Hace un día primaveral y la cantina del Campus de la Universidad de Granada (UGR) en Melilla -la posada del estudiante- estaba especial, tanto que al camarero, Saoud Becgraouani, no parece importarle que lo llamen Said con total naturalidad, como quien lo conociera desde hace 15 años, que es el tiempo que lleva en el negocio -diez con el primer dueño y cinco con el segundo-.
“Me va muy bien, la verdad. La clave reside en ser amable con los clientes”, confiesa Saoud, quien asegura que el ambiente es muy bueno y que “los chicos se portan bien”.
Él abre de lunes a viernes a las ocho de la mañana y cierra a las ocho de la tarde, aunque descansa entre las dos y las cuatro. Casi siempre, cuenta, hay mucha gente, menos, claro, en julio y en agosto, cuando cierra por vacaciones.
Durante las horas fuera de comida, hay bocadillos, desayunos, refrescos, bolsas de patatas o bollería. Al mediodía, entre las 13:30 y las 15:30 horas, se ofertan menús a 3,50 euros para los estudiantes y a cinco euros para profesores y el resto de personas. Cada día hay una sola elección por plato, pero con variedad de una vez a otra: filete de pollo o de tercera, ensalada de pasta, ensalada mixta, revuelto de jamón, pollo a la moruna o al ajillo. Además, incluye bebida y postre. Este jueves había arroz a la cubana y pollo a la moruna con patatas fritas. También se puede pedir sólo el primer o el segundo plato.
Los cocineros afirman que hacen de 90 a 100 menús al día y que incluso pueden llegar a los 120, pero que no les cuesta excesivo trabajo, porque se ayudan el uno a la otra.
Para relajarse o estudiar
Conforme transcurría la mañana, la cantina se iba llenando de gente. Ayat García, estudiante de Derecho, asegura que suele ir después de clase y que el sitio está “bien” y es “agradable”, ideal para relajarse con los amigos o para estudiar. Ella suele desayunar allí un café y media tostada de tomate.
Junto a ella, su compañera de carrera Nour Mohamed acude normalmente para desayunar y en los descansos entre clases. Dice que el ambiente está muy bien y, aunque pide que añadan algo más de dulce, su balance es positivo.
Más personal
Cerca de ellas, en el interior de la cantina, en otra mesa, Rocío de Casas y Esther Aceituno, estudiantes de tercer año de Educación Social. Ambas suelen pasarse por la cafetería. A Rocío le gusta tomarse de desayuno una media tostada o una entera o bien el pan moruno conocido como ‘tachnift’.
El ambiente le parece muy bueno, pero echa de menos más mesas, más zonas de sombra y algo de ayuda en la cocina, porque asegura que, dependiendo del momento, puede estar esperando hasta una hora a que le sirvan. En conjunto, la cantina le parece “muy mejorable”.
Su amiga Esther es de una opinión similar. Reclama más gente en la cocina y en la barra -porque los trabajadores “son muy amables, pero están desbordados”-. Le parecen necesarios para toda la demanda que hay, ya que tarda muchísimo en recibir su pedido, especialmente en horas punta.
El precio, en su opinión, “no es caro, pero, para ser una cafetería universitaria, tampoco es barato” comparado, por ejemplo, con el Campus de Granada.
Ella va a desayunar todas las mañanas su café -“bastante mejorable”- antes de clase y, a la salida, se junta allí con compañeros de su carrera y de otras para charlar “a la sombrita”.
Así, en realidad, la cafetería le gusta “bastante”, sobre todo por el ambiente, ya que, cuando se juntan varios, se lo pasan muy bien y “se crean grupillos buenos”.
Rocío intercede para hablar de los menús, que le parece que “no llaman la atención” y que deberían mejorarlos para que más gente se quede a comer, especialmente aquellas personas que viven lejos y tienen poco tiempo entre la última clase de la mañana y la primera de la tarde. Según dice, a veces sale mejor tomarse algo en algún bar cercano. “Si lo comparas con el Campus de Granada, deja mucho que desear”, resume.
Menú barato
En una mesa en el exterior, en una mesa diez personas de diferentes carreras: Antonio López, Fernando López, Francisco Ortiz, Ainhoa Muñoz, Juan Diego Pineda, Natalia Betoret, María Jiménez, Juan esteban Cañuelo y Pablo Llamas. Cuentan que están “súper contentos”, ya que “la comida es de calidad y el servicio es excepcional” y que, “teniendo en cuenta el poco personal que hay, hacen su trabajo muy bien”.
Los precios le parecen “una locura”. “Por 3,5 euros el menú, lo que nos dan de comer y cómo nos tratan no tiene sentido”, expresan con incredulidad. E insisten: “Es muy barato. Por 3,5 euros primero, segundo, postre y agua, y a veces puedes repetir”. “Diez de diez” o “relación calidad-precio, inmejorable” son otras de las expresiones que usan. Piden que el jefe le suba el sueldo a Saoud.
“Un buen sitio para encontrarse”
Junto a ellos, otra mesa con tres chicas italianas, Silvia Golzio, Martina di Mari y Luccia Gilletta, estudiantes de Erasmus durante el segundo cuatrimestre en Educación Social, Recursos Humanos y Educación Primaria. Afirman que “la cantina es un buen sitio para encontrarse, estar al aire libre, tomarse algo y descansar un poco entre una clase y otra” y que tanto el ambiente como los precios están muy bien y sólo echan de menos “un poquito más de sombra”.
Al unísono, las tres aseguran que la experiencia les está resultando fenomenal. Alguna de ellas expresa su intención de comprar el periódico para enseñárselo a su madre.
Barbacoa y eventos
También afuera están Nebil Mohamed y Yawal Sedikki, de Administración y Dirección de Empresas, tomando un batido. El primero elogia tanto el servicio como al ambiente, aunque cree que, para ser totalmente genial, a la cantina le falta una barbacoa. El segundo elogia que la gente es “muy agradable y amable y siempre al servicio de los estudiantes”. En su caso, sugiere que “estaría muy bien si pudieran hacer algún evento por las tardes”.
La calidad y la variedad
En el interior, los estudiantes del doble grado de educación Primaria y Ciencias de la Actividad Física y del Deporte José Lao y Juan Carlos Cobo -de Almería y de Antequera (Málaga), respectivamente- están comiendo un menú. A José el precio le parece bien, ya que “la gente de fuera se ahorra tiempo y el pastizal de hacer comidas”, y, en su opinión, la calidad es “decente”. Sí pediría que hubiera más variedad, por ejemplo, para las personas que no pueden comer fritos. Juan Carlos, sin embargo, discrepa de su amigo y piensa -en una expresión de lo más gráfica- que, “para una persona normal, las raciones están más cómodas que un pato de en el agua” y que sí hay variedad en el menú. “Es verdad que, a algunas personas intolerantes a ciertas comidas, se les complica un poco la cosa, pero, en general, bastante bien a nivel nutricional. Y no es siempre la misma comida”, defiende.
Ambos, además, ya tienen bastante confianza con ‘Said’ y se encuentran en la cantina “más cómodos que en cASA”.
Capacidad de mejora
En otra mesa, hay cuatro profesores. Más o menos, es la chica la que habla en nombre de todos ellos para opinar, contra la corriente estudiantil, que “el servicio y la comida son muy mejorables” pese a que los menús están ahora más sabrosos que hace años. “Demasiado frito. Nada es muy sano ni equilibrado. De postre no se ponen fruta ni ciertas cosas que deberían ir en un menú, sobre todo en una entidad pública. No tiene nada que ver con el Campus de Granada”, anota.
Ellos siguen acudiendo pese a que van tres años, dicen, de subidas de precios. Y menos mal, añaden, que ahora hay carta de precios, porque “hace unos años un día te costaba un euro y pico una tostada y al día siguiente te costaba otra cosa diferente”.
¿Y la oferta? “Escasa”, dicen, y lamentan que no hay casi nada sin azúcar de bebida para diabéticos y celíacos.
En cuanto al servicio, con Saoud solamente, aunque atiende “bien”, les parece que entre clase y clase hay demasiados estudiantes como para que haya sólo un camarero en la barra. De hecho, a ellos, si van entre clase y clase, no les da tiempo de tomar nada. Por si fuera poco, hace un par de años la cafetería solicitó que se quitaran las máquinas expendedoras del edificio principal, lo que supone otro inconveniente para ellos.
“Hay un camarero y entiendo que no le dé tiempo, pero deberían tener un servicio más ágil. En conjunto, vemos la cantina muy mejorable”, apunta la profesora.
Comida casera
Pero, como para gustos, colores, otra profesora -María José Molina, del departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura- cree que, en general, los menús están “muy bien” y “se ve que son caseros y los postres también a veces”. Sí que le gustaría más variedad, pero admite que no es un caso comparable al del Campus de Granada, donde hay mucha mayor demanda de menús. “Pero no está mal; no nos podemos quejar”, señala, y, como muestra, ella se lleva ese día la comida a casa.