Sara Harb ha podido ser ingeniera, escritora y cineasta solo "viviendo intensamente". Desde muy jovencita, esta hija de libaneses inmigrantes, que creció en la isla colombiana de San Andrés en el Caribe, logró "definirse como mujer" dentro de la cultura musulmana porque comprendió que solo la educación la haría "competente y libre".
Pero, si la pones escoger entre la Sara, escritora, y la Sara, cineasta, no sabría dividirse, porque hace poesía, y la poesía es "lo más cercano" que hay al cine, que es de un "lenguaje metafórico". Tampoco podría separar lo que ha heredado del Oriente y de América Latina porque precisamente esa mezcla es la que la define como "una árabe del Caribe".
Su carácter de "extranjera" la ayudó a descubrir un mundo "muy distinto" al Líbano musulmán del tiempo de sus padres. De hecho, ha sido "un poco caminante", resalta en exclusiva a El Faro la creadora que después de estudiar Negocios en Bélgica, fue a aprender de cine en Estados Unidos y en España, y desde entonces no ha parado de recorrer el mundo.
Pero ya desde los seis años, Sara había sido "atrapada" por el séptimo arte. Como su padre era musulmán y "no tomaba, no fumaba, y no iba a fiestas caribeñas", acudía "todos los días del año" al cine. Por tanto, también acudía Sara.
Ahora, después de haber hecho no pocos documentales y películas, que ha "subido" a YouTube, y desde que reside en Almería, está escribiendo más de lo que hace cine porque "a mi edad no me queda mucho tiempo" y es "más fácil decir" a través de la literatura ya que en el cine, donde "afortunadamente cada vez hay más directores nuevos", es más difícil acceder a un presupuesto para una película de largo metraje.
No obstante, acostumbrada a ser "pionera en muchos sentidos", esta colombiana estuvo en Melilla durante la recién concluida Semana del Cine para buscar el respaldo de las autoridades de la ciudad para impartir talleres de escritura activa y de análisis cinematográfico, que desentrañen los oficios del cine. En pocas palabras: Sara quiere que Melilla se convierta en "un polo de alfabetización audiovisual".
La realizadora, que ejerció como docente durante 12 años en una universidad de Barranquilla, y luego siguió enseñando a diferentes comunidades a partir de la oralidad (sobre lo que aprendió mucho con el guionista francés Jean-Claude Carrière, un estrecho colaborador de Luis Buñuel, a quien tuvo "la suerte de conocer"), defiende que "el cine es el libro de hoy", pero no puede hacerse o entenderse sin sacar a las personas del "analfabetismo audiovisual".
-¿Cuál es el mejor saldo que le ha dejado en lo personal y en el profesional la mezcla entre lo latino y lo oriental que lleva en usted?
-Me ha dado una estructura personal. Me ha hecho una mujer pensante que busca su libertad siempre y que no ha comprometido sus principios ante ninguna fuerza que se oponga al sentido de lo justo y de la verdad.
-Estudió Ingeniería Industrial e hizo un máster en Negocios antes de acercarse por primera vez a una cámara. ¿Qué la motivó a convertirse en una creadora?
-Yo quería irme a estudiar Literatura a la capital de Colombia, Bogotá, pero lo que me ofrecían era ingeniería. Recuerdo que me recibí de bachiller muy jovencita; tenía 16 años para comenzar la carrera universitaria. Entonces empecé la ingeniería, también como un reto personal, porque quería demostrar que las mujeres podíamos ser ingenieras. Después hice el máster y monté una agencia de publicidad. Pero, cuando me di cuenta de que estaba poniendo mi creatividad al servicio de textos publicitarios, me fui a estudiar Literatura y Cine, que era lo que siempre yo había querido.
- ¿Qué diferencia ha notado usted entre hacer películas en Estados Unidos, Colombia o Bélgica?
-La diferencia está en el presupuesto. Obviamente, las películas de grandes presupuestos, como las que se hacen en Estados Unidos (donde también hay cineastas independientes), se ajustan a las grandes distribuidoras. En Europa, donde hay una subvención del Estado y le corresponde al director buscar el resto de la financiación para su película, hay un cine un poco más libre en cuanto a temáticas, y cineastas independientes, pero al final todo lo define la gran industria de Estados Unidos.
-¿Hasta qué punto cree que el cine latinoamericano ha evolucionado en los últimos tiempos?
-Enormemente, sobre todo en sentido técnico. Ya se hacen películas latinoamericanas que pueden competir con cualquier cinta hecha en el resto del mundo. La tecnología se ha puesto más al servicio de los cineastas, cada vez se ha posibilitado más el acceso a ellas con recursos propios y, siempre las temáticas latinoamericanas, y en especial las colombianas, reflejan la evolución de una sociedad. Entonces, son más los filmes que empiezan a ser de interés universal.
- En medio de un universo tan digital, ¿añora usted el cine analógico?
-Lo que añoro del cine analógico son sus temáticas. El cine digital es más democrático porque ya cualquier persona con un teléfono celular puede hacer una película. Sin embargo, yo considero que el cine de nuestros días trata temas muy violentos, que se preocupan más por el horror y por los aspectos negativos de la sociedad, que por los problemas fundamentales del ser, que se reflejaban antes en el cine de una manera muy poética y profunda, y no solo en el europeo, sino también en el japonés, en el de la India, en el de Egipto, o en el iraní.
-¿Cree usted entonces que hoy se hace un cine que es más para vender que para contar una historia?
-Afortunadamente todavía existen directores y guionistas (es que no hay película sin guion) independientes que tienen escritas historias que todavía no han visto la luz. Creo que siempre existirá ese cine de gran valor, profundamente humano, menos comercial. Por eso, sobrevive el movimiento de cineastas independientes y hay algunos festivales, como el de Sundance en Estados Unidos, por ejemplo, y muchas películas que se hacen en los países que no son del llamado 'primer mundo', que rescatan los valores de la identidad y la cultura, y del derecho a ser de las etnias que cubren el planeta entero. Que para mí el primer mundo no tiene que ver con una definición basada en la economía, sino con el mundo de un individuo que piensa en el ser humano.
- ¿De cuántas maneras se ha acercado usted a la emigración?
-He tratado el problema de la emigración a través de un documental sobre la emigración árabe en Colombia ('¡Amrika, Amrika!'), y de otro sobre los gitanos en el Caribe colombiano ('Rom Caribe'). Yo voy en esa línea y seguiré, porque no dejaré el cine ni la poesía, a menos que ellos me dejen a mí.
-¿Qué es lo más difícil de llevar una cinemateca, como lo hizo usted con la del Caribe colombiano?
-Conseguir el apoyo del Estado y de las empresas privadas para que se creara y cumpliera debidamente su función. Pero tuve la suerte de encontrar aliados que me permitieron hacer un trabajo importante de rescate del patrimonio fílmico allí.
-¿Cree que sería posible una vida humana sin diversidad?
-Creo que todos somos iguales: el árabe, el indio, el chino, el judío, etc., pero es la diversidad étnica la base de lo maravilloso que es el ser humano, de lo que puede contar y de lo complejo que es. Es imposible negarse a la pluralidad. No seríamos nada sin eso.