Las guerras, que hoy acaparan el foco informativo desde Ucrania y Gaza, también han formado parte de la historia de España. Guerras como la que libró en el norte de África a principios del siglo pasado, donde muchas mujeres desempeñaron un papel esencial que ha sido invisibilizado con el paso del tiempo, y a las que Melilla hará justicia este 8M situándolas en el centro del homenaje.
Mujeres como la veintena larga cuyos nombres siguen figurando, más de un siglo después del Desastre de Annual, en una enorme placa de mármol sobre la escalinata del antiguo Hospital de la Cruz Roja de Melilla por su “humanitaria labor” de asistir a los heridos y enfermos en el frente, capitaneadas por la Duquesa de la Victoria.
O como Juana Martínez López, la cantinera de Batel, quien, en el dramático verano de 1921, cuando estalló la guerra que desencadenaría días más tarde en el Desastre de Annual, optó por no huir hacia Melilla, “como hacían todos”, sino dirigirse junto a uno de sus hijos hacia Monte-Arruit, el centro de la batalla, para ayudar a los soldados españoles.
“Acabó siendo enfermera, acabó siendo madre, acabó disparando… acabó haciéndolo todo”, rememora en declaraciones a Efe la cineasta melillense Ceres Machado, directora de la compañía Sibila Teatro, que el próximo sábado, justo el día después del Día Internacional de la Mujer, representará sobre las tablas del Teatro Kursaal-Fernando Arrabal una obra dedicada a la heroica cantinera.
Esta es una de las principales actividades que la Ciudad Autónoma ha organizado este año por el 8M, en la que los melillenses se han volcado, conscientes del valor de Juana Martínez López, reconocido también en aquel momento por el Ejército y la prensa de la época, que le dedicó sendas crónicas a su muerte ocho años después del Desastre.
Mujeres “invisibles”
Pero el importante papel que tuvo la cantinera y ese “sentimiento patriótico tan fuerte” han quedado “invisibilizados” en la historia, al igual que ha sucedido con otras muchas mujeres que, sin formar parte del ámbito militar, “estaban de otra manera en las guerras” y terminaron siendo sus “grandes cimientos”.
Y ello “fuera de la violencia, fuera de la agresividad”, porque Juana, como tantas mujeres desde otras posiciones, no eran combativas en la guerra. Lo que hacían, recalca Ceres Machado, era ayudar.
Hasta tal punto, que la cantinera no solo “fue soporte y socorro” de todos los que estaban en el frente, entre ellos el teniente coronel Primo de Rivera, que murió en sus brazos, sino que también su testimonio fue clave para la elaboración de los informes posteriores sobre el Desastre de Annual, como el Expediente Picasso.
Para Ana Jiménez, que da vida a la cantinera de Batel en esta obra de teatro, el homenaje que se hace a Juana Martínez López y a las mujeres de la guerra con esta iniciativa va más allá y se extiende “a todas esas madres luchadoras, que se ponían el mundo por montera y que tiraban para adelante con todo”, muchas de ellas en solitario por ser viudas.
Sin embargo, “han pasado desapercibidas durante la historia porque era lo que les tocaba hacer, era lo que estaba establecido, lo que todo el mundo pensaba de ellas”, una labor que, con iniciativas como esta, se quiere reconocer, máxime porque “esas mujeres cuidadoras y responsables no se quejaban. Al contrario: lo hacían siempre con una sonrisa”.
Una heroína
La actriz melillense, en su primer papel protagonista, lo dice convencida a pesar de que interpretar a la entrañable cantinera le está costando no pocas lágrimas, como las que justo antes de la entrevista ha dejado escapar junto a Ceres Machado mientras ensayaban la escena en la que Juana vive la muerte del primero de los cerca de 9.000 soldados que cayeron en el Desastre de Annual mientras lo cuidaba.
Juana Martínez López estuvo a punto varias veces de engrosar la cifra de víctimas en aquella guerra, en la que “fue una heroína sin estar armada, aunque se llegó a armar ella también”, apunta Ceres Machado poniendo el acento en el nivel de compromiso de la protagonista de su obra al tomar de decisiones para las que no había sido instruida, a diferencia de los militares.
Pero también por el hecho de tener que hacerlo “por dos”, al estar allí, en mitad de la guerra, con su hijo. De ahí la admiración de la directora por esta mujer y su pregunta sobre “qué decisiones hubieran tomado esos grandes capitanes, esos grandes militares, si sus hijos hubieran dependido también de ellos” en el frente.
Esta cuestión, como tantas otras, “pasa muy por encima” y “no se tiene en cuenta”, en opinión de Ceres Machado, que cree de que el espacio que ocupó Juana Martínez López en aquella guerra fue mucho mayor del que la historia le ha terminado dando.
La otra cara de la moneda es el cariño y el respeto que, casi un siglo después de su muerte, sigue demostrando Melilla por Juana Martínez López, la cantinera de Monte-Arruit, cuya historia y la de tantas mujeres de la guerra, “merecen ser homenajeadas y contadas en un mes de luz como es el 8M”.