Melilla cumplió un año más la tradición y sacó en procesión de alabanzas a la Divina Pastora de las Almas, en el domingo en que la iglesia católica conmemora a Jesús como el Buen Pastor y realiza una jornada de oración mundial por las oraciones consagradas desde hace más de 60 años.
La función religiosa previa a la procesión tuvo lugar a las seis de la tarde en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús y fue oficiada por el vicario episcopal, Eduardo Resa, quien pidió “traducir la fe a la cultura” en su homilía, parafraseando así a Juan Pablo II en su último viaje a España en 2003. Y ello, después de constatar cómo la sociedad actual “ha silenciado a Dios” en cualquiera de sus manifestaciones.
A la celebración acudieron los hermanos mayores de las cofradías del Cautivo, Gregorio Castillo, el Flagelado, Roberto Vargas, y del Humillado, Andrés Domínguez, así como el máximo representante de la Congregación de la Victoria, Luis Miguel López de la Manzanara. También acudió una representación del Partido Popular encabezada por su presidente regional, Juan José Imbroda, e integrada por Miguel Marín, Fadela Mohatar y Miguel Ángel Fernández Bonnemaison. También asistió el presidente de Unesco Melilla,
Juan Antonio Vera.
La misa, que se prolongó por espacio de unos cuarenta minutos, fue cantada por el Coro Rociero de la ciudad ante la presencia de varias decenas de fieles y de devotos de la Divina Pastora, que salió en procesión desde el Sagrado Corazón por segundo año consecutivo por las obras que se desarrollan desde hace tiempo ya en la parroquia de la Purísima Concepción, en el Pueblo. Esta imagen, que cuenta con 103 años de historia, siempre se ha vinculado estrechamente a Melilla la Vieja, un barrio, el de Medina Sidonia, del que siempre se consideró protectora.
Poco antes de las siete de la tarde, se empezaba a formar la comitiva de la procesión, organizada por la Hermandad de Gloria que cuenta más de un siglo de historia en la ciudad. Abría el paso la Cruz Parroquial, tras la que se situaban los representantes de la sociedad melillense que acudieron al acto. Todos ellos mostraban dos singularidades: portaban el típico cayado del pastor y vestían camisa blanca y pantalón oscuro como uniforme propio para la ocasión.
La imagen de la Divina Pastora de las Almas no es muy grande pero sí tiene una gran belleza. Muestra a la Virgen sentada con el niño en brazos y rodeada por varios pequeños borregos que parecen esperar sus caricias. El trono se completa con la representación de un olivo que, precisamente, es el que hace complicada la salida por la puerta del Sagrado Corazón.
A las siete de la tarde en punto, el trono encaraba la bajada de las escaleras de la iglesia. Es un momento difícil para los portadores, que se ven obligados a sacar el paso a mano. Y un detalle importante que debe resaltarse de nuevo: todos los hombres y mujeres que iban bajo la Virgen era gente muy joven, algo que ya pudimos contemplar durante la pasada Semana Santa en lo que está siendo un importante relevo generacional en las cofradías melillenses.
Las campanas del Sagrado Corazón doblaron largo rato para dar la bienvenida a la Divina Pastora, mientras la Agrupación Musical del Nazareno entonaba el himno nacional, como es tradición en estos casos.
El trono ya estaba en la calle y los portadores realizaron una complicada maniobra para girarlo hacia Ejército Español, seguido por el vicario y un numeroso grupo de fieles que acompañó la procesión durante todo su recorrido. En este caso, el itinerario fue la bajada por Ejército Español, el cruce por la calle Cervantes hasta la Avenida Juan Carlos I y subida hasta Castelar para bajar por López Moreno y entrar de nuevo en el templo.