Quizás los resultados no sean tan inmediatos como requieren los problemas que aquejan a Melilla y Ceuta, pero la estrategia adoptada por los dirigentes políticos de ambas ciudades difícilmente acabará en saco roto. El planteamiento es tan sencillo que cae por su propio peso: a identicos problemas, mismas soluciones. Melilla y Ceuta caminan de la mano, en una sola dirección y con absoluta lealtad. Y no pueden hacerlo de otro manera si quieren hacer sentir su peso en la política nacional e intentar que su voz se escuche en Europa. Son ciudades con un pasado propio que, aunque con sus peculiaridades, muchas veces ha transcurrido paralelo. Se enfrentan a un presente con problemas enquistados. Y miran al futuro con las mismas incertidumbres.
La aventura emprendida por Juan José Imbroda y Juan Vivas da pie a la esperanza y quizás, con el paso del tiempo, acabe por derivar en algo más que una estratégica alianza puntual. Eso se verá con el paso del tiempo y las decisiones que vayan adoptando los ciudadanos en las urnas lo harán más o menos viable.
Frente a la envidiable sintonía de la política melillense-ceutí, en el escenario local se echan en falta algunas dosis de cordura para entender que las disputas entre partidos políticos y los enfrentamientos personales no pueden imposibilitar la busqueda de soluciones a los problemas diarios. Y es que, muchas veces, el escándalo que organizan las formaciones políticas les impide oír a las preocupaciones de esos ciudadanos a los que piden el voto cada cuatro años.