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José Miguel de los Santos Granados: “Melilla necesita una salida propia”

El comandante general, José Miguel de los Santos Granados (Melilla, 1961), se jubila este mes y aspira a disfrutar de sus nietos y de los hobbys aparcados en todos estos años de servicio a España. Con El Faro ha hablado, sobre todo, de Melilla, de su gente y de su futuro. También ha hecho una valoración de lo que hemos aprendido del Desastre de Annual. -Usted regresó a Melilla en 2018 como comandante general. ¿Se siente la excepción del refrán que dice que nadie es profeta en su tierra? -He sido muy bien recibido, pero no por ser melillense. Melilla acoge con cariño y afecto al que viene y mucho más a los militares. Tenemos permanentes muestras de apoyo y cariño por parte de los melillenses. Es cierto que haber nacido en Melilla es una ventaja, pero no creo que haya sido determinante. Mi ausencia de Melilla fue una cuestión derivada de la familia. Mi padre era militar y cuando ascendió a comandante, mi hermano mayor, que tenía 13 años, se planteó la necesidad de ir a algún sitio a estudiar y ese fue el motivo del traslado a la península.
Para mí ha sido un honor y un privilegio poder volver como comandante general, no creo que mi condición de melillense haya sido determinante, pero siempre ayuda. -¿Qué ha sido lo mejor de estos tres años? -Haber podido mandar a un grupo excepcional de soldados españoles, un grupo extraordinario de hombres y mujeres que dedican su esfuerzo, su trabajo y su entrega diaria al servicio de los demás. Contar con un grupo como los soldados de la Comandancia General de Melilla es un privilegio que muy pocos podemos tener. -¿Y lo más difícil? -Lo mas difícil, como para el resto de España, la pandemia. El hacer frente a una situación tan grave, sobre todo en los primeros meses, en el segundo trimestre de 2020. De hecho, militarmente tuvimos que sacrificar las actividades de instrucción y adiestramiento, las paralizamos prácticamente desde el primer momento. Vimos claro que lo que teníamos que hacer era garantizar la disponibilidad de nuestros soldados para atender a las necesidades que nos demandara la sociedad civil y así lo hicimos, sacrificamos la preparación de nuestras unidades para garantizar esa disponibilidad.
Pero lo más difícil, ya no como militares porque los militares estamos adiestrados para afrontar situaciones de crisis, ha sido como españoles, porque la pandemia la hemos sufrido todos los españoles y lamentablemente hemos tenido múltiples vidas truncadas. Eso es lo más difícil, como español, no como militar. Los militares asumimos las crisis, no voy a decir con naturalidad, pero sí con una cierta preparación y lo que hicimos fue sacrificar el adiestramiento en beneficio de esa permanente disponibilidad. -En 2021 hemos tenido muchos actos dedicados al centenario de la Campaña de 1921. ¿Qué hemos aprendido del Desastre de Annual? -Soy poco dado a hablar del Desastre de Annual, porque representa solo una parte de la campaña del 21. La campaña de Melilla abarca todo el año natural, una campaña es el tiempo que cada año las fuerzas estaban fuera de los cuarteles en operaciones de guerra y en el 21 fue todo el año, desde enero hasta el final. Por eso, la campaña comprende la toma de Annual, la pérdida de Annual y también, la reconquista de casi la mitad de las posiciones perdidas.
Pero lo principal es la lección moral que nos dieron los miles de soldados que cumplieron con su compromiso, que cumplieron con el juramento que habían empeñado y vinieron a estas tierras africanas porque España se lo demandó. Vinieron a defender el compromiso de España con el Reino de Marruecos para pacificar la zona del protectorado. España se había comprometido y cumplió ese compromiso enviando a sus soldados a combatir.
Esa es la principal lección, la lección moral, del sentido del deber, de patriotismo, del amor a España y del espíritu de sacrificio que nos dieron todos los soldados que vinieron a combatir. Y es lo que nos debe quedar, ese ha sido el sentido de esa conmemoración. No se ha conmemorado una derrota, se han conmemorado los múltiples actos heroicos y, sobre todo, el honor y el valor, el sentido del deber de los que vinieron a combatir cuando España se lo demandó. -¿Cuáles considera que han sido los logros de la Comandancia de Melilla durante estos tres últimos años? -Recibí del general Gutiérrez Díaz de Otazu la Comandancia en un estado de instrucción y adiestramiento extraordinario, con un espíritu de servicio y una entrega de los soldados de la Comandancia General encomiable, y creo que lo único que he hecho ha sido mantener ese ritmo, ese tempo, en la preparación y pedir a mis soldados que sigan dedicando su tiempo, su esfuerzo y su sacrifico a la preparación para el combate. -¿Qué retos tiene usted por delante?
-Adaptarme a la nueva situación, paso a la reserva el próximo día 23. Es pasar de una actividad trepidante en la Comandancia General, mandando a miles de soldados, a estar en casa, salvo que el mando decida lo contrario.
El primer reto es adaptarme a esa nueva situación y seguir haciendo cosas que antes no tenía tiempo para hacer, como leer, pasear, escuchar música, dedicarle más tiempo a mis nietos. Nada especial. -¿Recuerda el momento en el que tomó la decisión de ser militar? ¿Cómo fue? -La decisión de ser militar no es que me levantara un día y dijera voy a ser militar, es una cuestión que va madurando a lo largo de un periodo de tiempo. Fue una decisión final, fue bastante tardía, yo estaba estudiando COU, y aproximadamente por Semana Santa tomé al decisión de ser militar. Hasta entonces, yo quería ser ingeniero en telecomunicaciones, de hecho reservé plaza en la escuela de ingenieros, por si no ingresaba en la academia.
Mi padre era militar, aunque no influyó a ninguno de los hermanos para que lo fuésemos también. Vivíamos en un barrio de casas militares, con lo que tenía amigos que habían ingresado y asistía a algún acto con mi padre, pero no me decidí hasta tres o cuatro meses antes. -¿Está satisfecho con su carrera? ¿Cómo la definiría? -Estoy encantado, es una profesión que exige sacrifico, no solo a los militares si no a las familias, por eso intentamos que participen con nosotros en los actos agradables en los que pueden participar, pero es una profesión que proporciona muchísimas satisfacciones. Nuestras reales ordenanzas hablan de que la verdadera recompensa del militar es la íntima satisfacción del deber cumplido, y yo creo que es verdad. El poder acostarnos por la noche diciendo yo he cumplido, he prestado el servicio, he cumplido con mi rebanada de responsabilidad, es la mejor recompensa.
Sinceramente me voy satisfecho, he hecho lo que me gustaba en cada momento, sin sacrificar mi satisfacción personal a otro tipo de intereses, y me voy encantado con lo que he hecho. Me gustaría seguir en activo, pero esto no es posible. -¿Cómo ve el futuro de Melilla? -No soy adivino, pero creo que se están dando pasos para definir el futuro de Melilla. Es evidente que Melilla necesita una salida propia, por las propias circunstancias de Melilla, por la distancia a la península, la situación geográfica, por las circunstancias económicas y sociales de Melilla. Pero yo soy optimista, no solo en esto, en la vida en general soy optimista. Creo que como el refrán de Dios aprieta pero no ahoga, normalmente pasa esto.
Sin colores políticos todos los melillenses debemos remar en la misma dirección y buscar un futuro sostenible, un futuro que yo creo que puede ser prometedor, pero hay que encontrar la vía. Yo creo que el futuro de Melilla será bueno. -¿Qué echa de menos de Melilla cuando está lejos? -La calidad del trato del melillense. Melilla es una ciudad moderna, sorprendente y acogedora. Melilla está muy acostumbrada a acoger al que viene de fuera y hacerlo sentir como en su casa. Eso lo voy a echar de menos. Y además, ¡puede hacer todo andando!, no hay esa prisa. Yo me voy a ir a vivir a Madrid, donde la vida es radicalmente distinta. Uno quiere hacer una gestión y pierde toda la mañana, si la consigue terminar. Sin embargo, en Melilla el tiempo corre de manera distinta, eso es lo principal. -¿Qué le falta por hacer? ¿Con qué sueña? -Sueño con retirarme con mi mujer a algún sitio de costa, por ejemplo donde viven mis nietos. Sueño con tener una vida tranquila, normal, que es lo que añoramos todos, sin estridencias, con los problemas normales, pero no tengo aspiraciones extraordinarias. Lo que sueña cualquier persona normal, tener una jubilación tranquila, con salud y en compañía de las personas a las que quieres. Y eso, es lo mejor del mundo.

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