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Pirómanos en Melilla

Ante una situación tan límite, en efecto, no queda otra que alumbrar las calles oscuras, podar respetuosamente los árboles que ocultan las farolas y colocar alguna cámara

por Tania Costa
05/10/2025 11:03 CEST
Pirómanos en Melilla

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Cuando llegué a Melilla y empecé a buscar alquiler, una de las cosas que tuve en cuenta a la hora de elegir casa, fue la ola de coches quemados que, por aquella época, estaba teniendo lugar en el Barrio del Real.

En 2012 encontré precios asequibles en la zona, pero me pareció arriesgado coger un piso allí, a sabiendas de que tenía que aparcar en calles oscuras que, también por esa época, eran punto de confluencia de muchos de los ladrones de espejos retrovisores, que salían de caza en aquellas madrugadas de frontera abierta y 30.000 cruces diarios a Marruecos.

Otra de las advertencias que me hicieron fue que viviera donde viviera, no aparcara cerca de los contenedores porque, en ocasiones, eran estos y no los coches, el objetivo de los pirómanos. Al estar los vehículos estacionados junto a la basura, se convertían en una antorcha colateral.

Trece años después seguimos acosados por los pirómanos en Melilla. La frontera cerró y reabrió con restricciones, pero no hemos dejado de sufrir los incendios provocados, con un denominador común: se producen en calles oscuras, en los barrios y casi nunca trasciende si los vándalos han sido detenidos o qué condena hay para ellos. De esta forma, dejan tras el coche quemado la sospecha de la impunidad.

Doy por hecho que sale más caro poner una farola que consume energía eléctrica en toda su vida útil, que reponer un contenedor de plástico, por muy sofisticado que éste sea. Aunque ambos aportan seguridad, ésta es diferente, según el caso. Las farolas son disuasorias y contribuyen a la seguridad vial y ciudadana. Para las mujeres, nada nos tranquiliza más, que caminar por una calle bien alumbrada. Nadie nos asegura que vamos a llegar sanas y salvas a casa, pero, al menos, caminamos sin miedo.

Ahora leemos con estupor la denuncia de CpM de que los pirómanos han vuelto a hacer de las suyas en el Barrio de la Victoria, donde hay varios propietarios que han perdido sus vehículos a merced de las llamas.

Estas rachas de quema indiscriminada de coches nos obligan a pagar seguros incluyendo la cobertura de incendios, lo que encarece la póliza, y no todo el mundo puede permitírselo. Es un atentado contra la propiedad privada que no conseguimos mantener a raya en Melilla. Y me gustaría remarcar que, en mi opinión, es un atentado y no una travesura, siempre que no estemos hablando de que estos fuegos están provocados por personas que sufren una enfermedad mental.

En cualquier caso, no recuerdo que detrás de todos los incendios que hemos vivido salga la noticia de: “Detenidos los pirómanos que aterrorizaron tal o cual barrio”. La sensación de impunidad genera más inseguridad. Hay que encontrar a los pirómanos, juzgarlos y hacerlo público para parar esto.

Una vez escuché decir a una persona mayor, que en su pueblo había muchos locos por culpa del viento. No sé si esta teoría tiene base científica, pero es entendible que el aislamiento geográfico y las condiciones climatológicas adversas, puedan provocar desequilibrios en algunas personas, pero sinceramente, yo creo que aquí estamos ante brotes vandálicos y no psicóticos.

Creo que el viento no justifica lo que está ocurriendo en nuestra ciudad desde hace años. Ante una situación tan límite, en efecto, no queda otra que alumbrar las calles oscuras, podar respetuosamente los árboles que ocultan las farolas y colocar alguna cámara.

Al final siempre cedemos parcelas de privacidad. Personalmente, no me gusta que me graben en la calle, pero prefiero la incomodidad de sentirme observada, que perder el coche en un incendio provocado. Yo no podría dormir tranquila si viviera en una casa-mata o en una planta baja, con el temor a que el coche que alguien o yo misma he aparcado en la puerta de mi vivienda, pueda arder y provocar una desgracia a mi familia. Es para tomar medidas inmediatamente.

Pero si no queda otra, acepto las cámaras, de la misma forma que he aceptado los resaltos gigantescos que están colocando por todas partes en Melilla. Los que han puesto en Primero de Mayo parecen puentes levadizos. Después de muchos años de quejas vecinales, hemos llegado a la conclusión de que la única forma de controlar el vandalismo, las carreras ilegales y la velocidad a todo trapo, incluso en la misma calle del Tesorillo donde está la nueva Comisaría de la Policía Local, es colocando resaltos, que se convierten en todo un reto para los coches pequeños y los conductores sin experiencia. Los vándalos han ganado. Han forzado a la Administración a tomar medidas drásticas. Pero si es por nuestra seguridad y la de nuestros hijos, cuando cruzan por un paso de peatones, bienvenidas sean.

Tags: fuegopirómanos

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