El pasado día 13 de febrero El Mundo publicó un artículo titulado ‘Los cien días en los que el sultán quiso echar al mar a los cristianos de Melilla. Entonces nos defendimos con todos los medios y ahora no lo hacemos’.
El análisis trata sobre el asedio de cien días que sufrió la ciudad autónoma a finales de 1774 y principios de 1775, del que ahora, precisamente, se cumplen 250 años, y su relación con la asfixia económica que pretende, durante los últimos años, el Rey Mohamed VI, con una estrategia que comenzó con el cierre de la aduana comercial el día 1 de agosto de 2018.
Pero vayamos por partes. El 9 de diciembre de 1774 el sultán marroquí Sidi Mohamed Ben Abdalah, lanzó su ataque contra Melilla. Eran 40.000 hombres a las órdenes del sultán con las intenciones de iniciar un nuevo ataque contra las ciudades españoles en el norte de África. Poco antes, Mohamed III había advertido a Carlos III, que reinaba en España desde 1759, que estaba dispuesto a mantener los términos del Tratado de Perpetua Paz, firmado en 1768, pero que se sentía "esclavo de la obligación religiosa" de expulsar a los habitantes cristianos instalados en un territorio que consideraba suyo.
Desde que España había conquistado Melilla, en 1497, se habían sucedido los ataques de las tropas musulmanas, que se intensificaron desde que, a finales del siglo XVII, los alauíes tomaron el poder. Entre los numerosos ataques a los territorios de España en el norte de África, empero, ninguno tuvo la repercusión de este, ya que, durante esos cien días, las tropas de Mohamed III fueron incapaces de tomar la plaza a pesar de que esta apenas contaba con 700 efectivos. Poco después, llegaron refuerzos de la península enviados por el Rey y encabezados por el mariscal John Sherlock.
En el artículo, el director del Observatorio de Ceuta y Melilla, Carlos Echeverría, resalta que la resistencia “heroica” de los españoles, quienes sufrieron 117 muertos y 509 heridos, dejó como principal legado que Melilla nunca volvió a sufrir otro sitio, por lo que, sin duda, tuvo un efecto disuasorio en el futuro.
Eso sí: tal como remarca éste en La Lectura, “dicha actitud de permanente insatisfacción” por parte de Marruecos, tanto antes como después de la creación en 1956, “ha sido una constante hasta la actualidad”.
De la misma opinión es el periodista Ignacio Cembrero, corresponsal muchos años en Marruecos, quien apunta que, desde 2018, el actual Rey de Marruecos ha puesto en marcha “una estrategia de asfixia económica” a las dos ciudades españolas, especialmente a Melilla, con el cierre de la aduana ese año pese a que llevaba funcionando más de un siglo y medio. Sin embargo, no hubo ninguna protesta por parte del Gobierno de España.
“La gran diferencia es que Melilla entonces se defendió con todos los medios a su alcance y hoy en día no se defiende. No hablo evidentemente de medios militares, no se trata de entrar en guerra ni muchísimo menos, pero hay otras formas que tanto el Gobierno central y el de la Ciudad Autónoma, e incluso la sociedad civil y los empresarios de Melilla, no han sido capaces de utilizar en su defensa", explica el periodista.
Y es que, tal como él argumenta, teniendo en cuenta, sobre todo, que tanto Melilla como Ceuta forman parte de la Unión Europea (UE), se podría haber denunciado a Marruecos ante la Comisión Europea. Si ello no hubiera dado resultado, se podría haber llevado a la Comisión Europea ante el Tribunal de Justicia de la UE por permitir que Marruecos incumpliera el pacto con el cierre de la aduana. Aunque la vía podría haber sido larga, el periodista cree que habría dado resultado.
Echeverría también destaca que los territorios españoles españoles en el norte de África son parte de la UE, por lo que, a su parecer, “la presión marroquí sobre ellos resulta inaceptable en relación con el Derecho Internacional”.
“Para conseguir atraer la atención y el compromiso del resto de países comunitarios, el Gobierno debería demostrar que tiene las ideas muy claras y que le interesa mucho el futuro de ese rincón de España. Hay que hacer un gran trabajo de pedagogía primero en casa, ya que Marruecos sí que hace el suyo y trata de convencer a todo el mundo de que las situación de Ceuta y Melilla es algo anormal, que no tiene razón de ser que al otro lado del Estrecho haya un territorio español cuando se supone que todo tendría que ser territorio marroquí. Y esas maniobras lamentablemente tienen eco entre algunos círculos de nuestros compatriotas que, dado que Marruecos se está convirtiendo en un dragón económico en la zona, ven una ventana de oportunidades. Y para aprovecharla, temas como el de Ceuta, Melilla o incluso el del Sáhara Occidental, es preferible que sean marginales o incluso inexistentes”, explica.
El profesor recuerda que, además de la vía propagandística, Marruecos dispone de otras herramientas para presionar a las ciudades autónomas, como la inmigración irregular, el narcotráfico o la radicalización ‘yihadista’. También anota Echeverría que el marroquí es un régimen autoritario que no deja oír las voces contrarias, y que parare que “por haber sido durante algunos años potencia colonial le debemos algo a Marruecos”.
Para solucionar todo esto, insiste en que hay que hacer entender, a los españoles y a todos los europeos, que “Ceuta y Melilla son tan importantes como Amsterdam, Dublín o Madrid, es decir, que son territorio español y comunitario, una zona de aplicación del derecho de la UE y de los derechos humanos”.
Poco después, en marzo de 2020, el cierre de la frontera a causa -oficialmente-del covid19 supuso un grave perjuicio para los habitantes de las dos ciudades autónomas, así como de los trabajadores transfronterizos y de las porteadoras. Tal como explica el periodista, “Marruecos tiene derecho a acabar con el porteo, el contrabando, el comercio atípico, o como lo quieras llamar, porque entre otras cosas es algo indigno para las mujeres porteadoras. Ahora bien, hay que tener en cuenta que ese comercio probablemente en el pico más alto con Ceuta llegó a mover unos 700 millones de euros al año. Y eso no se puede cortar de la noche a la mañana”.
Sin opción ni previsión alternativa, el cierre de las fronteras demostró que no existía un programa, o un plan, para que las dos ciudades autónomas no dependieran del comercio con Marruecos. Eso opina, al menos, Echeverría, para quien “el abandono del Estado a sus dos ciudades en el norte de África se ha venido dando históricamente desde la Ttransición, independientemente del Gobierno que estuviese en el poder”.
Así pues, a las ciudades autónomas, opina, no les queda otra que “reinventarse” y, como asegura con frecuencia, “mirar al norte”. “A pesar de las dificultades y de que la vecindad marroquí está plagada de trampas y obstáculos, no hay que rendirse, porque son dos ciudades plenamente españolas que tienen muchas oportunidades de crecimiento y que deben interactuar más con el resto de la península y con la UE", reitera.
En cualquier caso, concluye el director del Observatorio de Ceuta y Melilla, cuando han pasado 250 años del asedio del sultán, “desde su independencia, Marruecos es un país incómodo con todos sus vecinos”, ya que reclama parte del territorio de Argelia y durante años no reconoció a Mauritania, por al igual que las ciudades autónomas, considerarla una zona de influencia del sultanato.