El Pleno de la Asamblea se reúne esta mañana con varios asuntos en el orden del día, algunos de la importancia del reglamento que regirá la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) de la ciudad o el inicio de los trámites previos a la construcción de una nueva Residencia de Estudiantes en el solar de las antiguas dependencias de la Policía Local. Y seguro que en todos ellos habrá controversia. Sin embargo, hay otros tres temas que muy seguramente reunirán la unanimidad de los grupos políticos por lo que conllevan de homenaje a otras tantas personas que tanto y tan bueno han hecho por Melilla.
Por eso hoy hay que centrarse en estos tres puntos tan emotivos y que tan merecidos son para quienes los protagonizan. La primera de ellos es Sor Adelina, religiosa de la Divina Infantita, una mujer que luchó como pocas por las niñas más desfavorecidas de nuestra ciudad; la monja de la eterna sonrisa, agradable y simpática como ella sola, que murió hace unos meses después de haberse retirado a Granada. Sor Adelina merece todo el reconocimiento de los melillenses por esa inmensa labor de darse a los demás que ella llevó adelante durante casi 40 años.
Francisco Saro Gandarillas, militar de profesión, se enamoró de Melilla, simplemente. La quiso tanto que formó parte del grupo de historiadores que crearon la Asociación de Estudios Melillenses, organización que presidió durante años. Mediados de los ochenta y el comienzo de la década de los noventa fue una época muy fructífera para la recuperación de nuestra memoria colectiva a través del trabajo de Saro Gandarillas y de unos jóvenes que se iniciaban en la historia local, entre ellos el hoy cronista oficial de la ciudad, Antonio Bravo, además de Jesús Sáez y Santiago Domínguez.
Actualmente jubilado, Alfonso García Zafra, por su parte, fue el maestro con mayúsculas, un profesional de la enseñanza por vocación que, además y durante su larga trayectoria como director, convirtió al centro Juan Caro en una auténtica referencia de la educación en Melilla. Comprometido y muy consciente de la importancia de la figura del docente para las nuevas generaciones, García Zafra es un hombre muy querido en su sector e incluso por las familias de los alumnos que tuvieron la suerte de conocerlo.
En definitiva, tres personas a las que está más que bien que la ciudad les rinda este homenaje y que lo haga, por cierto, con el acuerdo unánime de sus representantes públicos.