Este lunes se conmemoró el Día Internacional del Pueblo Gitano con un acto institucional en el Palacio de la Asamblea con presencia de representantes de todas las comunidades religiosas de Melilla.
Allí se cantó el himno gitano, ‘Gelem Gelem’, que fue instaurado en el año 1971, y posteriormente se llevó a cabo simbólicamente la llamada ‘Ceremonia del Río’, que consiste en arrojar pétalos de flores en las orillas de los ríos "simbolizando la diáspora y éxodo del pueblo gitano, de oriente a occidente, del Punjab a la Península Ibérica, pero también se reivindica su ciudadanía europea y del mundo.
Fue, sin lugar a dudas, un emotivo acto con una comunidad a la que, no por no ser tan numerosa como otras en la ciudad, hay que dejar de lado.
Se trata de una etnia que históricamente ha sido repudiada y que ha transitado de país en país, por no tener el suyo propio, desde sus orígenes, en la zona de la India. Además, pese a que alrededor de medio millón de gitanos fueron exterminados durante el período nazi en Alemania, nunca se ha oído que se les deba recompensar de alguna manera. Jamás han exigido una tierra propia, sino que han ido amodándose a los lugares adonde iban llegando.
En algunos de ellos, han impregnado su cultura y estos países han llegado a considerarla como propia. Tal es el caso, sin ir más lejos, de España, donde han estado presentes desde el siglo XV –más en las zonas del sur de la Península Ibérica–.
A los gitanos debemos, entre otras cosas, algo tan español como la guitarra y el flamenco, manifestaciones artísticas con las que se nos relaciona con facilidad fuera de nuestras fronteras.
Sin embargo, a los gitanos, aún hoy en día, se les asocia con la pobreza en muchos sitios y en no pocas ocasiones sufren un racismo que proviene, en gran parte, de estereotipos en función de asuntos que casi nunca tienen que ver con ellos.
Por ese motivo, quizás, históricamente no han estado tan integrados en la sociedad como otros pueblos, pero ya va siendo hora de poner fin a esto. En pleno siglo XXI, no es de recibo mantener actitudes racistas que muchas veces tienen que ver más con los prejuicios.
En muchas ciudades españolas, además, viven aislados en sus propios barrios, casi podríamos decir que en guetos, y no se les presta la atención debida.
Por eso, conmemoraciones como la de este lunes tienen la utilidad de recordarnos que el pueblo gitano convive con los demás; que son, como todos, seres humanos a quienes hay que respetar. El racismo, sea contra quien sea, es una lacra que hay que erradicar.