Créanme si les digo que escribir estas líneas ha sido uno de los episodios más tristes que he tenido que afrontar en todo el tiempo que llevo dedicada al mundo de la historia y en particular a la militar.
Después de dar muchas vueltas a como titularlas, para no dar demasiada rienda suelta a mis sentimientos, me he decantado por esta frase del historiador Tito Livio porque creo que es la mejor denominación que se puede dar a lo que me ha ocurrido.
Quien me conoce sabe de mi interés por nuestro cementerio y las historias que sus muros guardan desde hace siglos. Esto no es de ahora, ni de hace unos pocos años, por cuestión de efemérides, viene de mucho tiempo atrás.
Era una niña cuando acompañaba a mi padre en el Día de los Santos a visitar los panteones militares. Fue entonces cuando se despertó en mí la curiosidad y el interés por nuestro camposanto. El paso de los años fue acrecentando ambos junto a mi vocación de investigadora, cuyos resultados he compartido a través de conferencias, dentro y fuera de Melilla; de varias publicaciones y colaboraciones en la prensa escrita y en televisiones locales.
La primera de ellas fue el 12 de febrero de 1989, siendo todavía alumna de Geografía e Historia en la UNED, cuando junto con mi amiga y compañera Drifa Mohamedi Al-lal firmábamos un pequeño artículo en Melilla Hoy, recordando el aniversario de la muerte del brigadier Manuel Villacampa del Castillo cuyos restos descansan en el Galería Nueva del cementerio de la Purísima Concepción.
A esta han seguido muchas más, y aquí tengo que dar las gracias a los medios de comunicación locales por permitirme escribir como Melilla Hoy y El Faro. A Begoña Rubio, por “Un cementerio con historias” en Onda Cero; y a Francis Alemany y sus “Historias Enterradas” en TVM, en los que he podido contar muchas de esas historias que permanecen ocultas tras el mármol de sus tumbas o nichos. Si olvido a alguien en estas colaboraciones, le pido disculpas.
La memoria de los fallecidos en las Campañas Militares. Crónica de una labor de varios años
El pasado día 1 de junio en Alhaurín de la Torre se ha presentado una base de datos que recoge la información de miles de personas fallecidas durante las Campañas Militares en la zona del Rif.
Creo necesario, dado lo acontecido, hacer un poco de historia y retrotraerme en el tiempo y con una breve síntesis de cómo empieza mi trabajo en común con Eduardo Sar Quintas.
Allá por 2005 recibo una llamada del entonces presidente de la Asociación de Estudios Melillenses, Jesús Miguel Sáez Cazorla para asistir a una reunión en la Comandancia General con el fin de tratar un tema relacionado con los militares fallecidos en las Campañas.
No pueden imaginar lo que sentí en ese instante, mi corazón empezó a palpitar con fuerza, llena de ilusión porque habían pensado en mí, de manera oficial, para algo que me apasionaba tanto.
En el despacho del entonces Comandante General fue donde conocí al cabo primero Eduardo Sar Quintas. Tras las presentaciones de rigor nos explicaron qué se pretendía hacer y si estábamos dispuestos a ello. Sin dudarlo dijimos que si. Era una misión difícil, a la par que emotiva y necesaria.
Aunque existía un trabajo previo, nosotros decidimos dejarlo a un lado, sin que con ello pretendiésemos desmerecer el esfuerzo de otras personas y así, partir de cero. Previa autorización de la Consejería de Medio Ambiente y de su titular Ramón Gavilán Aragón, persona por la que siento un gran cariño y admiración, dieron comienzo largas jornadas en las oficinas del cementerio consultando los libros de registro, hoja a hoja, nombre a nombre. Aún no se había procedido a la digitalización de los mismos; eso llegó muchos años después.
De esta labor pueden dar buena cuenta los administradores como Tomás Tomé y Mariano Carralero, que siempre nos han tratado con gran cariño y dándonos todo tipo de facilidades. Gracias por vuestra colaboración al igual que el personal auxiliar, especialmente a “mis queridas Toñis”.
Próximo a conmemorarse el I Centenario de la Campaña de 1909 el Comandante General César Muro Benayas nos citaba en su despacho para hacernos un encargo. Deseaba que se llevase a cabo una publicación en la que pudieran ser recogidos todos los fallecidos en la misma.
Por unos meses aparcamos el otro trabajo y nos dedicamos a esta labor. Verán que siempre hablo en plural porque desde un primer momento y hasta hace escasamente unas semanas siempre, siempre he trabajado en equipo con Eduardo Sar Quintas.
En enero de 2010, presentábamos 'Nombres para la historia militar de España'. Podía ser considerado como un ensayo de ese gran recopilatorio en el que seguíamos inmensos y tanto nos ilusionaba.
Las visitas realizadas al Registro Civil de Melilla, donde personalmente conté con la gran colaboración de Juan Carlos Aragón Mendoza, nos hicieron comprender que los datos no eran los mismos. Había errores, omisiones, etc.
Queríamos que nuestra labor fuese lo más veraz posible. Comenzaba entonces una nueva fase en la que intentamos contactar con los “posibles” lugares de origen de estas personas. Y digo posibles porque en muchos casos los datos que recogía el libro de registro del cementerio no eran correctos a tenor de la información que desde dicho ayuntamiento o registro civil se nos remitía. Había días que en el buzón de mi casa podía tener del orden de ocho o diez cartas. También utilizamos como vía de contacto el fax y los emails. En casa guardo miles de ellos.
En la época de redacción del libro sobre la Campaña de 1909 se une el teniente Moreno Lara como informático. Él iba a ser el encargado de crear una base de datos con toda la información personal recogida, que complementaría un libro con más contenido literario. Esa fue la idea y el acuerdo al que llegamos, al menos así lo entendí yo. Evidentemente el tiempo me ha demostrado que “las palabras se las lleva el viento”.
Eduardo me decía que enviaba periódicamente información a Moreno para volcarla en la base de datos. Información de las hojas de servicio que él había pedido a los archivos militares, búsquedas en diarios oficiales y otros datos que las investigaciones que realizábamos juntos servían para confirmar y autentificar el trabajo.
Para mi todo esto era normal. No tenía por qué pensar nada malo ni distinto a lo que se había pactado verbalmente.
Mientras tanto yo me nutría de lo que en Melilla había. De la parte del Archivo Intermedio, al ser Eduardo personal de allí, me lo proporcionaba él, pero a mí me encantaba, cada vez que podía visitar la Biblioteca Militar y estar allí largas horas consultado bibliografía, Diarios Oficiales y todo cuanto había a mi alcance.
A todo el personal desde los directores, que he conocido unos pocos, hasta los auxiliares quiero darles las gracias por su buen hacer y sobre todo por la paciencia que han tenido conmigo y el cariño con el que me han tratado.
Durante estos años hemos colaborado con muchas personas que nos han pedido ayuda. Algunos para la edición de libros como mi querido y admirado paisano Gerardo Muñoz Lorente, en cuya obra “El Desastre de Annual” ha dado buena cuenta de ello y otras a título particular en la búsqueda de información sobre sus familiares fallecidos.
Problemas de índole personal me obligaron a aparcar, temporalmente esta labor, o más bien a no dedicarle todo el tiempo que yo hubiese deseado. Pero a pesar de ello durante todo el 2021 a través de redes sociales y más concretamente en el grupo creado por mi en Facebook denominado Melilla: Cementerio de Héroes, he dedicado post a los fallecidos en esta Campaña de tan triste recuerdo para todos. Al final de cada publicación figuraba también el nombre de Eduardo Sar Quintas, como no podía ser de otra manera.
Hace unos días he vuelto a retomar esta actividad que para mi es sumamente gratificante a la par que necesaria porque considero que los nombres de estas personas deben ser conocidos y salir de ese olvido que ninguno deseamos.
A grandes rasgos esta es la historia de cómo empieza mi labor de investigación, que continuará en el tiempo, si Dios me da salud para ello.
Se presenta la aplicación informática de las Campañas del Rif
Hace unas semanas recibo un mensaje a través de Twiter de una persona muy interesada en estos temas y que también lleva tiempo trabajando en él, en el que me envíaba el cartel anunciador de la presentación de la aplicación informática, antes citada de los fallecidos en las Campañas del Rif. Le resultó extraño no ver mi nombre entre los investigadores.
Más extrañada y sorprendida quedé yo cuando vi el citado documento ya que desconocía por completo que este evento se iba a llevar a cabo. Sin dudarlo un instante me puse en contacto con las personas “protagonistas” del mismo para obtener una explicación del por qué de mi “omisión”. Permítanme que no entre en detalles de lo hablado en sendas conversaciones telefónicas. Si he de decir que siempre con la mayor educación y respeto.
Indagando un poco pude saber que desde hacía varios meses se había buscado apoyo en Melilla para llevar a cabo dicho acto. Aún me sentí peor porque estas negociaciones se habían hecho aquí y yo sin saber absolutamente nada. Ni que decir tiene que Eduardo Sar no me hizo ni la más mínima referencia a ello en ninguna de nuestras conversaciones ni personales ni telefónicas. ¡Silencio total!
Podrán entender que estas líneas están impregnadas de una gran decepción por lo vivido en estos últimos días. Jamás, y recalco jamás lo habría imaginado. Me considero una persona respetuosa con el trabajo de los demás. Valoro mucho todo aquello que se realiza para dar a conocer nuestra historia, desde cualquier aspecto y mucho más a las personas que dedican su tiempo a ello. Es cierto, que lo realmente importante es dar a conocer nuestro pasado, o como en este caso que se sepa, de una vez quienes fueron los valientes que dejaron la vida en suelo africano.
Pero conmigo, con Isabel Mª Migallón Aguilar, no se ha actuado con lealtad. Se ha faltado a una verdad que ha venido fraguándose durante diecisiete años. Nunca he buscado protagonismos, nunca he pretendido ni he hecho alarde de conocimientos, porque considero que los que poseo no es para ello y porque mi forma de ser tampoco me lo permite. Solo he querido y sigo en la misma idea, de “poner mi granito de arena” en la misión que un día se nos encomendó para que los fallecidos en las Campañas del Rif tuvieran el lugar que merecen.
Es evidente que mi nombre no figura en el cartel de una presentación por la deslealtad de quien lo ha decidido así, lo ha ignorado. Pero hay algo mucho más importante que nadie podrá quitarme nunca y es la satisfacción personal de lo hecho hasta ahora y las ayudas que con ello he podido prestar aportando luz a quienes durante años con respecto a sus familiares no la tuvieron.
Perder una batalla no significa perder la guerra. Algún día el destino hablará y mostrará la verdad. Esta es la mía, la que yo he vivido y de cómo me siento después de lo que considero y a decir también de muchos, una traición.
Con esta acción se ha empañado una maravillosa y entusiasta labor. Los fallecidos no son patrimonio de nadie en particular, porque forman parte de la historia militar de España. Ellos y solo ellos son los verdaderos protagonistas de todo.
De corazón deseo que su esfuerzo y su trabajo, que en parte lo es mío, tenga éxito y que ¡por fín! aquellos que un día ofrendaron el bien más preciado que tenemos, la vida, sean mundialmente reconocidos.
Por eso quiero expresar públicamente mi ENHORABUENA a Francisco Moreno Lara con quien en estos días he tenido más de una conversación para que quedasen muchas cuestiones lo más claras posibles. No cabe duda que ambos hemos sido engañados por la misma persona. Creo que no es necesario que vuelva a repetir su nombre.
Yo, mientras tanto, seguiré trabajando con mayor o menor acierto, aportando como he hecho hasta ahora mis escasos conocimientos pero con un firme deseo, el que me he movido siempre DAR A CONOCER SUS NOMBRES.
Ahora seguiré en solitario porque ya lo dice el refrán: “Más vale solo que mal acompañado”.
Y a quien ha organizado toda esta trama de mentiras decirle que verdaderamente logró engañarme con sus buenos modales con sus palabras de que el trabajo seguía adelante mientras yo intentaba buscar quien tuviera quisiera publicarlo. Siempre he sido leal y honesta, aunque haya cometido, como cualquier ser humano, más de un fallo.
Para mi trabajar en equipo significaba y significa que cada cual aporta su parte, pero jamás uno es más que otro y mucho menos tergiversando la realidad como esta persona ha hecho.
Nunca hasta ahora he dicho nada al respecto sobre quien hacia qué en este Equipo de trabajo. Pero si vamos a ser honestos y sinceros he de decir que de esos cuatro libros, bueno cinco, porque el de la historia de la Comandancia General de Melilla no se si se ha registrado también con mi nombre, yo he sido quien los ha escrito, con peor o mejor acierto, con una buena o mala redacción. Basándome siempre en las aportaciones documentales que recibía de esta persona y otras que yo también he buscado. No es lícito que se atribuya la autoría y que diga que incluía mi nombre poco menos que por lástima. ¡Falta usted a la verdad y lo sabe bien!
Lo que no acierto a entender y eso me atormenta es que le ha llevado a hacer esto, a insultarme y criticarme en privado. A mentir sobre mi trabajo.
Como creyente confío en la Justicia Divina.
Hoy día la verdadera amistad es un bien escaso y usted, créame, que ha perdido una amiga.
Agradezco de corazón a todas las personas que me han escrito y llamado por teléfono mostrándome su apoyo. Cada palabra ha sido un bálsamo para mi en estos momentos de dolor, rabia e indignación.
¡Muchísimas gracias a todos!
No puedo finalizar sin tener un recuerdo para quienes un día me atraparon con sus historias, con sus gestas heroicas. Muchos de sus nombres eran totalmente desconocidos para mi, al igual que sus familias. Poco a poco me vi atrapada en una maravillosa tela de araña de la que no pienso salir nunca.
¡Honor y Gloria a nuestros Heroicos Soldados!
Hola Isabel. Soy Juan J. Aranda. Apenas supe de la conferencia en Alhaurín, ardía en deseos de acudir a ella. Cuando llegué, lo primero que hice es manifestarle mi extrañeza de no ver tu nombre junto al de Eduardo, y apurándome un poco también el de José Luis, porque la realidad es que parte de esa base de datos se la proporcionó éste a Eduardo, y misma fue confeccionada por los capitanes de varios cuerpos copiándo de los libros del Cementerio en el interior de de coches militares en la misma explanada del Cementerio. Cuando le comenté al responsable y presentador ese error, me contestó que estaba en un error, porque ese trabajo era de Eduardo y de él; aunque mí criterio ha sido un ninguneo para todos los que se han acercado a él, pero sobre todo hacia tí. Así que, si estás líneas te sirven de algo para mitigar esa traición tan sucia, desearía que te tranquilizaras, y pienses que nuestros Héroes siempre deben quedar al margen de estos impresentables. Isabel, Isabel.
Muy fuerte. Lástima que no te dieras cuenta antes.
Yo pasé por el malo de la película por corregir un libro lleno de errores.
Lo que se haya podido decir, o informar sobre mi persona, me da lo mismo. Al final, cada uno está en el lugar que nos corresponde.
Y siento está traición. Yo he sido testigo de este trabajo.
Isabel, un abrazo.
El tiempo lo cura todo, ahora su dolor y frustración es reciente debido a la traición y a las mentiras que ha vivido en primera persona.
Pero quédese con lo positivo, un trabajo bien hecho, una gran cantidad de colaboradores honestos, desinteresados y que, con algunos les une amistad y cariño, y eso es lo que verdaderamente le debe importar más que la traición que ha sufrido.
Son las miserias del ser humano que continuamente se manifiesta y como consecuencia, nos hacen ser más cauto y desconfiados cuando volvemos a emprender una nueva singladura.
¡Adelante !