Delibes nació el 17 de octubre de 1920. Si las personas fuéramos inmortales el pasado jueves habría cumplido 104 años. Un escritor entrañable con "La capacidad de poner voces sin parodiar ni burlarse deviene de la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de entender al otro como el otro se entiende a sí mismo. Quizá por eso nadie pone voces como él a los niños y a los humildes". El Faro de Melilla entrevista a José Francisco Sánchez, periodista, doctor en Comunicación, profesor universitario y columnista en La Voz de Galicia. Autor del libro ‘Miguel Delibes, periodista’ entre otros.
-A Delibes le encantaba pasear, la naturaleza, el aire libre (tiene un libro titulado Mi vida al aire libre). "El campo es una de las pocas oportunidades que aún restan para huir", decía el escritor castellano. ¿Cómo cree usted que se sentía Delibes en contacto con la naturaleza?
-La naturaleza tiene un gran poder curativo. Especialmente para las personas con problemas de ánimo. El sol, los baños en el río, la caza y la pesca le sanaban, sí. Le ayudaba a vivir, como muy bien dice.
-Firmó sus primeras obras con MAX (Miguel, Ángeles y X de incógnita hacia el futuro). Era consciente de que, sin ella, no hubiera empezado a ser escritor…
-La X de MAX es incluso anterior a la idea de escribir. Firma MAX desde sus inicios como ilustrador y caricaturista. Siempre dijo que Ángeles, su novia en la época de MAX y su mujer más tarde, lo equilibraba, era su equilibrio. Con el tiempo, cuando Ángeles desapareció, Delibes quedó sumido en una oscuridad tremenda algunos años. Incluso dio por acabada su vida profesional como escritor.
-Era un hombre con tendencias depresivas, y cuando se enamoró encontró su "mejor mitad". Iba en bici a verla recorriendo varios kilómetros…
-Sí. Supongo que la guerra agudizó esas tendencias, aunque se manifestaron más claramente unos años después. De Valladolid a Molledo me parece que hay más de cien kilómetros. Una distancia respetable para cubrirla en bicicleta.
-Era un hombre fiel. Que el tiempo todo lo sana no era una verdad para él, quien pensaba que se vive con el dolor a cuestas.
-La presencia del dolor en sus obras refuerza esa idea. Pero consigue proteger siempre a sus personajes. No se ensaña con ellos. Sólo quien sabe qué hacer con el dolor consigue vivir más o menos feliz y comprender y disculpar a los demás, ser empático.
-"Las cosas podrían haber ocurrido de otra manera pero ocurrió así"..., quedó viudo cuando tenía poco más de cincuenta años y siete hijos. Miguel era la M, faltaba la A de Ángeles y la X de futuro, se le hacía muy duro… Nunca superó la pérdida de su esposa.
-Pienso que, con los años, consiguió reponerse. Pero necesitó contarlo todo en Señora de rojo sobre fondo gris. Cuando salió el libro, como en otras ocasiones, le llamé para comentarlo con él y para felicitarlo. Noté que se emocionaba al teléfono, algo que nunca me había ocurrido con él, ni me volvería a ocurrir hasta la última llamada que le hice y en la que, sin que yo me diera cuenta, se despidió de mí.
-¿Hay un antes y después en la escritura de Delibes desde que queda viudo? Para él, la pérdida era uno de los móviles como escritor. La literatura era su refugio, su consuelo.
-Fue un trabajador de la escritura, muy regular. Publicaba casi un libro por año, una novela cada dos. Esto explica también que su producción haya sido desigual. Después de la muerte de su mujer siguió publicando pero a un ritmo algo menor, pero mantuvo sus temas de fondo, con las excepciones quizá de Madera de héroe y El hereje.
-Una hija suya comenta que, siendo niña, se le hacía duro volver a casa después del colegio porque se encontraba a su padre a oscuras (las persianas bajadas). A Delibes le costó volver a escribir... pero arrancó, se refugió en la escritura.
-La mujer de Delibes murió en 1974. Entre esa fecha y Señora de rojo hay: Las guerras de nuestros antepasados (1975), El disputado voto del señor Cayo (1978), Los santos inocentes (1981), Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso (1983), El tesoro (1985), Madera de héroe (1987) Mi querida bicicleta (1988) y Señora de rojo sobre fondo gris (1991).
-En Cinco horas con Mario, Delibes se mete en la mente de una mujer y sus sentimientos ante su marido, que ha fallecido. Recuerdo a Lola Herrera en el escenario interpretando a Menchu. Delibes es un gran escritor que sabe crear grandes personajes.
-Solía decir que quiso crear un personaje muy puro y le salió un ser despreciable, inmodesto, más pendiente de sí que de su mujer y de los demás. Habrá que contar un día con qué ladrillos de la realidad se escribió esa novela. No sé en qué momento se dio cuenta de lo que había sucedido con su personaje, tan avanzado, tan idealista. La mirada de Carmen, la mujer de Mario, se parece un poco a la que tienen hoy los hijos de los hippies de los sesenta: piensan que, con aquel modo de vivir supuestamente liberal, sus padres les robaron la vida normal: las películas normales, las playas normales, las escuelas normales. Algo parecido cuenta Rodrigo Fresán en el “Estilo de los elementos”.
-En época de censura escribió Las ratas. Era un escritor tremendamente comprometido con los problemas sociales.
-Como periodista, tenía muy buena información. Sabía qué estaba pasando y qué asuntos estaban desatendidos o merecían mayor cuidado. Pero no podía publicarlo en su periódico, El Norte de Castilla, ni en ningún otro. Así que optó por novelarlos. La censura toleraba mejor la ficción. Los censores advertían los mensajes incrustados en sus tramas, no eran tontos, pero estimaban que hacían menos daño al Régimen, supongo. O que resultaba más difícil demostrar la intención crítica.
-"En la literatura no hay nada más difícil que la sencillez", dijo Delibes. ¿Por qué cree usted que gusta tanto la novela El camino?, ¿Tal vea sea esa su mejor novela? Desde la primera página hasta la última (265 tiene) el libro desprende sencillez. Daniel veía a Ramón, el hijo del boticario que estudiaba para abogado en la ciudad que llegaba todo empingorotado como un pavo real.
-Sin duda es mejor que las dos que había escrito antes y que bastantes de las que vinieron después. En El camino aparece un escritor diferente, capaz de poner voces como nadie a unos personajes entreverados de amor, ternura, miedo…
-Nunca quiso ser un intelectual, prefería ser un pueblerino, un provinciano, un paleto... No aceptó la dirección del diario El País porque eso significaría trasladarse a Madrid (vivir en capital le daba miedo, Valladolid, donde vivía le parecía suficientemente grande). Daniel el Mochuelo, personaje de El camino ¿Es la voz interior de Delibes...? Ese narrador omnisciente que narra la historia de la infancia llena de recuerdos.
-Daniel espeja a Delibes en la medida en que intenta descubrir los dolorosos secretos de la vida como vocación. Eso le pasó a Miguel Delibes, sobre todo en lo profesional. Al final era catedrático de Derecho Mercantil, director de un periódico y escritor. Consiguió hacer compatible todo y por razones distintas. Pero sufrió en el camino. De ahí el título del libro y de ahí también que en esa novela encuentre, como decía él, “su propia voz”, su vocación.
-El hereje, su última obra, da un viraje grande. Su hija dice que en los últimos años de su vida el escritor (su padre) estaba verdaderamente mal…
-No sé. Esa novela nunca me ha parecido representativa de Delibes, como si careciera del alma del escritor. Eso sí, técnicamente es buena.
-Usted conoció personalmente al escritor vallisoletano. ¿Qué impresión le causó estar físicamente cerca de él?
-La sensación fue cambiando. La primera vez que hablamos sentí que le había decepcionado porque no había hecho todos los deberes antes de ir a verle. Y con esa tristeza, entendí también que había sido muy generoso y paciente conmigo. Eso no volvió a ocurrir. Tardé unos años en volver a verle y, después de nuestra conversación, se reunió con el consejo editorial del periódico. El entonces presidente, Fernando Altés Villanueva, me dijo al día siguiente, riéndose: “Dice Miguel que ayer estuvo con un tío que sabe más de su vida que él mismo”. Me dio mucha alegría.
¿Qué personaje del escritor vallisoletano le parece más entrañable?
La señora de rojo, por supuesto.