Con la puesta del sol de este lunes 6 de octubre de 2025, comenzará Sucot, una de las tres grandes fiestas de peregrinación del judaísmo junto a Pésaj y Shavuot. Durante siete días, las familias judías construirán y habitarán una pequeña cabaña llamada sucá, una estructura temporal que evoca las viviendas improvisadas que los judíos utilizaron durante su travesía por el desierto tras la salida de Egipto.
Más allá de su trasfondo histórico, Sucot es también una celebración de la gratitud por las cosechas. En la antigüedad, marcaba el final del ciclo agrícola, el momento en que los frutos de la tierra se recolectaban y se ofrecían en agradecimiento al Creador.
Por ello, la festividad también recibe el nombre de Jag Ha'asif, "la fiesta de la recolección".
Pero su sentido va más allá de la agricultura. Sucot es un recordatorio simbólico de la fragilidad humana y de la protección divina. Durante una semana, las personas dejan la seguridad de sus hogares para vivir bajo un techo de ramas y hojas. Es una experiencia espiritual que enseña a confiar, a reconocer que la estabilidad es transitoria y que la verdadera seguridad no proviene de las paredes, sino de la fe.
La sucá: un hogar efímero
El corazón de la festividad es la sucá, una cabaña construida con materiales naturales. Debe tener al menos tres paredes y un techo cubierto por ramas o vegetación, de forma que se pueda ver el cielo entre las hojas. No es una vivienda cerrada, sino un refugio abierto, que permite sentir el viento y contemplar las estrellas.
Las familias judías decoran sus sucot con frutas, flores, tejidos coloridos, luces y dibujos. Cada elemento tiene su carga simbólica: las frutas aluden a la abundancia de la tierra; las guirnaldas recuerdan la alegría del pueblo; las lámparas evocan la luz de la presencia divina.
Durante los días de Sucot, se comen todas las comidas principales dentro de la sucá, y algunos incluso duermen allí.
Es un gesto que une a generaciones: abuelos, padres e hijos comparten el mismo techo frágil, contando historias, cantando y recordando que la vida, como la sucá, es transitoria pero puede estar llena de belleza.
Un aspecto muy valorado es el de la hospitalidad. Es costumbre invitar a familiares, amigos o incluso desconocidos a compartir una comida en la sucá. En el pensamiento judío se habla de los ushpizin, los "huéspedes espirituales": siete figuras bíblicas que, simbólicamente, visitan cada cabaña durante la semana de la festividad. Esta tradición refuerza el sentido comunitario y la apertura hacia los demás.
Símbolos del lulav y el etrog
Junto a la sucá, otro elemento esencial de Sucot son las llamadas Cuatro Especies (Arba Minim): el lulav (rama de palmera), el hadas (rama de mirto), la aravá (rama de sauce) y el etrog (una especie de cidra o limón aromático).
Cada una representa diferentes tipos de personas o aspectos del ser humano: el sabor y el aroma del etrog simbolizan a quien combina el conocimiento con las buenas acciones; la palmera, que da fruto pero no aroma, representa a quien tiene obras pero carece de estudio; el mirto, con aroma pero sin fruto, simboliza el saber sin acción; y el sauce, sin aroma ni fruto, a quien aún no desarrolla ni uno ni otro.
Al unir las cuatro especies y agitarlas juntas en las seis direcciones - norte, sur, este, oeste, arriba y abajo - , se expresa la idea de que toda la creación está unida y que la presencia divina abarca el universo entero. Es también una plegaria por las lluvias y por la bendición sobre la tierra, un gesto que conecta lo espiritual con lo natural.
El clima de la alegría
Sucot es conocida como "el tiempo de nuestra alegría". A diferencia de los días solemnes que la preceden - Rosh Hashaná y Yom Kipur-, Sucot irradia un espíritu festivo, luminoso y esperanzador.
Durante la semana, las comunidades judías celebran con cánticos, bailes y comidas en grupo. Las sinagogas se llenan de color, y las plegarias diarias se acompañan del agitar del lulav y el etrog.
En Israel, las calles se llenan de sucot improvisadas en los balcones, patios y parques, y los restaurantes suelen montar sus propias cabañas para que los comensales puedan comer bajo la sucá.
El séptimo día de la festividad se llama Hoshaná Rabá, considerado el cierre espiritual de este ciclo. Ese día se realizan oraciones especiales en las que se pide por la salvación, la lluvia y la prosperidad para el año venidero.
Algunas comunidades también llevan a cabo rituales simbólicos con ramas, recordando la relación entre el hombre, la tierra y el agua.
Tras los siete días de Sucot, la festividad culmina con Sheminí Atzeret y Simjá Torá, días dedicados a la alegría de la Torá. En ellos se celebra el fin y el reinicio del ciclo anual de lectura bíblica, con danzas y música.
Más allá de su dimensión religiosa, Sucot ofrece enseñanzas que dialogan profundamente con el mundo actual. En una época marcada por la tecnología, la inmediatez y la búsqueda de seguridad material, esta festividad propone una pausa para volver a lo esencial.
Vivir en una cabaña frágil durante una semana es un ejercicio simbólico de humildad. Nos recuerda que las estructuras humanas - las casas, los trabajos, los logros - pueden ser sólidas pero no infalibles. Todo puede cambiar, y, sin embargo, la vida continúa. Esa conciencia de impermanencia, lejos de generar miedo, puede abrir espacio para la gratitud y la alegría.
En la vida cotidiana
En la práctica, muchas familias comienzan a preparar la sucá semanas antes. Se eligen las ramas, se diseñan las decoraciones, se preparan los platos típicos - como guisos, pan trenzado. o comidas con frutas - y se planifican las visitas. La sucá se convierte en un espacio de encuentro familiar y espiritual, una especie de refugio temporal donde se detiene el ritmo cotidiana.
En las comunidades más grandes, las sinagogas y centros culturales organizan actividades para todas las edades: talleres de construcción de sucot, ferias, clases de cocina y lectura temáticas. Para los niños, la experiencia suele ser mágica: dormir bajo un techo casi al aire libre, escuchar el viento y sentirse parte de una tradición milenaria.
Sucot es una celebración que combina historia, fe, gratitud y esperanza. Al vivir durante una semana en una cabaña abierta, el ser humano recuerda que su existencia, aunque frágil, puede estar llena de significado.
Así, cuando el sol se ponga este lunes 6 de octubre y las primeras familias entren en su sucot adornadas, no solo estarán cumpliendo un precepto religioso: estarán reviviendo una antigua lección sobre cómo habitar el mundo con fe, con alegría y con los ojos puestos en el cielo.








