Víctor Eugenio Higón Torres (Alboraya (Valencia), en 1959). Es profesor de francés y director de la Escuela Oficial de Idiomas de Melilla. Está casado y tiene dos hijos. En cuanto a su filosofía de vida, asegura que en lo personal se guía por los principios de generosidad, lealtad, honradez, coherencia e integridad. En relación con lo profesional, asevera que hace lo posible para dejar las cosas en mejor situación que las encontró al incorporarse a su puesto de trabajo.
–¿Cómo se describiría a nivel personal?
–Soy una persona que siente una infinita curiosidad por la naturaleza humana en sus grandezas y en sus miserias.
–¿Qué prenda de ropa no falta en su armario?
–Unos vaqueros.
–¿Le gusta llevar alguna joya? ¿Tiene algún significado especial?
–Nada de joyas. Cero interés.
–Expresión melillense que más use o que le llame la atención
–Me encanta cuando un desconocido me aborda y me llama ‘vecino’ (vesino).
–Un rincón de Melilla del que nunca se aburre de visitar.
–El Pueblo. El mirador junto al faro.
–Su libro favorito. ¿Cuándo leyó el último?
–Siento especial predilección por el novelista francés Jean Giono (1895-1970). Me gustan casi todas sus novelas. Resaltaría ‘Le moulin de Pologne’. Mi último libro: ‘Vital’, de Fréderic Saldman, son consejos para llevar una vida saludable.
–¿Películas o series? ¿Alguna favorita?
–Me marcó la película ‘Whiplash’ (Damien Chazelle, 2014). La transposición de la música en imágenes en esta cinta es sencillamente magistral. Por otra parte, me he aficionado a las series nórdicas, como ‘Borgen’, ‘Atrapados’...
–Mi tiempo libre lo dedico a...
–Pasear, ver documentales, películas, rebuscar en Internet posible material para mis clases, hablar con los míos, cantar en el coro ‘Ciudad de Melilla’, ir de tapas por la ciudad...
–Un recuerdo de la infancia.
–Toda la familia, con mis padres y mi hermano, montados en una moto Guzzi que tenía mi padre, porque no teníamos coche, para ir a pasar el día a la playa.
–Un juguete.
–Un proyector de cine muy rudimentario. Las películas estaban impresas en papel vegetal. Recuerdo tardes enteras mirando y remirando las mismas imágenes.
–Su fiesta favorita.
–No tengo una fiesta favorita. Quizá el momento de una buena ‘mascletà’ en la plaza del Ayuntamiento de Valencia en medio de la muchedumbre. Fuera de eso, me fascina ver a la gente de fiesta, de vacaciones, ser testigo anónimo de su felicidad.
–¿Cocina? ¿Se le da bien?
–No se me da mal.
–No puede resistirse a un plato de...
–Un buen arroz meloso, un buen cocido, platos de cuchara en general.
–¿Qué tarea del hogar no soporta?
–Me gusta ocuparme de mi casa, de mis cosas, aunque me siento más cerca del modelo ‘manazas’ que de lo que se entiende por ‘manitas’.
–¿Personaje histórico que le llame la atención?
–Aquéllos que sirven honradamente a su país por encima de los cambios de régimen. Tayllerand (1754-1838), aunque muy vilipendiado por muchos, podría ser un buen ejemplo.
–Si pudiera viajar al pasado, ¿a qué época le gustaría ir?
–Siglo XIX a caballo entre Francia y España..
–¿Viajaría al futuro?
–Ningún interés.
–¿Es supersticioso?
–No. Se suele decir que ser supersticioso da mala suerte. Es una boutade, pero tal vez sea cierto. Quién sabe... Intento vivir despojado de manías.
–¿Se arrepiente de algo?
–Sí, de no haber compartido más con los muchos seres queridos que ya no están.
–¿Cuál es su principal miedo?
–El mundo que dejaremos a las generaciones futuras.
–Algo que deteste de usted mismo.
–El bloqueo y sufrimiento íntimo que siento ante la incompetencia profesional y ante la mediocridad. Tendría que ser algo más transigente en este particular.
–Un lugar de ensueño para ir de vacaciones.
–Mallorca, mi segunda ‘patria chica’, evitando, eso sí, los guetos del tipo ‘Arenal’ o ‘Magalluf’ en verano.
–Si le tocara la lotería…
–Ya me ha tocado. Tengo una familia excepcional, unos amigos maravillosos, un trabajo apasionante y vivo en una ciudad preciosa.
–Un chiste.
– Destrozo los chistes. Mejor no.