Melillenses, ceutíes y andaluces lideran el acceso al Ingreso Mínimo Vital en España. La lista la encabeza nuestra ciudad, con un 13% de beneficiarios de una ayuda que cuesta muchísimo pedir y aún más recibir.
Que seamos la autonomía que proporcionalmente tiene un mayor número de beneficiarios del Ingreso Mínimo Vital debería preocuparnos y aliviarnos a partes iguales. Por un lado demuestra que en esta ciudad hay personas que cumplen con todos los requisitos en mayor medida que en el resto de España.
De eso hablan las cifras de pobreza que hemos publicado en los últimos días y que, entre otras cosas, señalan que Melilla ha liderado entre 2015 y 2021 el ranking de personas vulnerables en nuestro país.
Pero por otra parte, este 13% de beneficiario del Ingreso Mínimo Vital demuestra que los Servicios Sociales funcionan y que están prestando atención a las familias adjudicatarias de una ayuda que en el resto de autonomías es incompatible con otras subvenciones y que también cuesta mucho cumplir los requisitos y solicitarla.
Que tengamos un 13% de beneficiarios habla de atención a las personas en riesgo de exclusión en Melilla, pero también de la cronificación de la pobreza en la ciudad.
Partíamos de cifras desfavorables y la pandemia primero y la inflación provocada por la guerra de Ucrania después han puesto cuesta arriba el objetivo de rebajar las tasas de pobreza en Melilla.
Hay una generación de jóvenes en esta ciudad que ha nacido a principios de siglo y cuya vida está marcada por las grandes crisis del mundo Occidental: la caída de las Torres Gemelas en 2001, la crisis del ladrillo desde 2008, el coronavirus en 2020, el cierre de la frontera entre España y Marruecos también en 2020 y la guerra de Ucrania de 2022 con sus consecuencias nefastas sobre la economía: subida de la inflación y de los precios de los combustibles, pero sobre todo, de los alimentos.
Para esos jóvenes que no conocen otra cosa que no sean las crisis que han vivido no hay un sueño que perseguir sino una crisis de la que huir. Es a ellos a los que debemos transmitir esperanzas. Y eso solo es posible con Gobiernos que se comprometan a luchar por una generación que merece disfrutar del Estado de Bienestar, pero sobre todo, que quiere trabajo digno, sueldos justos e instituciones transparentes.