra, “esto crea un problema a más largo plazo porque Ucrania, uno de los principales exportadores de trigo y maíz, está ahora operando a una capacidad reducida. A pesar de la producción mundial relativamente buena, las existencias mundiales no se han recuperado de modo que hay menos protección en caso de que se produzca un déficit de producción importante en otro lugar”.
Con esos trayectos superpuestos, Ucrania confía en continuar transportando su cereal por el Mar Negro, incluso sin la participación de Rusia que no se ha demorado en atacar puertos ucranianos con misiles y drones. Moscú ha amenazado a los buques que vayan a esos puertos, al tiempo que ha ofrecido grano a África, mientas sigue investigando alternativas para exportar a los estados que más lo demandan.
Según apreciaciones del Sistema de Información del Mercado Agrícola (AMIS), el Consejo Internacional de Cereales (CIC) y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), Rusia obtendrá un máximo de exportaciones de trigo por la cosecha récord del año pasado. Moscú ha puesto el grito en el cielo porque sus exportaciones se han visto afectadas como consecuencia que los bancos agrícolas no tienen acceso al sistema SWIFT por las inhabilitaciones y eso ha imposibilitado que algunos importadores adquieran grano ruso. Inexcusablemente, la reconexión del banco agrícola ruso al SWIFT ha sido uno de los requisitos que ha puesto Rusia para regresar al acuerdo, junto al fin de las sanciones a los repuestos de maquinaria agrícola y la reanudación de la actividad de amoniaco ya citada.
Y es que, en su último Informe, AMIS, confirma que los vaivenes en la producción ucraniana de grano y oleaginosas pueden tener “gran impacto” entre su población y en los suministros globales, mayormente en los estados que están en manos de las importaciones provenientes de Ucrania. Además, señala que la destrucción de la presa de Kajovka en el río Dniéper y el secado de los canales de riego dejan más suspicacias sobre la carestía de producción y exportación de Ucrania.
Por otro lado, Rusia ya había suspendido el acuerdo sobre cereales durante varios días, culpando a Ucrania de hacer valer el corredor de transporte para desplegar drones marítimos contra la península ucraniana de Crimea anexionada por Rusia. El acuerdo se restableció después de que Moscú recibiera garantías de Kiev de que esto no volvería a suceder.
En contraste, Ucrania culpa contra todo pronóstico a Rusia de entorpecer adrede la forma de autorización en el centro de carga de Estambul, lo que ha ocasionado una fuerte disminución de los flujos de cargamento. Los observadores ucranianos entienden que Rusia puede permitirse el lujo de retirarse del acuerdo porque, entre otras cuestiones, pronto completará la construcción de su propio oleoducto de amoníaco hasta el puerto de Tamán, en el lado ruso del estrecho de Kerch, entre el Mar Azov y el Mar Negro, y también se están desplegando otros itinerarios de exportación para el grano ruso, incluso a través de la República Islámica de Irán.
Igualmente, Ucrania se afana en periplos alternativos a lo largo del Danubio y por tierra, pero no puede reemplazar completamente la ruta marítima. Ello se debe a la capacidad condicionada del transporte de la UE, fundamentalmente, por ferrocarril. Fuentes ucranianas estiman que pueden transportarse doce millones de toneladas al año por medio de la Unión, mientras que Ucrania puede exportar hasta siete millones de toneladas en un mes.
El bloque ruso de los puertos ucranianos en los inicios de la guerra hizo que cerca de 20 millones de toneladas de grano quedaran aprisionados en el Mar Negro. Y como tal, por doquier, los costes de los alimentos se dispararon. Como era de suponer, la noticia de Rusia de no actualizar el acuerdo hizo que los precios de trigo se encaramaran más del 3%. El cerco ruso acrecentó el riesgo de escasez de alimentos en unos cuantos países de África y Oriente Medio que estriban en gran parte de las importaciones de cereales ucranianos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (ONUAA), más conocida como (FAO), cuando se rubricó el acuerdo y se reactivaron las remesas de granos, las estimaciones de los alimentos cayeron cerca del 20%. De acuerdo a la ONU, de todos los productos alimenticios que Ucrania exportó el año pasado bajo el acuerdo para exportar granos, el 47% correspondió a estados con elevados ingresos, incluidos Italia, España y los Países Bajos. Asimismo, el 26% recayó en lugares de ingresos medios altos como China y Turquía. Y por último, el 27% terminó en países de ingresos bajos y medianos como Kenia, Sudán y Egipto.
Del mismo modo, Ucrania ha enviado 625.000 toneladas de alimentos como ayuda humanitaria a Etiopía, Afganistán, Somalia, Kenia, Sudán y Yemen. Y más de la mitad de los cereales obtenidos por el Programa Mundial de Alimentos de la ONU llegaron de Ucrania.
Tras tener conocimiento de la noticia, la presidenta de la Comisión Europa, Ursula von der Leyen (1958-64 años) condenó “firmemente el movimiento cínico” de Rusia de “poner fin” al acuerdo que posibilita la exportación de cereal ucraniano, pese a los grandes esfuerzos de la ONU y Turquía.
Von der Leyen agregó que la UE está trabajando con la premisa de “garantizar la seguridad alimentaria para los más vulnerables del mundo”. El acuerdo promovido por la ONU y Turquía garantiza el suministro de alimentos, sobre todo, a los países de África y Oriente Medio. También señaló que los carriles solidarios de la UE, una iniciativa con la que el club comunitario pretende contribuir a la exportación del cereal, “seguirán llevando productos agroalimentarios de Ucrania a los mercados globales”.
Además, se insiste en que el anuncio del Kremlin no cierra la esperanza a la continuación del acuerdo y señalan que se está analizando lo que reivindica Rusia, cuando no da el brazo a torcer que los compromisos con Moscú no se están cumpliendo en el acuerdo sobre el cereal.
Llegados a este punto de la disertación, los importes de los cereales y las oleaginosas se han elevado una media del 4%, debido a la quiebra del acuerdo para la exportación desde los puertos de Ucrania, según el Consejo de Cereales. El Informe mensual de mercado divulgado por el organismo intergubernamental destaca el repunte de los precios medios del cereal, en comparación con su balance anterior, “por un clima difícil para las cosechas” e “incertidumbre sobre la actualidad en la región del Mar Negro”.
En el caso concreto del trigo, el índice proyecta un aumento del 6% sobre todo por los ascensos en América del Norte, donde las turbulencias climáticas perduran, así como “por la preocupación creciente sobre los flujos marítimos desde Ucrania”. No obstante, el maíz se empica un 1% por realidades como la ralentización de las exportaciones de Estados Unidos, el líder en el comercio de este cereal.
Por el contrario, las valoraciones medias del arroz crecen un 4% y se aproximan a un récord con relación a los últimos doce años, por una demanda consistente, mercados locales más compactos y movimientos de divisas propicias entre algunos estados exportadores.
En consecuencia, con la determinación de poner fin a la iniciativa sobre la exportación de cereales por el Mar Negro, Rusia está alterando la encrucijada de seguridad alimentaria que ella misma ha provocado con su guerra de agresión contra Ucrania y el asedio de los puertos marítimos. Ante todo, Rusia debería poner fin al acorralamiento ilícito de dichos puertos y dar luz verde a la libertad de navegación.
El menester sobre la exportación de cereales por el Mar Negro ha sido capital para garantizar su exportación a los mercados y ayudar a las urbes más vulnerables. Junto con el corredor de solidaridad entre la UE y Ucrania, la reapertura transitoria de los puertos ha sido primordial para afianzar y moderar los elevados costes de los alimentos que han tocado techo con un nivel sin precedentes como derivación de la guerra de Rusia contra Ucrania.
A resultas de todo ello, los importes de los alimentos básicos han bajado de manera constante durante el último año, lo que ha aminorado el índice de precios de la FAO en un 23% con relación al máximo alcanzado en el año 2022.
La ‘Iniciativa de Granos del Mar Negro’ ha concedido la exportación segura de poco más o menos 33 millones de toneladas de cereales y alimentos a cuarenta y cinco países en más de mil buques, englobando la cuantía relevante de 725.000 toneladas de cereal trasladadas por navíos fletados por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) en apoyo de sus operaciones humanitarias. A pesar de los efectos desencadenantes de la guerra, Ucrania ha continuado siendo el mayor distribuidor de trigo del PMA, proporcionando más de la mitad de la adquisición mundial de cereales de este programa.
Actualmente todo queda a merced de la inestabilidad, porque meses más tarde desde que se iniciase la ofensiva, Rusia persiste en su tesitura de valerse de los alimentos como arma arrojadiza. Con su medida de desvanecer el acuerdo en curso, obstruye una de las principales rutas de exportación de cereales procedente de Ucrania. Y por si fuese poco, es la única responsable de los desconciertos habidos en los suministros y de espolear la inflación de los precios de los alimentos.
De esta manera tan característica, queda en agua de borrajas el único acuerdo que Ucrania y Rusia conservaban vigente, aunque se mantuviese presto a eclipsarse: el pacto del grano. Un trato por el que Rusia admitía que los barcos cargados de cereales emprendiesen su recorrido desde tres puertos ucranianos sin ser aparentemente acometidos. Ahora, eso se terminó: hoy las bombas rusas han vuelto a percutir sin fisuras sobre el puerto de Odesa, la conexión ucraniana más importante con el Mar Negro y que frustra la vida de millones de personas.