Las clases de alfabetización que se ofrecen en Mujeres Vecinales son la única opción de muchas melillenses para aprender a leer, escribir o hacer la cuenta del ‘súper’.
Llegó al centro de salud. Cuando entró no sabía qué hacer. Estuvo preguntando a personas que conocían su idioma y le dijeron que debía coger un tiquet y cuando le tocara su número podría solicitar la cita con el médico. Cogió ese papelito con cosas escritas en color negro y pidió ayuda a una mujer que estaba a su lado. No entendía lo que ponía. Fue esta señora la que le avisó de que era su turno. Esta historia se repitió muchas veces hasta que consiguió una plaza en el curso de alfabetización de Mujeres Vecinales. Ahora cuando va al médico coge su tiquet y entiende lo que hay pintado en él. Son números. Lo ha comprendido gracias a las enseñanzas de Antonio Picón, su maestro. Se siente tan orgullosa de sí misma que no quiere dejar estas clases. Ya no necesita la ayuda de ninguna persona en el médico. Identifica los números de la pantalla con los de su tiquet y los comprende. Incluso sabe hacer restas para calcular cuántos pacientes quedan para que le toque a ella. Una de sus compañeras de clase, que lleva más tiempo en esta ‘escuela’, ya se maneja muy bien con los euros. Está feliz porque sabe lo que cuestan los productos del supermercado y es capaz de echar la la cuenta y asegurarse de que le dan la vuelta correcta. Por eso, más que números y letras, los cursos de alfabetización para estas mujeres melillenses son pasaportes que les ayudan a conseguir una autonomía que no tenían antes.
Antonio Picón, el maestro de los cursos de alfabetización que se imparten en la Asociación de Mujeres Vecinales, asegura a este periódico que detrás de cada alumna hay una historia compleja familiar o social que le impidió formarse cuando era niña. Una de ellas le contó que su padre la obligaba a quedarse en casa mientras que su hermano iba a la escuela. Luego creció, se casó y nunca tuvo la oportunidad de estudiar. Fue cuando nacieron sus hijos cuando notó lo mucho que le serviría conocer el castellano, escribirlo y saber algo de matemáticas. Por eso se apuntó a este curso que imparte Picón y ahora es capaz de rellenar documentos oficiales.
El maestro de las clases para adultos explica que muchas de las mujeres que asisten a su aula llevan más de 25 años en Melilla y al no conocer el idioma no son capaces de integrarse como un miembro más de la sociedad. Asegura que en sus clases, además de dictados, cuentas de sumar y restar y caligrafía, las alumnas charlan sobre algún tema de actualidad que esté pasando en la ciudad o en el país. Este pequeño debate les anima a dar su opinión de las noticias y les ayuda a confiar en que sus criterios son tan válidos como los de otras personas.
Pero Picón les enseña mucho más. Cuando llega el fin de los trimestres del curso escolar les explica las notas de sus hijos. Los pequeños de la casa muchas veces son muy listos y engañan a sus madres diciendo que tienen buenas notas y no es así. Gracias a sus explicaciones, entienden lo que significa tener un insuficiente o un notable. También les echa una mano y les anima a que vayan a hablar con los profesores de sus hijos, para que vean que están implicadas con la educación de sus pequeños. Otras veces, dedican la clase a cómo tienen que rellenar un documento oficial o a hacer un repaso de las instituciones que forman parte del Estado, como el papel que tiene el presidente del Gobierno o el Rey.
Este maestro asegura que no hay alumnos mejores que estas mujeres. Nadie tiene su motivación y sus ganas de aprender cada día, de mejorar y de ser completamente autónomas.
Más de una cuando entró en esta clase no sabía ni contar hasta diez y ahora son capaces de hacer cuentas complejas y resolver los problemas que Picón les pone sobre la vuelta que les debe dar el tendero tras hacer una compra. Incluso en el mes de Ramadán este grupo de mujeres se ha levantado temprano para no perderse la clase.
Clases
Repletas de contenidos. El maestro Antonio Picón incluye en sus clases un dictado y un debate sobre temas de actualidad. Nunca pone notas a las alumnas. Sabe que su esfuerzo es la mejor recompensa y no les hace falta saber si tienen un diez en las cuentas de restar. Resalta que toma nota de las dificultades que tiene cada una en una libreta e intenta que mejoren poniendo más ejercicios sobre esos aspectos. Está muy orgulloso de sus alumnas y ellas le tienen una gran devoción porque les enseña cosas útiles para su vida, como a interpretar las notas de sus hijos.
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Alumnas muy aplicadas. Picón les recomienda ver los informativos en castellano. De ahí suelen sacar el tema para el debate que todas las mañanas realizan en sus clases. El objetivo es que vayan cogiendo soltura y que expresen sin miedo sus opiniones ante otras personas. Esto refuerza su seguridad.
Historias
De superación personal. Tras cada alumna de este curso hay miles de razones por las que nunca pudo estudiar de pequeña. Por eso, son ejemplo de superación personal. Algunas tienen más de 40 años y no sabían ni contar hasta diez. Ahora entienden los nombres de los productos en el supermercado y son capaces de contar el dinero que les dan de vuelta al pagar en la caja.
Mejor
Inserción social. Tras estar en este curso muchas mujeres han conseguido entrar en los programa de Promesa. En esta institución se les exigen muchos más conocimientos, pero consiguen sus propósitos y sacan adelante el curso como otros alumnos con más formación que ellas.
El juez decano de Melilla, Emilio Lamo de Espinosa, explicó a este periódico que son muchas las personas que necesitan traductores en los juzgados porque desconocen el castellano. También destacó que hay casos de personas que tienen DNI, es decir, que son ciudadanos nacionales, y que no hablan ni comprenden el español. Aseguró que en estos casos, la persona se arriesga incluso a perder la nacionalidad porque es una obligación conocer el idioma según marca la Constitución en el artículo número tres. Esto es un motivo más para poner en valor los cursos de alfabetización que se ofrece en la ciudad.