Ayer, 27 de octubre, se celebró el Día Mundial del Patrimonio Audiovisual. La fecha pasó sin pena ni gloria para nuestras autoridades culturales. Posiblemente, centradas en asuntos muchos más complejos derivados de la pandemia que tanto anda azotando a Melilla, no hubo ocasión ni para poner un post en algunas de las páginas oficiales que la Consejería de Cultura tiene en las redes sociales. Otras fechas señaladas y emblemáticas para el mundo cultural sí han gozado de mención y atención en estos días, pero el Patrimonio Audiovisual parece haberse perdido de nuestra memoria colectiva a pesar de contener los únicos y valiosos documentos capaces de recrear visualmente gran parte de nuestro pasado común.
Fernando Belmonte gestó con mucho tesón lo que nadie antes en Melilla había sido capaz de promover: el primer archivo audiovisual de la Ciudad. Para ello contó con el apoyo de la Consejería de Cultura y la implicación de Inmusa o Tele Melilla (como prefieran llamarla).
Bajo el lema “somos lo que vemos” y nada hay como el valor de la imagen, Fernando creó una sinergia que acumulaba películas únicas y familiares, capaces de trasmitir no sólo parte de la historia de nuestra tierra, sino un reflejo fiel y costumbrista del modo en que vivían los melillenses desde hace ya más de cinco décadas.
Laboró con éxito para que cuanto existía filmado sobre Melilla en los archivos de Radio Televisión Española se cediera igualmente al archivo audiovisual de la ciudad; otro tanto hizo con la Filmoteca nacional. Y, además, con el inestimable apoyo del gran Carmona Mir, atesoró en el mismo archivo local todo el legado del cineasta melillense, para crear así, junto a los archivos de la antigua Tele 9 de Platero y las imágenes de TVM con más de cinco años de antigüedad, un gran acervo documental de valor incalculable culturalmente que, para mayor ventaja, supuso un escasísimo coste a las arcas de la Ciudad Autónoma.
Fueron muchos melillenses los que se entusiasmaron con la idea y donaron sus películas, en súper 8, en Beta, en antiguos formatos que en el nuevo archivo se transformaban primero en soportes más actuales y que luego se fueron digitalizando a fin de clasificarlas debidamente.
El sueño de Fernando era la creación de una auténtica filmoteca, lo que resultaba más que apropiado en una ciudad como Melilla, mucho más filmada que otras a principios del siglo pasado por nuestra casuística fronteriza y los acontecimientos que aquí ocurrieron. Su anhelo, tras su muerte, se fraguó inicialmente en una iniciativa del anterior ejecutivo de Juan José Imbroda, que incluso llegó a aprobar en un Consejo de Gobierno la pretendida conversión del archivo. Pero, finalmente, todo aquello quedó en nada. Para empezar por las viejas rencillas alimentadas desde hace años por parte de Inmusa, que bajo la dirección de Javier Lence ansiaba para si un archivo que, como tal, trasciende de tele local y que incluso está sujeto a acuerdos con los cedentes respecto de las limitaciones de uso de las imágenes
También, con el tiempo, quedó en nada la puesta a disposición de melillenses en general de los fondos susceptibles de difusión que, en tal sentido, se pusieron operativos en la Biblioteca Municipal tras la inauguración oficial de la sede del archivo en diciembre de 2016 y su bautismo con el nombre de Fernando Belmonte.
No culpo a la actual consejera de Cultura del limbo en el que se encuentra ese valioso material que la actual Dirección de Inmusa siguiendo la estela de Lence ha atesorado para sí (sino al completo sí en gran parte). Pero no nos confundamos, el archivo histórico y audiovisual de la ciudad trasciende del archivo de una televisión local y en ningún caso es lo mismo ni exige la misma gestión.
Hablamos de un patrimonio muy valioso que pertenece al conjunto de Melilla, que debe servir para mucho más que de cajón de recursos de la tele local cuando no de contenido para nuevos espacios que han seguido la estela iniciada por Fernando con su exitoso programa ‘El Retrovisor’. Y el calificativo no se lo pongo yo, sino la multitud de melillenses que aún lo recuerdan o lo siguen viendo vía Internet.
El archivo audiovisual histórico de Melilla acumula miles y miles de horas capaces de mostrar a los melillenses de ahora y del futuro cómo se vivía en la Melilla del siglo pasado y cómo era antiguamente nuestra ciudad.
Nunca podremos avanzar si no sabemos de dónde venimos, sino apreciamos nuestro legado, si no somos capaces de custodiar y poner en valor nuestra memoria.
Dice Naciones Unidas de tan señalado 27 de octubre que “es una ocasión para dar a conocer la necesidad de tomar medidas urgentes y reconocer la importancia de los documentos audiovisuales”, al servicio de “la libre circulación de las ideas mediante la palabra y la imagen como representación de nuestro patrimonio y memoria compartidos. Al hacerlo –añade la ONU- el Día destaca el papel del patrimonio en la construcción de los baluartes de la paz en la mente de las personas”.
El Día del Patrimonio Audiovisual se instituyó en 2005 a instancias de la Conferencia General de la UNESCO. El archivo de Melilla se inició en 2001 si no me equivoco.
Lo que ocurre en Melilla al respecto de este patrimonio no es privativo de nuestra ciudad. De hecho, la UNESCO, a través de la página web de Naciones Unidas, señala que la actual pandemia de COVID-19 no sólo ha puesto de manifiesto la urgente necesidad de un acceso universal al patrimonio documental como recurso de conocimiento, sino también la ”inexistencia de políticas propicias para preservar y dar acceso a los elementos del patrimonio documental, agravado por la disminución de los fondos disponibles para los archivos, bibliotecas y museos, lo que aumenta el riesgo de pérdida permanente“.
Melilla no puede perder un patrimonio tan valioso como el que Fernando logró atesorar con la inestimable participación del técnico Miguel Pérez y que, tras su muerte, coordinó la historiadora local Isabel Migallón.
Apelo a la sensibilidad de la consejera de Cultura, Elena Fernández, para que no deje caer este patrimonio en el olvido, lo rescate, engrandezca y vuelva a ponerlo al servicio de los melillenses, desde la consideración de que un archivo histórico audiovisual es mucho más y no tiene nada que ver con el archivo particular de imágenes de Televisión Melilla.
Es mucho aún el trabajo por hacer y es una obligación que debemos afrontar en aras a preservar nuestro patrimonio y ante las generaciones más jóvenes y futuras de melillenses.