Lucía Herrera nació en el Hospital Militar de Quart de Poblet (Valencia) un 29 de mayo de 1973. A los cuatro años se trasladó a la ciudad de su familia paterna, Jódar (Jaén), donde vivió hasta los 18 años, momento en el que comenzó a estudiar en la Universidad de Granada la Licenciatura en Psicología.
-¿Cómo y cuándo entró a trabajar en la UGR?
-El último año de carrera obtuve una beca de colaboración con el departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada, lo que me permitió iniciarme en la investigación. Al año siguiente, recién licenciada en Psicología, me concedieron simultáneamente una beca de investigación en el seno de uno de los grupos de investigación del departamento y una plaza en la entonces Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de EGB de Melilla (actualmente Facultad de Ciencias de la Educación y del Deporte tras diferentes cambios de denominación). Opté por esta última y comencé a trabajar en 1997.
-Usted, que está en contacto con los jóvenes, ¿cuál es su opinión de la juventud hoy en día?
-Normalmente solemos hacer comparaciones entre nuestra juventud, un poco idealizándola, y la actual. No obstante, sí hay cuestiones que se comparten, independientemente de la generación, como son la ilusión, las inquietudes e inseguridades típicas de la etapa evolutiva en la que se está, la idealización, las aspiraciones de encontrar nuevas metas y horizontes, la importancia de las amistades, etc.
Los avances tecnológicos y de la sociedad son, a mi parecer, lo que nos diferencia. A mí me encanta escuchar a mis estudiantes y ver cómo se relacionan tanto entre sí como con otras personas. Quizás aún no sean muy conscientes de todas las oportunidades que tienen a su alcance, pero su avance y crecimiento es para mí muy gratificante.
-¿Qué tal la labor como decana? ¿Es tal como usted la imaginaba?
-En diciembre de 2020 me presenté a las elecciones al Decanato de la Facultad de Ciencias de la Educación y del Deporte. Previamente, desde 2016, ya había sido secretaria de la Facultad junto a la que era decana en su momento, Alicia Benarroch. Esto me permitió tener una visión de conjunto de nuestro centro universitario y funcionamiento, así como de la Universidad de Granada en general.
Recuerdo cómo mi candidatura y proceso electoral se llevaron a cabo de modo virtual, debido a la covid-19, por lo que el día de la Junta de Facultad, de carácter extraordinario, para la elección como decana, defendí el programa electoral desde el salón de mi casa frente a la pantalla del ordenador portátil. Hoy día esto nos parece lejano y no hace tanto que ocurrió. Por lo tanto, inicié mi camino como decana en un momento que no era fácil, pero donde pude vivir en primera mano que la colaboración y el trabajo conjunto en momentos difíciles nos permite avanzar y tomar decisiones acertadas en pro del bien colectivo.
He aprendido estos años muchas cosas, desarrollado múltiples competencias, puesto que las instituciones van cambiando e intentando adaptarse a las necesidades planteadas en cada momento.
-¿Qué es lo que más y lo que menos le gusta de su trabajo?
-Si algo he de destacar de mi trabajo es el compromiso institucional con la Universidad de Granada, la ciudad de Melilla y la comunidad universitaria (alumnado, personal docente e investigación, así como personal técnico de gestión, administración y servicios). Nunca me ha asustado la cantidad de trabajo que ello conlleva, el cual implica atender a las múltiples áreas de un centro universitario (docencia, investigación, extensión universitaria, internacionalización, cooperación, responsabilidad social, etc.). Pero esto no sería posible sin un sólido equipo en la facultad que crea y trabaje en este proyecto conjunto y del cual estoy muy orgullosa (vicedecanas y vicedecanos, secretaria, coordinadores y coordinadoras de grado, responsables de comisiones, delegación de estudiantes, etc.). Asimismo, contar con el respaldo del equipo rectoral, previamente liderado por Pilar Aranda y actualmente por Pedro Mercado, es un punto importante. De hecho, con este último se creó la figura del vicerrector para los Campus de Ceuta y Melilla, con Salvador del Barrio como responsable, lo cual pone de relieve la gran apuesta por nuestro Campus y posibilita un trato directo y cercano. Igualmente, desde la Ciudad Autónoma tenemos un respaldo institucional magnífico para continuar avanzando en nuestro desarrollo universitario.
Tal vez lo que menos me guste es no poder disponer de todo el tiempo que desearía para poder disfrutar más de cada momento, avance y progreso de nuestra Facultad, dadas las múltiples tareas a las que se ha de atender y restar tiempo a mi familia y amistades.
-Debe de tener un montón de historias en la universidad… ¿Algo especial que le haya sucedido allí?
-Creo que lo más especial que me ha podido pasar fue conocer a mi marido, Oswaldo Lorenzo, también profesor universitario pero de otra área diferente a la mía (Didáctica de la Expresión Musical). Uno de los pilares básicos en mi vida es la familia. Mi hijo, Daniel, y mis hijas, Lidia y Alba, junto con él, suponen una gran fortaleza y un impulso en mi día a día.
Además, también he decir que haber tenido en mi hoja de ruta como decana la relación con las diferentes instituciones, asociaciones y entidades de la ciudad e impulsado valores como la diversidad, la igualdad, el respeto, la solidaridad, la cooperación, la atención a colectivos vulnerables, la equidad o una educación de calidad, que ha posibilitado el reconocimiento de nuestra Facultad. Así, por ejemplo, en la XVII Gala del Orgullo del Norte de África tuve el honor de recibir el premio Arcoiris por parte de la asociación Amlega. Tengo en el Decanato este trofeo en un lugar destacado para que todas aquellas personas que entren puedan verlo y, de este modo, visibilizar también nuestra apuesta por la diversidad.
Ya, a nivel más personal y familiar, ser decana de este centro y presidenta de la Conferencia de Decanas y Decanos de Educación permitió que en septiembre de 2024 diera el pregón de feria en la ciudad natal de mi padre y en la que desarrollé mi infancia y juventud, Jódar, en Jaén.
-¿Y qué es lo más curioso, o extraño, que le ha sucedido en su vida?
-Normalmente esto está más vinculado a viajes institucionales. He tenido la oportunidad de visitar múltiples países en Europa, América y Asia, lo cual es muy positivo, no únicamente por las relaciones institucionales y difusión de nuestra universidad y ciudad fuera de las fronteras españolas, sino también por el conocimiento y comprensión que ofrece de otras culturas y cómo se vive el día a día en dichos países.
Una anécdota fue que cuando comenzó la gripe A, regresábamos varios profesores (unos de Granada y otros de Melilla) de México. Allí se suspendió la actividad universitaria, lo que nos permitió conocer la Sierra Madre en el estado de Chihuahua, y ver in situ cómo iban caminando por las montañas los indios tarahumaras con sus vestimentas típicas muy coloridas, especialmente las mujeres. Curiosamente, a nuestro regreso en Melilla, nos estaban esperando en el aeropuerto las autoridades sanitarias con mascarillas para indicarnos que debíamos guardar cuarentena en casa. Seguimos las indicaciones y, tras varios días sin ningún síntoma, pudimos retomar nuestra actividad normal. Nunca cogimos la gripe A, a día de hoy tampoco, pero sí fuimos conscientes del temor a lo desconocido por parte de determinadas personas, lo cual entendíamos perfectamente. Hoy día más después de haber pasado una pandemia.
-¿Cuáles son sus próximos retos?
-Como presidenta de la Conferencia de Decanas y Decanos de Educación, seguir impulsando una educación universitaria de calidad en los títulos de educación (Educación Infantil, Educación Primaria, Educación Social, el Máster en Profesorado...). Actualmente, estamos elaborando cinco libros blancos de dichos títulos en el ámbito nacional, los cuales nos permitirán obtener una visión de conjunto de qué se está haciendo en otros países, qué estamos haciendo en nuestro país y qué diferentes perspectivas de futuro podemos tener para continuar avanzando en un sólido perfil profesional.
-¿Cómo ve el futuro de Melilla?
-En estos 28 años he sido testigo directo del gran impulso y avance de la ciudad. He podido ver cómo el centro de la ciudad se ha convertido en un lugar magnífico en el que se puede disfrutar de su belleza arquitectónica, los avances en los diferentes barrios y lugares, el incremento, en cantidad y calidad, de la oferta en restauración, ocio, deporte, etc.
Esta, nuestra ciudad, es un magnífico enclave mediterráneo con un gran porvenir y avance en el sector universitario o económico. Aún quedan determinadas cuestiones que han de mejorarse (por ejemplo, en lo que compete al contexto universitario, una residencia universitaria o más oferta de viviendas de alquiler), pero estoy convencida de que se conseguirán.
-¿Cuál es su expresión melillense favorita?
-No es que sea mi expresión favorita pero me hace mucha gracia escuchar a los jóvenes cuando dicen que van a “entanarse”.
-¿Y su rincón favorito de Melilla?
-Sin duda, el paseo marítimo. Tanto ver el amanecer como atardecer es un deleite para los sentidos.
-Explique su filosofía de vida.
-Creer en lo que hago, contar con personas que sumen y no resten en las relaciones (ya sean personales o profesionales) y ser fiel a que el camino se demuestra andando (haciendo), no hablando (o criticando sin aportar).
-Diga un lugar al que le gustaría viajar.
-Hay muchos lugares. Entre ellos, Egipto, Jerusalén, las islas Maldivas…
-¿Viajaría al futuro?
-Creo que no; el presente ya es bastante apasionante y visibilizar el futuro, uno de nuestro impulsos para continuar creciendo y avanzando.
-¿En qué época histórica le habría gustado vivir?
-Como mujer, dadas las circunstancias que se han vivido en épocas anteriores, me siento muy cómoda en la actual. No obstante, aún tenemos mucho por lo que seguir trabajando de forma conjunta entre hombres y mujeres, de modo que se haga real y efectiva una sociedad más justa e igualitaria.
-¿Usa mucho las redes sociales?
-Tanto por cuestiones personales como profesionales, sí. Especialmente, Facebook e Instagram.
-¿Cuál es su color favorito?
-Tengo varios: lavanda, verde, azul y rojo.
-¿Qué música suele escuchar? ¿Algún cantante o grupo en particular?
-En general, suelo consumir un repertorio musical muy variado. Desde música clásica hasta rock o música tecno. Como músico y compositor, siempre escucho las obras que mi hijo hace. Su nombre artístico es Daniel Blacksmith (https://danielblacksmith.com/). Se encuentra afincado en Málaga y cuando voy a alguno de sus conciertos me siento como 'la madre de la Pantoja' (je je). Uno de los grupos que siempre me ha acompañado, desde que era estudiante de Psicología, era Bon Jovi.
-¿Su comida favorita?
-También soy de gustos variados. Desde lo más simple, como huevos fritos con patatas, hasta un buen cuscús de ternera, pato laqueado, ensalada tailandesa, sashimi, tartar de atún… Pero especialmente, por mis recuerdos con mi infancia y tierras jienenses, las aceitunas.
-¿Y la bebida?
-Ahí suelo ser más exclusiva. Disfruto saboreando una buena copia de vino Ribera del Duero.
-¿Cuál es su época del año preferida?
-El verano. Me encantan la luz, el sol y el mar.
-¿A qué dedica el tiempo libre?
-A viajar, disfrutar de mi familia, asistir a un evento musical (ópera, orquesta…), leer y, sobre todo, disfrutar de la naturaleza (ya sea en un entorno rural o en la playa).
-¿Qué prenda de ropa no falta en su armario?
-Vestidos y chaquetas.
-¿Tiene miedo a algo?
-Pues creo que, como todas y todos, a equivocarme, a no alcanzar las metas previstas, a hacer daño a alguien sin querer, a que a mis hijos les ocurra algo inesperado… pero esto también forma parte de nuestra vida.
-¿Cuál es el mejor consejo que le han dado?
-Siempre recordaré el consejo que mi abuela Lucía me dio en su momento. Ella vivió una guerra y una posguerra. Mi abuelo ya era guardia civil siendo novia de él. Mi padre, Pedro, también lo fue, pero como motorista de tráfico. Mi abuela me decía que, como mujer, lo que tenía que hacer era estudiar, alcanzar un puesto de trabajo y ser capaz de valerme por mí misma. Seguí el consejo al pie de la letra.
-¿Y el mejor consejo que ha dado usted?
-Que se aprende muchas veces más de los errores que de los aciertos y que, cuando nos equivocamos o fallamos, es cuando nuestras fortalezas y virtudes se ponen en valor y han de guiar nuestros próximo pasos para continuar creciendo y avanzando.
-Para terminar, ¿podría decir cuáles son su mejor y su peor recuerdo?
-Mi mejor recuerdo, sin duda todos los momentos compartidos en la infancia de mi hijo e hijas.
Mi peor recuerdo fue cuando mi padre, con 72 años, falleció hace seis años de modo inesperado en Granada por un ictus. Esa llamada telefónica de madrugada no la olvidaré nunca.