Opinión

El pan de la vergüenza (II): La otra cara de la moneda

Como continuación del anterior artículo y para no saturar de datos e información al lector, decidí dividir en dos partes esta exposición. Aquí, como indico en el título, veremos lo que se podría denominar como la otra cara de la moneda, es decir, otra parte importante de las cuestiones que abordamos en el anterior artículo. Trabajo y ayudas sociales, son los temas a seguir desarrollando.
Si bien recordé en el anterior escrito la necesidad de mirar hacia otras economías europeas como por ejemplo Alemania, Francia o Reino Unido para tomar nota de las tasas de desempleo que tienen, cabe decir que cuando miramos a dichas economías para aprender de ellas o copiar ejemplos exitosos de políticas económicas, también deberíamos hacerlo para fijarnos muy atentamente en los sueldos que los trabajadores de esos lugares perciben. Sabido es que Gobierno, patronal y sindicatos son los que deben, de hecho en ello están, dialogar y consensuar subidas de sueldo que hagan que nuestros trabajadores puedan alcanzar esa media europea, la cual creo que merecidamente debieramos conseguir. Dijimos que la creación de puestos de trabajo es esencial para nuestra economía, cierto es, pero también lo es la obligación de velar porque esos trabajos estén bien remunerados. No nos debe de conformar la excusa de que en esos países, el nivel de vida es más elevado y por tanto esos sueldos van acorde a sus propios niveles de vida. Parte de verdad hay en esto, no se paga lo mismo por un café en Madrid que en París, aún así y si tomamos como referencia estos últimos meses de inflación, hemos perdido poder adquisitivo con tanta subida. Si todo sube menos los sueldos, al final se gana menos. Equilibrar los sueldos y adaptarlos a las subidas generales de la vida es algo imprescindible para contribuir también a la generación de riqueza. Cuanto más gana alguien, más gasta por lo general. Esto al final repercute directamente en la economía de un país o ciudad. Por otro lado, y esto lo digo por experiencia propia al haber sido empleado y posteriormente jefe, pues he estado en ambos lados, cuando un trabajador gana lo suficiente como para poder llevar una vida digna y medianamente desahogada, su rendimiento es mayor. Trabajas más concentrado y mejor.
Tu mente tiene menos perturbaciones debido a que puedes hacer frente a tus pagos vitales y por ello el rendimiento es mayor. A su vez, este mayor rendimiento repercute directamente en la propia empresa haciendo más óptimo el trabajo. En definitiva, ganamos todos y es por ello que la ‘lucha’ por la mejora de las condiciones salariales es algo que sí o sí deben abordar los gobiernos. No somos menos europeos y si miramos hacia Europa para tomar nota, que sea para todo lo positivo y no únicamente para hacer meras comparaciones.
Si de ayudas sociales hablamos también, dijimos que estas debían servir como apoyo, ayuda o auxilio temporal hasta hacer que quienes las perciben puedan valerse por sí mismo al ingresar en el mundo laboral. Bien, pero... ¿y qué hacemos con quienes aparentemente ven más reducidas sus posibilidades de ingreso al mundo laboral? Me refiero a los que como yo, ya tenemos cierta edad para la cual siendo sinceros, se nos dificulta bastante más dicha incorporación. Es cierto, tenemos más experiencia, objetividad que adquieres con los años, templanza y paciencia también propias del paso de los años, y todo esto debiera ser valorado a la hora de desempeñar ciertos trabajos, pero la realidad es a veces bien distinta. Cuando ya has llegado a los cincuenta y si has sido una persona activa laboralmente, más de la mitad de tu vida la llevas trabajada y ahora, de repente sientes que el reloj se va parando. Las oportunidades escasean y tus perspectivas de caen. Bien, por norma general, este sector de la población tiene una carga familiar, lo de carga es siempre una metáfora por supuesto, ya que una familia no es eso sino todo lo contrario, pero económicamente hablando sí supone precisamente eso, una carga. Se necesita más dinero puesto que los gastos son mayores. Es entonces cuando no podemos abandonar a tantas familias que por más que intentan salir adelante se les hace más que cuesta arriba el día a día. Sin un soporte económico mínimo que al menos les permita lo más básico y esencial no podemos permitir que ni una sola familia se encuentre en esta situación. Es cierto, estas ayudas vitales no son la solución para que dejen de pasar ciertos apuros, pero ni me podría imaginar entonces sin ellas qué harían. Por lo tanto, y como en tantas situaciones que vemos en la vida, muchas de ellas tienen doble cara, una cara y una cruz, como las monedas. Un gobierno tiene una tarea muy difícil con todo esto, es una responsabilidad tremenda ya que los ojos de muchas personas con ciertas necesidades de ellos dependen. Buscar diálogos y consensos para sacar adelante políticas sociales que beneficien a todo, y digo, todo el conjunto de la sociedad, no es ficción, es posible y debe ser de obligado cumplimiento después de ser anotadas como tareas en las agendas políticas.

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