El nacimiento de Jesús, de noche, en un establo de Belén, como el más humilde de los hombres, ha marcado la historia de la humanidad, en la que supuso un antes y un después. De hecho, hasta se cifra el tiempo a partir de ese momento, de manera que toda la cristiandad, todo occidente, vive actualmente en el año 2024 desde aquel acontecimiento. La influencia de esa nueva religión ha sido fundamental en toda Europa, cuyas raíces se hunden precisamente en el cristianismo y así puede observarse en las magníficas construcciones que se encuentan diseminadas por todo el continente, como también en el arte: en la música, en la pintura, en la escultura...
Y todo parte de un momento especial en el que un niño viene al mundo cuando sus padres están huyendo de la orden de Herodes el Grande de matar a todos los bebés varones ante la alarma que le supuso saber que en su territorio nacería el rey de reyes. La Sagrada Familia intentó descansar en una posada pero no había sitio, así que la mandaron al establo. Y allí, rodeado por un buey y una mula, Jesús abre por vez primera sus ojos al mundo, un mundo que él cambió y al que redimió en la Cruz.
Eso es lo que esta noche se celebrará en cada hogar cristiano de Melilla, aún cuando para muchos reunirse en torno a una mesa con la familia no sea más que una tradición, parte de la cultura heredada de sus ancestros, que se ha ido adaptando a los tiempos. Por ejemplo, en Nochebuena ahora llega Papa Noel, una costumbre anglosajona que se ha ido introduciendo en España en los últimos cuarenta años y que hoy es una parte más de la conmemoración.
Durante las últimas semanas, todas las familias han ido haciendo sus compras para la cena más emotiva del año. Se trata de servir los mejores platos y, sobre todo, de la reunión familiar en la que los niños son protagonistas, tanto por los nervios por la llegada de Papa Noel como por el canto de los villancicos al ritmo de las panderetas y las zambombas, aunque estas últimas cada vez son más difíciles de encontrar.
La Navidad, además, está íntimamente ligada a los deseos de paz, de armonía, de unidad, de solidaridad que surgen por doquier. La sociedad melillense se vuelca para colaborar con las personas más vulnerables y hace galas benéficas, ensayos solidarios de las cofradías, recogida de juguetes y cuántas cosas sean necesarias para contribuir a aliviar en lo posible las necesidades ajenas.
Además, toda la ciudad se viste de fiesta, de luces, de alegría. El centro, sobre todo, es un hervidero y la Ciudad Autónoma organiza decenas de actividades para festejar estas fechas tan señaladas. Melilla cuenta con el Belén a tamaño natural más grande de toda África y buena parte de Europa, visitado por miles de personas durante el mes en que abre sus puertas a todos los ciudadanos, independientemente de sus creencias religiosas.
Es Navidad y se nota en las calles de la ciudad, donde decenas de edificios se iluminan de un modo especial por parte de los vecinos y la Plaza de las Culturas reúne un mercadillo donde encontrar desde arte hasta dulces típicos, sin contar con la celebración de la Zambomba que se cruza con la procesión que lleva la Luz de Belén hasta el Nacimiento, donde queda depositada en los pies de ese recién nacido que cambió el mundo.