Finalmente, las predicciones meteorológicas más negativas no se cumplieron y la Cabalgata, aunque estática por cuestiones climatológicas, fue todo un éxito. Con la seguridad como estandarte, Melilla se convirtió en una anfitriona de excepción para Sus Majestades. Tal y como habían anunciado, los Reyes Magos de Oriente hicieron su aparición pasadas las 18:00 horas de la tarde a las puertas del Teatro Kursaal entre la multitud de niños que los esperaban a la salida para saludarles y fotografiarse junto a ellos. Como no podía ser de otra forma, tratándose de tan ilustre visita, el presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda, fue el encargado de abanderar la comitiva junto con el consejero de Economía, Miguel Marín, o el presidente de la Fundación Melilla Monumental, Francisco Díez, entre otros. Confeti, música y caramelos acompañaron a los Reyes Magos mientras hablaban con los más pequeños, que estaban repletos de emoción al poder ver en persona a Sus Majestades. Posteriormente, los Reyes Magos se desplazaron en sus coches oficiales por la Avenida Juan Carlos Primero hasta finalizar en la calle Cándido Lobera. Sobre las 19:00 horas, los Reyes Magos descendieron de sus automóviles y se dirigieron a sus respectivas carrozas, ubicadas en las calles del centro. En total, la Cabalgata constó de catorce carrozas con diversas temáticas infantiles, por ello algunas estaban decoradas a imagen y semejanza de películas como ‘El Grinch’, ‘El país de nunca jamás’ o ‘La princesa de hielo’. A los carruajes hay que sumar tres pasacalles. La Policía Nacional tuvo su propia carroza, coincidiendo con su bicentenario, y también unas motos para que los más pequeños de la casa pudiesen fotografiarse. Y como es tradición, desde hace siete años, el Cuerpo de Bomberos estuvo presente con un autobús que los efectivos rehabilitaron en sus horas libres. También se instaló un tren de carbón donde se entregaron piruletas a las personas que se acercaban. Cada una de las carrozas reales contó con ocho custodios, y el resto con seis. Ellos fueron los encargados de organizar los saludos de Sus Majestades con los niños. Durante el acto central de la Navidad, se repartieron más de 2.400 kilos de caramelos, aptos para celíacos y blandos para evitar posibles sustos, ya que aunque se trató de una Cabalgata estática, no se perdió la costumbre de lanzar caramelos. Más de 800 personas velaron porque este acto estuviese a la altura de las circunstancias y desde el Gobierno organizaron cada paso de Gaspar, Melchor y Baltasar. Cerca de las nueve de las noche, los Reyes Magos se asomaron a uno de los balcones del Palacio de la Asamblea, instando a “compartir amor en el mundo”.