¿Se imaginan trabajando hasta los 71 años? Para millones de jóvenes en España, este escenario podría dejar de ser una hipótesis y convertirse en una obligación si quieren acceder a una pensión pública que les permita mantener un nivel de vida digno. Así lo advierte el último informe del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y la Fundación BBVA, que alerta de que quienes hoy tienen entre 20 y 30 años podrían verse forzados a extender su vida laboral más allá de los 70 años si no logran carreras laborales estables y duraderas.
El estudio, titulado "Esenciales 03/2025: ¿Hasta qué edad deberán trabajar los jóvenes para mantener una pensión suficiente?", dibuja un panorama sombrío pero basado en cifras contundentes. Si un trabajador cotiza solo 30 años a lo largo de su vida (algo cada vez más habitual dada la tardía incorporación al empleo y la alta rotación) tendrá que retrasar su jubilación hasta los 71 años para garantizar una pensión equivalente al 80% de su último salario neto, una tasa considerada de referencia para mantener el nivel de vida previo.
Más años trabajados vs menos cotización
La raíz del problema está en una ecuación cada vez más desequilibrada: más pensionistas, menos cotizantes. En los próximos 25 años, el porcentaje de mayores de 64 años en España pasará del 20% al 30% del total de la población, mientras que el grupo en edad de trabajar se reducirá progresivamente. Esta transformación demográfica implica que la tasa de dependencia (el número de jubilados por cada 100 trabajadores) se duplicará hasta alcanzar el 53,7% en 2050.
“Las generaciones más jóvenes tendrán carreras laborales más cortas y discontinuas, lo que conlleva un menor número de años cotizados y una base de cotización más baja”, señala Francisco Pérez, director de investigación del IVIE. “Si no se compensa este déficit con más años de trabajo, las pensiones que recibirán serán sensiblemente más bajas”.
Y es que la tasa de empleo entre los jóvenes (16-29 años) ha descendido de forma significativa en las últimas décadas. Si en 2007 se situaba en el 58,7%, hoy apenas roza el 43,2%. A esto se suman las elevadas tasas de temporalidad y parcialidad. Según datos del INE, el 28% de los contratos firmados por jóvenes en 2023 eran temporales y el 18,5%, a tiempo parcial.
El sistema, en tensión
La reforma del sistema de pensiones aprobada en 2021 elevó progresivamente la edad legal de jubilación hasta los 67 años para quienes no alcancen los 38 años y medio cotizados, y amplió de 15 a 29 años el periodo para calcular la base reguladora. Aunque estas medidas buscaban equilibrar el sistema, lo cierto es que penalizan especialmente a aquellos con carreras laborales irregulares.
Según las proyecciones del IVIE, si no se realizan reformas estructurales, la tasa de reemplazo de las pensiones (es decir, el porcentaje del último salario que se cobra como pensión) podría caer entre 10 y 20 puntos porcentuales adicionales en las próximas décadas. Actualmente se sitúa en torno al 80%, pero podría reducirse a la mitad si no se adoptan medidas.
A todo esto se añade un déficit estructural en la Seguridad Social. En 2022, hacían falta cerca de 3,8 millones de afiliados más para equilibrar las cuentas del sistema, y si se mantiene la tendencia demográfica actual, en 2050 se necesitarán más de seis millones de cotizantes adicionales.
El debate de la sostenibilidad
El informe del IVIE y BBVA ha provocado reacciones encontradas. Mientras que algunos expertos lo consideran una llamada de atención urgente, los sindicatos lo ven como un intento de alarmismo injustificado. Comisiones Obreras ha denunciado que este tipo de informes “alimentan un relato de colapso ineludible” sin tener en cuenta los factores correctores que ya se están aplicando.
“No se puede trasladar la idea de que el sistema es insostenible sin considerar su evolución y sin valorar las reformas progresivas que se han implementado”, advierte Carlos Bravo, secretario confederal de Políticas Públicas de CCOO. El sindicato considera que extrapolar tendencias actuales a medio siglo vista sin margen de corrección genera desconfianza en el sistema público y fomenta la división intergeneracional.
Pero muchos expertos apuntan al problema estructural que se avecina. José Antonio Herce, economista y asesor de AFI, sostiene que “la longevidad es el principal reto de cualquier sistema de pensiones”. Vivimos más años jubilados, lo que exige más recursos durante más tiempo. Y si no se cotiza más ni se ahorra más, el desequilibrio es inevitable.
Europa también se prepara
España no es el único país enfrentado a este dilema. La edad legal de jubilación en la mayoría de países europeos se sitúa ya entre los 66 y los 67 años, y algunos van más allá. Dinamarca, por ejemplo, ha vinculado automáticamente la edad de jubilación a la esperanza de vida, lo que la llevará a los 70 años en 2040. Francia acaba de aprobar una polémica reforma que eleva la edad de 62 a 64 años.
En este contexto, expertos como Elisa Chuliá (Funcas) y la economista Isabel Casares (OCOPEN) advierten de que España no podrá quedarse atrás. “Hay que aceptar que, si vivimos más, también tendremos que trabajar más, o ahorrar más, o ambas cosas”, resume Chuliá.
¿Qué soluciones hay?
El informe sugiere varias vías de actuación. Mejorar la estabilidad del empleo juvenil, aumentar los salarios, fomentar la natalidad y avanzar hacia un sistema mixto que combine el reparto público con fondos de ahorro individual. “Dos tercios de los países de la OCDE ya aplican modelos mixtos”, recuerda Ángel Martínez-Aldama, presidente de Inverco.
Una de las propuestas más concretas es la creación de un sistema nacional de pensiones complementarias por defecto, con inscripción automática y aportaciones obligatorias tanto por parte del trabajador como del empleador. Con un aporte total del 5% del salario, se podrían compensar parcialmente las pérdidas de la pensión pública sin depender exclusivamente del ahorro voluntario.
Pero cualquier solución exige voluntad política, consenso social y una mirada a largo plazo. “No podemos seguir posponiendo decisiones difíciles”, advierte Francisco Pérez. “El tiempo juega en contra de los jóvenes”.
Una generación que pierde la fe en el sistema
Más allá de los números, el informe pone sobre la mesa una sensación creciente entre los jóvenes: la de que el sistema no está pensado para ellos. Salarios bajos, precios de la vivienda por las nubes, trabajos precarios y, ahora, la amenaza de una jubilación tardía y pobre. El resultado es una pérdida de confianza que puede tener efectos profundos.
“La idea de trabajar hasta los 71 años para cobrar una pensión medio decente es desmoralizante”, confiesa Marta, de 27 años. “Mi generación ya no cree que vaya a jubilarse en condiciones”.
Y sin confianza, cualquier reforma será más difícil de aplicar. Aún estamos a tiempo de enfrentarlo.
La edad de jubilación sí que sube como un cohete.