Teniendo en cuenta los retos de la educación en Melilla, con la ratios más altas de toda España, ¿usted cree que la educación ambiental podría ser una solución para superar los índices de fracaso escolar?
Cuando se tiene un porcentaje muy elevado de fracaso escolar los factores son múltiples y la educación en la naturaleza no puede resolver el problema. Los seres humanos somos naturaleza y tenemos las mismas necesidades fisiológicas que un animal o una planta: beber, cobijarnos, luz, agua. Es por ello por lo que, siendo naturaleza, estamos bien en ella y en su ambiente aprendemos mejor.
Lo que sí tengo claro, por tanto, es que la educación en la naturaleza contribuirá a un mejor aprendizaje porque los ratios son necesariamente más bajos, lo que repercute en la calidad de la enseñanza. Se trata, además, de un aprendizaje directo, en el que el alumno va viviendo y sintiendo lo que aprende. Al aire libre los alumnos adquieren una mayor tranquilidad y calma interior que ayuda mucho en el proceso de aprendizaje. Durante el covid tuvimos una ocasión de oro para implantar este tipo de enseñanza pero estos ideales, una vez finalizada la pandemia, se desvanecieron.
Usted ha escrito el libro “Educar en la naturaleza”, donde sostiene que la única vía para cambiar el rumbo es la educación en la naturaleza, como algo trasversal. Nos estamos alejando de la naturaleza...
Los niños de ciudad de hoy día tienen poco contacto con la naturaleza puesto que se pasan muchas horas dentro del aula. No son capaces de identificar aves como la urraca y el mirlo. Se creen que los pollos crecen en bandejas de poliestirolo o que las vacas son de color morado. Es lo que denomina síndrome de déficit de naturaleza, el distanciamiento del medio natural de la sociedad.
Los niños ya no juegan al aire libre, se pueden pasar entre siete y ocho horas delante de una pantalla... Hemos olvidado que el contacto directo con la naturaleza nos da beneficios y, por ello, los niños tiene las agendas apretadas como ministros de actividades extraescolares.
Los niños que se educan en la naturaleza, sin embargo, tienen beneficios congnitivos al estar en contacto con el mundo natural de forma directa, regular y permanente. La naturaleza es el ambiente que respiran y tienen consecuentemente un desarrollo más armónico, un mejor bienestar físico y psíquico. Está comprobado que los niños con déficit de atención mejoran después de un paseo por el parque. La naturaleza es beneficiosa para ellos porque los relaja y les ayuda a escuchar y atender al maestro cuando explica.
En su libro “Somos naturaleza. Un viaje a nuestra esencia” afirma que la naturaleza está en todas partes y de ella obtenemos bienestar, salud, fortaleza y nos proporciona de crecimiento y desarrollo personal. Nos hace mejores personas para un mundo mejor. Usted es la fundadora de las escuelas en la naturaleza...
Soy fundadora de la primera escuela de a naturaleza en el año 2011. Mis referencias las busqué en Escandinavia, Alemania y Reino Unido. Es otra manera de mirar la educación alejada de la convencional: se trata de una relación íntima con la naturaleza, en la que ésta es la protagonista del acto pedagógico.
La naturaleza está presente en el día a día. Se aprende con ella y en ella. Se trata de sentir la naturaleza con todo tu cuerpo con un contacto directo regular, que se convierte en un hábito, permanente, sin otro objetivo que no sea el de estar, pues es a través de la permanencia cuando se fortalece la conexión emocional con ella, y directa, a través de los sentidos. La naturaleza no me la cuentan o la veo en una pantalla, la vivo.
El espacio verde en Melilla es más restringido que en otras zonas (por su aislamiento y falta de espacio). Según usted, habría que saturar ese poco espacio con actividades deportivas (ciclísmo, maratón) o, por el contrario, lo importante sería valorar la calidad ambiental de esos espacios y reconectar con la naturaleza?. Vamos a la naturaleza a hacer cosas en vez de estar...
Hay que comprender la naturaleza y tener una relación emocional con ella, un vínculo más profundo e íntimo. Cuando me quedé embarazada de mi primera hija, reflexioné qué naturaleza vamos a dejar a los niños de hoy. Si se sale a la naturaleza y no se conecta con ella sino que sacamos la mejor instantánea para publicarla en Instagram, o vamos a ella para recorrer sitios emblemáticos y tacharlos de nuestra lista...E haciendo cosas y no estando...
Tenemos hoy día la “enfermedad” de estar permanentemente conectados
Esto no parece lo ideal para conectarse con la naturaleza. Salimos a la naturaleza con la aplicación del móvil que nos dice cuándo va a llegar la ventisca y, por lo tanto, la vamos a evitar. Estamos siempre conectados, pero cabría preguntarse a qué estamos conectados. Yo me rebelo a ese estar buscando el wifi entre los árboles.
No hace falta escenarios grandiosos, escalar el Everest o las Islas Bahamas. Normalmente esos escenarios imponentes no los tenemos cerca de casa. Tampoco hace falta irse a vivir al bosque, la conexión se puede producir de una manera más simple: sentarse debajo de un árbol y sentir el tronco en nuestra espalda, ver los insectos...
Contemplar la naturaleza en Melilla sería ver el valor real que tienen esas especies que vamos a encontrar teniendo en cuenta que es el norte de África. Especies de una zona que está a caballo entre Europa y África.
Quien navega o tiene afición por las estrellas se percata de que los seres humanos somos muy pequeños, que ocupamos un minúsculo espacio en el universo... pero también se puede percatar de ello una persona en Melilla cuando contemplamos un hermoso árbol o nos quedamos fascinados mirando un paisaje... Las epifanías son los grandes catalizadores de esa conexión con la naturaleza, es la revelación de que tenemos de que formamos parte de algo más grande. Una sensación que llena al ser humano, le acerca a la plenitud. Te puede pasar cuidando de una planta o un animal. En una epifanía eres consciente con todo tu ser de que eres parte de algo más grande y esto solamente sucede si dejas tiempo y espacio para que suceda.
La naturaleza es buena para la salud. De su contacto directo obtenemos innumerables beneficios. En su libro “Jugar con la naturaleza” explica que el juego al aire libre forma parte fundamental para un desarrollo sano en la infancia.
En la infancia es muy importante pero no lo es menos en la vida adulta. La naturaleza es beneficiosa, es la base de lo que en el Reino Unido se está conociendo como “ la receta verde”, el médico que nos manda pasear al bosque (se contempla en el sistema de salud), en Japón lo llaman Shinrin-yoku “baños de bosque” que no es otra cosa que una sencilla y terapéutica práctica nipona que consiste en pasar tiempo en un bosque.
El periodista americano Richar Louv lo denomina vitamina N, de naturaleza. Él sostiene que la forma de vida actual, en la que hemos cambiado el medio natural por la ciudad, híperestimulados por los avances tecnológicos, nos ha alejado del entorno natural. Padecemos pues de un déficit de naturaleza que nos lleva a padecer desórdenes psicológicos y fisiológicos.
Conectarse con la naturaleza es pues mucho más simple de lo que parece...
Salir fuera en un día de primavera y ver el color de las flores, respirar la tierra húmeda, ver el follaje de los árboles, oír el sonido de un pajarillo solitario, la mirada que nos hace ver una rayo de sol entre los árboles, una mariquita que se posa en nuestra mano, una abeja revoloteando entre las flores, una seta que crece en una piña...
Precioso lo que comenta... y conecto con usted totalmente...
Es la mirada lo que hace que concectemos con la naturaleza, que estemos y no hagamos. Estemos en el aquí y ahora y no pensando en quehaceres que pertenecen a otros lugares o a otros momentos... Para reconectar con la naturaleza, les invito a que recuperen la mirada del niño, la inocencia... Esas ganas de conocer y esa desinhibición que tiene para conectar con las cosas. Nos mancharemos de barro pero nos podemos lavar. Lo que quedará en la mente (la experiencia vivida) es imborrable.
De esta manera, confiamos en la naturaleza como ambiente. Animo a los melillenses a que aprovechen el vivir en ese enclave, un cruce de caminos y que sepan valorar lo que tienen. Que se detengan, que estén en la naturaleza, y hagan algo tan sencillo como dejar que pasen cosas.