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Inicio » Cultura y Tradiciones

“Haz de la poesía un sol de otro espacio, pero tuya su lumbre”

Carlos Murciano presenta su nuevo poemario, 'Sol de otro espacio' (con prólogo de Federico Gallego Ripoll), Oviedo, editorial Ars Poetica, Col. Beatus Ille, 2025

por María del Carmen García Tejera
21/04/2025 17:35 CEST
“Haz de la poesía un sol de otro espacio, pero tuya su lumbre”

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“Haz de la poesía un sol de otro espacio, / pero tuya su lumbre”. Con este lema propio abre Carlos Murciano su nuevo poemario. Conviene recordar que ese sol -esa lumbre- lo asiste desde hace más de setenta años. Un sol que no sólo no se muestra desvaído cuando se aproxima al ocaso sino que, por el contrario, cobra distinta energía, luce con nuevos matices y alienta un nuevo amanecer.

Nuestro poeta vuelve nuevamente al soneto -su forma poética favorita desde sus inicios- aunque en modo alguno resulte su empleo una fórmula repetitiva (¿lo es, quizá, cada ocaso, cada amanecer?). Vuelve nuevamente al soneto, decía, y lo hace con energía, con sabiduría y, sobre todo, dotándolo de esa carga de belleza -como la que desprende el sol desde su salida hasta que se oculta de nuestra vista- que nos sorprenden cada vez que nos adentramos en sus composiciones. Sonetos de impecable construcción que, a veces, tienen como referente o como punto de partida un verso de otro poeta, pero también una curiosa noticia aparecida en la prensa, una fecha, un crucero, una melodía, la letra de una conocida canción… Sonetos por los que transitan aves y pájaros –“criaturas de la música y el cielo,”- o en los que aparecen evocados un suceso de su infancia, una “sirena de mentira”, una piedra de molino, un Cristo roto… Sonetos de amor -siempre- pero también sonetos doloridos que, desde la soledad, presagian la destrucción de la memoria que desemboca en olvido: “Ahora, en tu soledad desamparada, / eres un nombre que ya nadie nombra, / envuelto en la ceniza del olvido.”

Integran este poemario cincuenta y dos sonetos repartidos en dos grupos, aunque apenas notemos una clara frontera entre ambos. El amor, tema omnipresente en toda su poesía, es también en esta ocasión punto de partida y de llegada: un verso de Petrarca -Cosa bella e mortal passa e non dura- inicia y prefigura esa volatilidad del tiempo (otro tema clave en sus composiciones) que sin embargo es incapaz de destruir los lazos del amor, ni siquiera de alterarlos: “Sus huellas no nos dañan, son espuma, / humo, sombra, neblina, nada en suma, / y mientras que se aleja, nos queremos”. Un amor que, pese a la ausencia de la amada y el poso de soledad que ello le provoca, permanece inalterable, en un claro desafío a ese paso inmisericorde del tiempo.

Pero el tiempo, ay, no abandona su quehacer y el poeta lo sabe. Amor ausente, soledad, recuerdos que se diluyen porque el tiempo apenas deja a su paso rastros de lo que fueron: “Y todo es ya vacío y polvo y nada, / ni siquiera ceniza enamorada, pues no tiene relieve el pensamiento”. La destrucción se adueña del poeta, de su pensamiento. Pero no de su poesía que, pese a todo, se alza triunfante sobre ese mundo de ceniza y soledad. Una poesía que vuelve una y otra vez a sus fuentes, pero que se enriquece con el agua recién llovida en su feraz trayectoria como poeta. Porque, como afirma Federico Gallego Ripoll en su Prólogo a este poemario, “cada texto, que es término en sí mismo, puede también ser comienzo de una nueva etapa”.

Efectivamente, este poemario no es un “punto final”, como señala Carlos Murciano al enviarnos sus últimos libros: es, en todo caso, un punto y seguido o, mejor, un punto de partida para nuevas creaciones, para nuevas aventuras poéticas.

Tags: cenizasoledad

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