Irene Muñoz de la Nava es la actual coordinadora de Save the Children en Melilla, donde la ONG tiene diversos proyectos de acción social centrados en los menores migrantes. Para conocer mejor la labor dedicada a la infancia de la organización, El Faro se reunió con Muñoz de la Nava, que nos explicará las claves de su trabajo en la ciudad.
–¿Cuál es la actuación de Save the Children en Melilla?
–En Melilla tenemos proyectos de menores migrantes, ‘Children on the Move’. En este sentido, como entidad, trabaja, no solo en países de tránsito como es España, sino también en los países de emisión y de llegada. Desde esa perspectiva, Melilla se dibujaba como un lugar clave para elaborar una línea de acciones y desde el 2016 hemos desarrollado y estamos implementando diferentes proyectos aquí. Tenemos la suerte de colaborar con el Ministerio y diferentes centros educativos en el desarrollo de proyectos de inmersión lingüística y refuerzo escolar para intentar que los menores migrantes se puedan integrar con garantías plenas al desarrollo escolar, en el sentido de que muchas veces el nivel de castellano que traen es muy escaso. Entonces, desde ahí, diseñamos proyectos, siempre en colaboración con la dirección del centro y al final con los orientadores o los tutores, para favorecer de alguna forma que se pongan al nivel del resto del grupo lo antes posible y que puedan tener una integración plena en currículum escolar ordinario. Además, tenemos una oficina en la que trabajamos muy en coordinación con la Policía de Asilo en la frontera de Beni Enzar. Se llama ‘El espacio amigable de frontera’, que tiene como objeto poder atender a la infancia durante las entrevistas de asilo. Son momentos en los que las personas tienen que revivir situaciones traumáticas, situaciones de mucho dolor y al final, que un menor esté presente durante estas entrevistas puede dar lugar a una retraumatización. Con lo cual, con una coordinación muy fluida, se ha generado algo que es clave, que es la colaboración entre actores. Los menores vienen a nuestro espacio y nuestras educadoras desarrollan con ellos actividades, tanto de ocio educativo como otras que tienen como objetivo rebajar muchas veces la ansiedad con la que los menores llegan. Tenemos también un proyecto donde trabajamos con menores que están tutelados por la Ciudad Autónoma y que van a cumplir los 18 años, de manera más o menos inminente, y también con una colaboración muy cercana con los directores de los centros y los trabajadores sociales, pues establecemos actividades dirigidas al ocio, a la participación y al desarrollo de habilidades y competencias. Otro proyecto que tenemos está dirigido a menores que están en situación de calle. Son menores que, como conocéis, se encuentran en una situación de alta vulnerabilidad. Este proyecto lo llevamos a cabo siempre con la Conserjería de Bienestar Social y el objetivo es ofrecerles talleres informativos, talleres de prevención y favorecer su reinserción en el sistema de protección, ya que entendemos que es el sistema que ofrece mayores garantías a estos menores.
–¿Con cuántos menores estáis trabajando?
–A lo largo de este 2019, estamos hablando de unos 600 menores en los diferentes programas que llevamos a cabo y no hemos acabado el año.
–¿Y cómo están siendo los resultados de estos proyectos?
–Estos menores, por regla general y aunque no podamos generalizar, han sufrido situaciones traumáticas, con mucho peso emocional. Desde luego necesitan muchísimos recursos que, de alguna forma, estén muy orientados a una atención lo más individualizada posible. No obstante y teniendo en cuenta lo que hablábamos, una de las claves es trabajar siempre en coordinación con el resto de agentes, con las instituciones. Sí que vemos que se van obteniendo resultados, a diferentes niveles, desde menores que están en situación de calle y hacen una reinserción; menores que adquieren una buena competencia lingüística, lo que favorece su desarrollo escolar; menores que participan en diferentes acciones de ocio, de participación, etc. y que de alguna manera, también favorece su integración en la ciudad de Melilla.
–¿Cuántas personas estáis trabajando de Save the Children en Melilla?
–Entre todos, ahora mismo, somos 14 trabajadores.
–¿Para 600 menores?
–Sí.
–¿Contáis con la colaboración de voluntarios?
–En determinados momentos del año, tenemos campamento de verano y campamento de invierno, la acción del voluntario es clave. Tenemos además la suerte de contar con un convenio de colaboración con la universidad, donde los estudiantes de Educación Social pueden ofrecer su tiempo, que es algo que no siempre está suficientemente reconocido; y traen su saber, porque no tenemos que olvidar que son personas que tienen un conocimiento y una experiencia que es clave. Para nosotros, la figura del voluntario es una figura que aporta, no solamente desde el punto de vista de que nos es de gran ayuda, sino que ofrece a los menores otro tipo de referentes y de alguna forma, es también es la manera de presentar y dar la voz a la infancia a través de la participación ciudadana.
–¿Cómo llegáis a los menores que están en la calle?
–Es un trabajo delicado. Tenemos que tener en cuenta que, probablemente, los niños que están en una situación de calle, son los más vulnerables. Son menores que se encuentran en esa situación por diferentes casuísticas, no hay una sola razón, es como una realidad poliédrica. Tenemos la suerte de contar con un equipo que conoce el territorio y que ha creado un vínculo de confianza con estos menores. Establecemos todas las tardes unas rutas de observación, loas acompañamos, desarrollamos actividades de ocio, de tiempo libre, talleres socio-sanitarios, de prevención, de fomento para que también conozcan sus derechos y sus obligaciones intentando explicarles qué es el sistema de protección, porque mucho de estos menores están fueran de los centros por desconocimiento o incluso por falsas expectativas de lo que supone hacer un ‘risky’. Así pues, a través de una labor educativa del día a día, tenemos el objetivo de que entiendan que el lugar donde mejor y más protegidos vana estar es en un centro. Y para ello no solo están los educadores, es una labor de coordinación con la Policía Local, con los trabajadores y las trabajadoras de los centros, con los directores y sobretodo con la Consejería. Este es un proyecto en que colaboran y nos ayudan Médicos del Mundo. Tenemos rutas repartidas, porque muchos de estos menores presentan situaciones de salud difíciles, entonces, contar con ese apoyo, lo que hace es fortalecer la intervención que desarrollamos.
–Los menores extranjeros que cumplen 18 años se enfrentan a muchos desafíos ¿Cuál es la ayuda que les proporcionáis?
–Nosotras trabajamos apoyando la intervención que ya se está haciendo desde la Consejería. Creemos y entendemos que la Ciudad Autónoma hace frente a muchos trámites por su situación fronteriza, pero sí es verdad que la presión migratoria no puede de alguna forma o en ningún caso, desproteger ni si quiera de la parte administrativa. Sí que creemos y Save the Children lleva tiempo intentando promover una colaboración entre instituciones para que los trámites se agilicen lo antes posible para dar las mayores garantías de protección a estos menores que van a cumplir los 18 años.
–¿La menores a qué situaciones se enfrentan por su género?
–Es verdad que las niñas, como en cualquier situación, por el hecho de ser mujer conllevan un riesgo asociado. Sí es cierto que en la intervención de calle, no encontramos mujeres. Actualmente trabajamos con 85 menores en esa situación y no tenemos intervención con mujeres, porque generan otra casuística. Desde ahí, más allá de las dificultades y de idiosincrasia de lo que supone ser mujer y ser menor, que son dos situaciones que se correlacionan, creemos que la clave es la educación. Lo que intentamos y favorecemos es la inclusión de todo lo que es evitar violencia entre iguales, la equidad, el género como un eje transversal a todas las intervenciones, haya o no mujeres en ellas.
–Entonces ¿Cuál sería el perfil de menores más vulnerable?
–En este sentido y en la actualidad, cada colectivo presenta unos riesgos que son comunes, pero los menores que están en la calle, por la situación específica en la que se encuentran, sí que tal vez sean los menores con mayor vulnerabilidad que nos encontramos.
–¿La sociedad civil tiene un papel en esta situación?
–Todos sumamos. Hablábamos antes del voluntario, que es una forma de sumar y otra forma es la no normalización. Por la situación fronteriza de Melilla, vemos a menores en la calle y es una realidad con la que convivimos. Entra dentro de lo habitual y terminamos normalizando ciertas situaciones que no deberían ser normales. Entonces, lo que creo que podemos hacer es no perder esa sensibilidad, estamos hablando de niños y niñas que necesitan protección y que como Estado tenemos unas responsabilidades. Eso no se nos puede olvidar. No se trata de solidaridad, sino de responsabilidad y de cumplimiento.
–¿Cuáles son los desafíos principales de estos menores ahora mismo?
–Hay muchos desafíos, podríamos estar enumerándolos... No tenemos que olvidar que Melilla tiene ahora mismo un 9% de los menores migrantes tutelados de España. Obviamente, si no hay un reparto de las llegadas, se produce un menoscabo de la calidad de los servicios. Creemos que tiene que haber un procedimiento de obligado cumplimiento para el reparto territorial de estos menores que garantice, sin lugar a duda, la protección, y que no exista ninguna situación de riesgo para los niños y las niñas. Estamos hablando de procedimientos para el traslado de menores que de alguna forma generen, desde la asunción de responsabilidades a nivel nacional, el que no haya una brecha en la protección entre las Ciudades Autónomas o Comunidades de primera llegada, como pueden ser Melilla o Andalucía, respecto al resto de territorio nacional. Es importante recalcar que no hablamos de solidaridad entre agentes territoriales, estamos hablando realmente del cumplimiento de derechos, del cumplimiento que como país tenemos frente a niños y niñas, que son sujetos de máxima protección.
–¿Entonces falta aplicar las leyes o convenios?
–Yo no hablaría tanto de aplicar, sino que tendríamos que establecer procedimientos claros, más que, que no se estén aplicando. Creo que debemos entender que es una responsabilidad de todos, que por la situación fronteriza existe una presión sobre ciertos territorios y es un deber y una responsabilidad de todos el dar respuesta, siempre prensando en el bien superior del menor.
–Ahora los menores extranjeros son tema del discurso político ¿Crees que se puede parar la llegada de menores o solo nos queda acogerlos?
–Tenemos que entender que las personas que migran lo hacen por diversas causas. Ya es un drama abandonar tu familia, tu país, tu entorno y tu red de apoyo para emprender un viaje que está lleno de peligros y vulneración de derechos. Si alguien hace eso es porque normalmente existe una necesidad. Obviamente los menores, los niños y las niñas y los adolescentes, que a veces se nos olvida que son menores, son sujetos de protección y eso no se nos puede olvidar nunca. Una vez que llegan a nuestro territorio, debemos garantizar que esa protección se dé.