Campanarios y minaretes
Aunque los europeos asocian la imagen de la cigüeña blanca (Ciconia ciconia) a los campanarios de las iglesia, esta gran ave es también habitual en el norte de África, donde las iglesias son escasísimas. De hecho, aquí en este lado del estrecho en muchas ocasiones aprovecha los minaretes de las mezquitas para instalar su nido. La curiosa parada nupcial que realizan las cigüeñas en sus nidos, pues, es una escena también habitual en los pueblos y ciudades de Marruecos. De hecho, en Berkane, una ciudad no muy distante de Melilla, existe una gran colonia de cigüeñas, aunque en esta ocasión no aprovechan las construcciones humanas para anidar sino que lo hacen en un grupo de eucaliptos urbanos.
Repiqueteos de amor
Una de las peculiaridades de esta especie es que se empareja por toda la vida; ésta es la razón por la que su cortejo nupcial es tan aparatoso, pues cuando se reúne la pareja en primavera para volver a criar tienen que volver a encender la llama del amor un año más. Esto se consigue después de un elaborado y arduo proceso, en el que la pareja hace sonar sus grandes picos con un repiqueteo muy característico mientras contorsionan sus cuellos, además de ofrecerse ramas del nido en construcción a modo de ofrendas y realizarse carantoñas unas a otras. Los ciudadanos de las urbes donde anidan estas aves se convierten en inesperados espectadores de estos pequeños espectáculos que realizan las cigüeñas puntualmente cada primavera, y la curiosidad y admiración que despiertan hace que estas aves sean respetadas en todos los lugares donde habita.
Cuentos y leyendas
La historia en común de estas aves con el hombre surgió al parecer en la Edad Media, cuando se despejaron extensas zonas boscosas en Europa para dar paso a la agricultura. Estas zonas abiertas permitían a las cigüeñas el acceso a las pequeñas presas de las que se alimenta, y rápidamente aprendieron a convivir con el hombre y a aprovecharse de sus altas construcciones para anidar, y a seguir a los agricultores en sus labores para cazar las abundantes presas que habitaban en las tierras aradas. Así, muy pronto los nidos de cigüeñas pasaron a formar parte del paisaje rural de toda Europa durante muchos siglos, y la cigüeña se convirtió en una de esas especies “amigas”, convirtiéndose en la protagonista de multitud de cuentos y leyendas. Una de ellas, la de que las cigüeñas son las que traen a los bebés a casa, son un ejemplo de la vinculación de esta especie con la Humanidad, y del respeto de los humanos por ellas.
Cigüeñas sobre Melilla
Las cigüeñas son aves migratorias, y en Melilla, por ser una zona de paso, tenemos la suerte de poder contemplar cada otoño y primavera grupos de centenares de estas aves surcando el cielo en perfecta formación sobre la ciudad. Es más habitual verlas en primavera, cuando vuelan hacia el estrecho para pasar a Europa, y suelen volar bastante alto, por lo que lo ideal para observarlas es buscar un buen oteadero despejado y alto, como las elevaciones de la zona de Rostrogordo. Si el paso de estas aves por Melilla coincide con fuertes vientos de poniente será una buena oportunidad para observarlas, pues el viento las obliga a bajar de altura y en alguna ocasión a pararse en los tejados de la ciudad.
Descanso en la Mar Chica
Las cigüeñas cazan sus pequeñas presas tanto en llanos cultivados como en lagunas poco profundas, donde busca ranas e invertebrados acuáticos. Por tanto son una de las muchas especies de aves que aprovechan la laguna de la Mar Chica para descansar y aprovisionarse antes de seguir su ruta migratoria. Esta parada y fonda en la laguna es otra buena oportunidad para observar la gracilidad y elegancia de estas aves, pues no anidan en Melilla. La situación estratégica de la laguna, enclavada en la ruta de las aves migratorias que cruzan el Estrecho, la convierte en un lugar muy importante para estas aves, y está marcado en su memoria genética, por lo que su buen estado ecológico es también vital para estas aves tan ligadas a nuestra historia.