Hace unos días tenía pensado escribir sobre la importancia que se le da al poder y cómo éste no es absoluto, sino que se corresponde con una estructura de esferas. Es decir, el poder se divide en infinitos ámbitos y el hombre busca conseguir el poder en su esfera, ya sea esta su instituto, su ciudad o su empresa.
Sin embargo, no hablaré de esto sino, por el contrario, de lo insignificante que es el poder. Y es que, algunos nunca serán capaces de aceptarlo pues se les vendría encima prácticamente todo por lo que se han sacrificado, pero así es. Diría el novelista español Antonio Gala: “Al poder le ocurre como al nogal, no deja crecer nada bajo su sombra”.
Ciertamente, la mayoría necesitamos un golpe de realidad, un bofetón de la vida para apreciar que lo que hasta ese momento considerábamos importante, esencial y fundamental en realidad no lo era. Le damos, a lo largo de nuestra vida, una importancia desmedida al dinero, al poder, al ejercicio de la influencia, que nos convertimos en animales tan ambiciosos como vacíos.
Dedicamos nuestra corta vida a alcanzar objetivos insignificantes; tener el ultimo modelo del mejor coche, la casa más grande, los hoteles más caros… Y olvidamos que, en realidad, lo importante no es el coche sino la persona que esta sentada a tu lado, que lo importante no era la casa sino el momento de poder leer un libro después de ponerte el pijama o que no importaba nada el hotel sino los compañeros de viaje. Que podías disfrutar más tiempo con menos y que, al final, nuestro recurso más escaso es el tiempo que tenemos.
No podría estar más de acuerdo con Calle13 que en una de sus canciones, mi preferida, dice lo siguiente:
“Tú no puedes comprar al viento.
Tú no puedes comprar al sol.
Tú no puedes comprar la lluvia.
Tú no puedes comprar el calor.
Tú no puedes comprar las nubes.
Tú no puedes comprar los colores.
Tú no puedes comprar mi alegría.
Tú no puedes comprar mis dolores.”
Andar por la línea de la vida acumulando riqueza, dedicando tu energía y tu tiempo en ello hasta que el reloj se para y ya es demasiado tarde para darte cuenta de que la vida estaba pasando ante ti y tú no la habías aprovechado. Ese es el preciso momento en el que claramente has visto que no necesitabas ir al mejor hotel, que en un apartamento con la gente que quieres te habría encantado, que no era necesario irte muy lejos, porque a pocos metros podías ir a pasear por la playa y que solo necesitabas darle la mano y caminar a su lado.
Algunos ya sabrán de lo que hablo porque hayan elegido otro modo de vivir, alejado de lo material, otros podrán reflexionar sobre su forma de vivir y otros, sin embargo, nunca lo asumirán y seguirán subsumidos en un estilo de vida vacío, oscuro, triste, y lamentablemente llegado su momento será muy tarde. Algún melillense debería reflexionar, en mi opinión, sobre lo efímera que es la vida y las palabras que citaba de Antonio Gala. Obsesionados con el poder, de tenerlo o de recuperarlo, mientras son incapaces de ver cómo el tiempo pasa, cómo su tiempo pasa y que la conspiración, la maquinación e incluso la maldad les mueve en los que pueden ser sus últimos días.