Si hablamos de generosidad, de entre toda la creación, ninguno ha sido tan generoso como el Profeta Muhammad. Cuando daba algo a los demás no esperaba nada a cambio, deseaba tan solo complacer a Dios. El Profeta Muhammad llegó a ser el mejor ejemplo de generosidad. Cuando el Profeta Muhammad daba algo a alguien, él se sentía más feliz al darlo que la otra persona al recibirlo.
La humildad del Profeta Muhammad fue la de un hombre que conocía la Grandeza y el Poderío de su Señor. El Profeta Muhammad comprendió que no tenía sentido ser orgulloso o sentirse superior. No importa que tan orgulloso eran algunos por su posición, ni importaba cuánto poseían los ricos, tampoco que los reyes se hubieran vuelto arrogantes por su poder, en realidad, todos eran débiles, insignificantes y pobres necesitados de Dios. ¿Cómo podría el Profeta Muhammad preocuparse por los títulos, estatus, orgullo, poder y riquezas, mientras viajaba con su alma hacia Dios? Como resultado de su fuerte creencia en Dios, el Profeta dejó de sentirse impresionado por las mismas cosas que impresionan a otros seres humanos. Él se convirtió en un verdadero siervo de Dios. El profeta ayudaba a los ancianos, visitaba a los enfermos y sentía compasión y misericordia hacia los pobres. El Profeta Muhammad siempre prestaba atención a las necesidades de los desolados, consolaba a los débiles, jugaba con los niños y era el más tierno y cariñoso para con su familia. Él era muy sencillo y fácilmente accesible para los demás, se sentaba en la tierra y dormía en el suelo, la tierra era su lecho y la paja era su almohada, en esto se parecía mucho a su hermano el Mesías Jesús hijo de María el cual también tomaba la tierra como su lecho y la paja como su almohada (que la paz y las bendiciones de Dios sean con Jesús y su Casta y Pura Madre la Santísima Virgen María). Él siempre estaba satisfecho con lo que Dios decretó para él. No le importaba ni el prestigio, ni la fama ni las posesiones materiales. Todos los que tuvieron contacto con el Profeta Muhammad, se sentían inmediatamente impresionados por su rostro sonriente, su sencillez y su actitud amigable, así como por su naturaleza perdonadora. Su asombro se convertía rápidamente en admiración, y luego en amor que quedó firmemente arraigado en sus corazones. El Profeta siempre alentaba a sus seguidores a adoptar cualidades como la amabilidad, la moderación y la coherencia. Por el contrario, rechazaba la dureza, la desmesura y la incoherencia. El Profeta Muhammad dijo: «Siempre que la amabilidad se encuentra en algo, lo adorna, y cada vez que se quita de algo, lo deja defectuoso” Se narra también que el Profeta Muhammad dijo: «Mi Comunidad, es una comunidad que tiene misericordia».
El Profeta Muhammad siempre enseñaba que uno de los principales valores humanos después de la creencia en Dios, es el de la Justicia. Si la justicia hubiera tomado una forma física, viviente, respirante y hablante, y se le hubiera preguntado por la persona más justa que ha pisado la Tierra, ciertamente habría dicho: Muhammad.
Vamos a ver ahora lo que decían de Muhammad algunos intelectuales no Musulmanes.
Friedrich von Bismark: «He verificado y estudiado a todos los santos del cielo y todos los libros sagrados. Dado que estos libros han sido modificados, no he podido encontrar la verdadera sabiduría capaz de traer la felicidad, el bienestar y la prosperidad del ser humano. Solo en el Santo Corán revelado al Profeta Muhammad, de lejos muy superior a los otros libros, he encontrado la sabiduría. En efecto he encontrado la sabiduría divina en cada palabra del Santo Corán y en las enseñanzas del Profeta Muhammad. Un trabajo tan perfecto no puede ser obra de un ser humano».
Gandhi: «Quería conocer la vida de quien a día de hoy sigue cautivando los corazones de millones de seres humanos. Estoy ahora más que nunca convencido de que no es la espada la que daba un sitio al islam en los corazones de los que buscaban una dirección a su vida. Era una gran humildad, ese altruismo del Profeta Muhammad, la consideración escrupulosa hacia sus compromisos, su devoción intensa a sus amigos y sus adeptos, su intrepidez, su coraje, su confianza absoluta en Dios y en su propia misión. Esos hechos, y no la espada, le trajeron tanto éxito y le permitieron superar los problemas».
Johann Wolfgang von Goethe: «Como el éxito de Muhammad, la verdad tiene que revelarse y propagar su luz en todas las direcciones. Eso es una obra inmensa que Muhammad ha cumplido; por el único concepto de Dios el Único, ha sometido el universo entero. Nadie es capaz de hacer lo que hizo Muhammad. Nosotros, los europeos, a pesar de nuestros conceptos modernos, no hemos podido alcanzar lo que Muhammad alcanzó. No hay duda de que nadie podrá superarle nunca».
Fiódor Dostoyevski: «El gran Profeta del islam ha subido hasta el trono del Gran Creador y Le ha encontrado. Yo creo firmemente en su ascensión con todo mi corazón».
Thomas Carlyle: «Muhammad no era vanidoso como los reyes y visires. Jamás en el mundo, un emperador o una persona influyente han sido amados u obedecidos como ese hombre vestido con una túnica remendada. Su prueba mundanal de veintitrés años llevaba todos los elementos necesarios de un verdadero héroe. Muhammad afirmó ser un mensajero enviado por Dios y demostró que decía la verdad invitando a la gente al islam. Siglos y siglos más tarde vemos que sus seguidores siguen amando su religión con el mismo fervor ¿acaso los europeos necesitamos más pruebas para darnos cuenta que realmente es un Profeta enviado por Dios?».
Alphonse de Lamartine: «Si la grandeza del proyecto, la escasez de medio y la inmensidad del resultado son las tres medidas del genio de un hombre ¿Quién se atreverá a comparar a un gran hombre de la historia moderna con Muhammad? Filósofo, orador, apóstol, legislador, conquistador de ideas de dogmas racionales, de un culto sin imágenes, fundador de veinte imperios terrestres y un imperio espiritual, así es Muhammad. Que gran hombre fue Muhammad».
Esto no son más que algunos ejemplos.
Así es Muhammad, amado por sus seguidores y por los seguidores de otras religiones e ideologías.
Muhammad, quien te vio y te conoció te amo y te respeto. Que la paz y las bendiciones de Dios sean con él mientras las estrellas aparezcan en el cielo, las aves continúen cantando y el viento continúe soplando.