En un rincón discreto pero esencial de la Armada Española navega el Mar Caribe, un buque auxiliar con historia, alma y una misión vital: sostener el pulso de la soberanía nacional en las pequeñas islas y peñones que salpican el norte de África y el mar de Alborán. Bajo el mando del comandante del buque, capitán de corbeta, Álvaro de Agustín Búa , este veterano del mar sigue escribiendo su legado con cada “aguada”, nombre con el que su dotación denomina las operaciones de abastecimiento.
Ahora mismo se encuentra recalado en la ciudad autónoma de Melilla a la espera del buen oleaje para seguir con la campaña de aguadas, a las diferentes islas y peñones de soberanía española.
De buque civil a pilar militar
Antes de responder al nombre que lleva con orgullo desde hace más de tres décadas, el Mar Caribe fue el Amatista, un buque civil botado en los astilleros de Gijón en 1974. Fue adquirido por la Armada en 1989 para cumplir funciones logísticas y, desde entonces, ha sido designado como buque auxiliar, logístico e incluso remolcador de gran porte.
"Es el primer buque con este nombre en la Armada. Imagino que se eligió por el vínculo histórico de España con esa región del mundo, al haber estado tan presente la Armada y España a lo largo de su historia en el Mar Caribe, pues se decidió dar un nombre con tintes históricos y también tradicionales navales", ha comentado el capitán De Agustín. Un nombre con sabor a historia, en una nave que parece haber nacido para sostener lo remoto, lo olvidado y lo pequeño, donde la bandera española ondea con perseverancia.
Un veterano que sigue dando batalla
Con 60 metros de eslora, 14 de manga y un desplazamiento de 1.860 toneladas, el Mar Caribe es un buque de porte medio, pero de corazón gigante. Su rol principal es abastecer los destacamentos militares en lugares como las islas Chafarinas, el Peñón de Vélez de la Gomera, Alhucemas y la isla de Alborán. Cada año, navega aproximadamente 100 días, distribuidos en campañas de hasta 20 días seguidos. En estas jornadas, el barco entrega agua potable, combustible y todo tipo de suministros necesarios para mantener operativas estas posiciones estratégicas.
“No hay otro barco en la Armada que haga lo que hace el Mar Caribe”, ha sentenciado el capitán. Y no es una frase grandilocuente. Aunque existen naves similares como el Carnota o el Cartagena, solo el Mar Caribe combina la versatilidad y la logística necesarias para llegar a estos puntos tan específicos.
Polivalencia y camaradería a bordo
A bordo viajan 28 personas, cada una con una función, pero todas dispuestas a asumir múltiples roles cuando la ocasión lo requiere. “Somos multipropósito”, ha afirmado el capitán. Desde mecánicos y administrativos hasta hosteleros, todos participan en las maniobras de abastecimiento. “El hostelero recoge mangueras, el administrativo vigila el puente... todos remamos en la misma dirección”.
Uno de los que mejor conoce este espíritu de equipo es el sargento Andrés Leal, contramaestre del buque. “Esto es una pequeña familia. Cuando estás 20 días seguidos en alta mar, no queda otra que apoyarse mutuamente. Es duro, pero muy gratificante”.
La vida a bordo no es sencilla. Las jornadas comienzan de madrugada, fondean frente a las islas, se conectan las mangueras, se bombean suministros, se retira el equipo y vuelta a navegar. El descanso es escaso, el esfuerzo constante, pero la recompensa está clara: mantener la presencia de España en enclaves donde la bandera nacional no baja nunca.
Habitaciones austeras, misión noble
El Mar Caribe no es un barco de guerra. No tiene misiles, no es una fragata. Su combate es logístico y su campo de batalla, el mar. Cuenta con nueve camarotes, compartidos entre oficiales, suboficiales y marinería. Las habitaciones son simples, con literas y poco más, y gran parte del tiempo libre transcurre en cubierta, cuando el clima lo permite.
“Hay mucho espacio exterior. En una fragata se hace menos vida fuera porque es más bélica, más operativa. Aquí, como no somos tan bélicos, la cubierta es nuestro salón y nuestro patio a la vez”, ha explicado entre risas Alvaro de Agustín.
El barco, sin embargo, está preparado para operaciones complejas. Además del abastecimiento a destacamentos, puede realizar remolques de plataformas navales o blancos para ejercicios, recoger minas y torpedos de prácticas, e incluso recibir cargas mediante Vertrep, un tipo de reabastecimiento vertical mediante helicópteros. “No pueden aterrizar, pero sí depositar cargas desde el aire”, ha aclarado el capitán.
Más allá del mar
La historia del capitán De Agustín es, también, parte de la historia del Mar Caribe. Hijo de oficial de la Armada, no fue hasta después del bachillerato que decidió seguir los pasos de su padre. “Me gustaba navegar. Entré por oposición, ahora se entra con nota de selectividad, como en cualquier universidad. Estudias un grado de ingeniería en la Escuela Naval, pero también te formas militarmente”.
Su testimonio deja claro que la Armada no es solo un trabajo, es una forma de vida. “Aquí valores como el compañerismo, la lealtad y la disciplina se viven en cada maniobra. Pasar por este barco deja huella”.
El sargento Leal coincide: “Esto es una aventura. Vas a sitios donde nunca estarías de otra forma. Y cada día, por muy duro que sea, sabes que estás ayudando a mantener la soberanía de tu país. Eso no lo puede decir todo el mundo”.
Una vida de mar y de misión
Las navegaciones más cortas desde Melilla duran unas dos horas y media, hasta las Chafarinas; las más largas, ocho horas hasta el Peñón de Vélez de la Gomera. En ocasiones, las rutas se hacen directamente desde Cádiz, desde la Base de estacionamiento del buque, la Estación Naval de Puntales, llegando a durar dos días de navegación. Un ejemplo claro de cómo la logística se convierte en táctica y cómo cada milla cuenta.
Aunque el barco muestra señales del tiempo, sigue cumpliendo su misión con fiabilidad. Tarde o temprano, será reemplazado, pero dejará una estela difícil de seguir. Porque el Mar Caribe no es solo acero y combustible. Es la suma de sus hombres y mujeres, de sus días y noches de mar, de su lealtad silenciosa.
Y en cada gota de agua que lleva a un peñón remoto, en cada maniobra que arranca al alba, el Mar Caribe sigue demostrando que la soberanía también se defiende con esfuerzo, constancia y humanidad.