En la era de la hiperconectividad, donde cada clic puede ser una puerta de entrada o de salida a nuestros datos más íntimos, el boom de las plataformas de apuestas online ha destapado una realidad inquietante: la suplantación de identidad se ha convertido en el talón de Aquiles de una industria que mueve miles de millones de euros.
No son palabras al viento. Pedro L. López, fundador de la empresa tecnológica Nettilus, lo dice sin rodeos: “este fenómeno no sólo vulnera la privacidad de los usuarios, sino que también dinamita la reputación de las compañías que, involuntariamente, se convierten también en víctimas. Las declaraciones de López cobran especial relevancia en el marco de las jornadas que la Policía Nacional celebrará en Melilla el próximo 12 de junio. En este encuentro, que reunirá a operadores de juego y autoridades de la Dirección General de Ordenación del Juego, se pondrán sobre la mesa las brechas legales y tecnológicas que facilitan estos delitos digitales.
La honestidad de López resulta refrescante en una industria que suele maquillar sus vulnerabilidades. “Los malos siempre van un paso por delante”, reconoce sin tapujos. Esta confesión revela una verdad incómoda: “ni las videollamadas, ni los sistemas biométricos, ni la inteligencia artificial más sofisticada logran blindar completamente el sistema. La documentación falsa sigue filtrándose por rendijas que la tecnología, por avanzada que sea, no consigue cerrar herméticamente”.
Lo verdaderamente alarmante no es solo la suplantación en sí misma, sino el abanico de delitos que se despliega a partir de ella: apertura fraudulenta de cuentas bancarias, evasión fiscal sistemática, estafas que trascienden fronteras y, quizás lo más grave, la erosión progresiva de la confianza ciudadana en las plataformas digitales.
Ante este escenario, la DGOJ ha desarrollado herramientas Phishing Alert, un protocolo que alerta cuando alguien intenta registrarse en una casa de apuestas con un DNI ajeno, y los denominados PACS, que permite reclamar a posteriori en casos de fraude. Sin embargo, la efectividad de estos mecanismos depende crucialmente de algo que escasea: la colaboración real entre operadores, administración pública y fuerzas de seguridad.
Esta reflexión no pretende satanizar a la industria del juego online. Sería hipócrita negar su impacto económico o su arraigo en una generación que ha crecido al ritmo del click y la inmediatez. En Melilla, la fiscalidad ventajosa ha atraído a empresas como Casino Gran Madrid o Tiki Taka, el debate sobre las apuestas no puede limitarse a cifras de facturación.
Debe incluir, necesariamente, la protección del usuario, los derechos digitales y la seguridad jurídica. Porque cuando nuestra identidad deja de pertenecernos, el juego se convierte en una apuesta que ya hemos perdido antes de empezar.