Hubaras isleñas y continentales
La hubara (Chlamydotis undulata) es la representante más común de la bella familia de las avutardas en el norte de África. Posee toda la majestuosidad que caracteriza a la familia Otididae, pero con muchas diferencias morfológicas con respecto a sus parientes euroasiáticos, ya que las hubaras han evolucionado en un hábitat muy peculiar, las áridas llanuras del Magreb.
Las hubaras están representadas en el norte de África por dos subespecies. La avutarda hubara (Chlamydotis undulata undulata) es la subespecie nominal, y habita en las llanuras presaharianas situadas al norte y oeste del gran desierto, desde la costa atlántica por el oeste hasta la península del Sinaí por el este. La otra subespecie es la hubara canaria (Chlamydotis undulata fuerteventurae), que habita en las islas más áridas y próximas a la costa africana del archipiélago canario, concretamente Fuerteventura, La Graciosa y Lanzarote.
Anatomía adaptada al desierto
Aunque la hubara, como todas las avutardas, es un ave de gran porte, su tamaño es algo menor que el de las avutardas septentrionales, y además es bastante más esbelta, fruto de su adaptación a zonas más áridas y calurosas y con menos disponibilidad de alimentos. La hubara canaria es aún algo más pequeña, y con los colores más marcados que las hubaras continentales.
El plumaje de su espalda es marrón pálido con motas oscuras, un mimetismo muy indicado para la zona en que vive. De su cabeza le cuelga un penacho de plumas grisáceo, y en los individuos adultos otros dos penachos negros le cuelgan de cada lado del cuello. Estas características de su plumaje, combinadas con su gran porte, hacen que la hubara sea un ave espectacular, pero esta espectacularidad alcanza su cénit durante el celo, cuando los machos realizan un cortejo que es mítico entre los observadores de la naturaleza, por su gran belleza y suntuosidad. Durante la danza ritual erizan todas las plumas del pecho, de un blanco inmaculado, a la vez que despliegan las plumas de la cola, acompañando todo esto con una serie de movimientos espasmódicos que sirven al macho de la hubara para demostrar sus cualidades a las exigentes hembras, las cuales observan tal despliegue con cierta indiferencia, sin mostrar ningún signo de excitación o entusiasmo.
Protegida para ser cazada
En lo que por desgracia parecen coincidir la avutarda común y la hubara es en su escasez, debido a una caza excesiva que las ha llevado al borde de la extinción. Un ave del tamaño y la majestuosidad de la hubara es un trofeo que no puede pasar desapercibido para el mundo de la cinegética, que solo de un tiempo a esta parte está siendo obligado a cumplir algún tipo de control.
En el caso de la hubara canaria, con una población que no llega a los 800 ejemplares, su rápido declive poblacional ha puesto en guardia a las autoridades tanto europeas como nacionales y autonómicas, que han elaborado leyes que prohíben su caza y protegen su hábitat. En cuanto a la hubara en Marruecos, sus poblaciones empiezan a recuperar áreas en las que había desaparecido con anterioridad, gracias al programa intensivo de cría en cautividad desarrollado en el centro de cría de Missour, en las altas mesetas del Rekkam. Este centro de cría, gestionado por ornitólogos franceses, está financiado por Emiratos Árabes Unidos. La financiación por parte de EAU del centro de cría de hubaras se debe a la gran afición a la cetrería de los jeques de este país, y su preocupación por la rápida desaparición de una de sus especies cinegéticas preferidas. Se da así la paradoja de que la salvación de las hubaras pueda venir de la mano de los que la han cazado hasta poner en peligro su supervivencia.