Abraham Haim se confiesa un enamorado del pueblo español y lo hace saber allá a donde va. Y es que, como muchos sefardíes, lleva a Sefarad en el corazón y guarda un estrecho vínculo con España y sus tradiciones. Este idilio lo quiso demostrar el pasado miércoles 21 de noviembre en una conferencia pronunciada en Melilla bajo el nombre de ‘Mi Sefarad: cuatro décadas con los españoles’, en la que combinó su experiencia personal en España con un acercamiento a la comunidad sefardí de Jerusalén, asentada en la ciudad desde hace más de 750 años.
Durante el acto, organizado por Mem Guímel, el presidente de la asociación, Mordejay Guahnich, aprovechó el momento para otorgarle el Premio Mem Guímel 2018 y nombrarlo representante de la organización en Israel con el fin de dar a conocer Melilla en los distintos foros culturales que se celebran en el país. Para Haim, licenciado en Historia de Oriente Medio y en Lengua y Literatura Árabe por la Universidad Hebrea de Jerusalén y presidente del Consejo de la Comunidad Sefardí de la misma ciudad, este premio fue una sorpresa y una alegría ya que, reconoce, resulta muy satisfactorio que se valore su periplo intelectual por España. Se trata de un camino que inició en 1979, tras ser beneficiario de una beca de estudios para acceder a un curso de verano en Salamanca y que, por el momento, no se ha detenido.
Para Haim, la realidad de nuestra ciudad es algo que no debería quedarse sólo en Melilla, sino traspasar fronteras, cruzar el Mediterráneo y llegar a todos los pueblos del mundo en situación de conflicto. Considera que, para luchar por la paz, hay que hacerlo con las armas de la cultura, como es la investigación y la divulgación del conocimiento.
-¿Qué siente al pisar Melilla, la ciudad con una de las comunidades judías más importantes de España?
Lo de que sea la comunidad judía más importante se encuentra bajo disputa. Esta comunidad tiene muchas ventajas que no tienen otras en ciudades más grandes que Melilla. La ventaja de este lugar es que es que los judíos se organizaron antes que en otros. A principios del siglo XX comenzó su organización comunitaria, sin interrupción hasta hoy.
Además, se demuestra una convivencia extraordinaria entre comunidades, por ejemplo, yendo por la calle hasta El Faro, Mordejay me ha llamado la atención y me ha dicho que hay decoración lumínica navideña junto con las palabras de ‘Feliz Janucá’, una de las fiestas más largas del judaísmo. Y ver que está en una de las principales calles de la ciudad me produce una gran alegría y un orgullo. No es algo fingido, los melillenses lo felicitan de corazón porque aquí hay una verdadera convivencia entre religiones y culturas. Melilla es un ejemplo digno de seguir y de copiar.
-¿Por qué, con el paso de los años, el número de judíos todavía presente en el país desciende progresivamente? ¿Por qué no deciden seguir echando raíces en España?
Aquí se vive muy bien, los judíos cuentan con libertad de culto, las comunidades son reconocidas por el Gobierno de España pero, a pesar de ello, la juventud no tiene aquí un futuro. España es un país abierto, pero la juventud quiere cambiar y educarse de otra forma. Además, muchos jóvenes deciden migrar a Israel, ahí se casan, forman familias, etc. Por otra parte, existe un fenómeno que no se puede evitar y es la ‘asimilación’, es decir, la libertad, la vida abierta, la vida liberal puede que sea una de estas causas. No hablo de convivencia pero, desde el punto de vida religioso, muchos prefieren evitar los matrimonios mixtos y, si emigran a Israel, no van a tener ese problema, porque la gran parte de la población es judía. Los jóvenes quieren tener la posibilidad de elegir su futuro, su lugar de vida, su carrera profesional, etc., por eso muchos de ellos estudian en este .
-¿Qué aportó en materia cultural la comunidad sefardí a la ciudad de Jerusalén?
La comunidad sefardí hasta el ultimo cuarto del siglo XIX constituía la mayoría absoluta de la población judía. También fue la única comunidad judía reconocida por las autoridades durante siglos. Eso exigía tanto derechos como deberes y se mantuvo ese ‘status’ durante muco tiempo. El sefardismo no es solamente un liderazgo, no es una comunidad propia, sino que tenía su propio valor cultural. Se trata de una creatividad cultural que continúa desde la España medieval a través de la diáspora sefardí. Y Jerusalén teníamos una creatividad tanto religiosa como secular: tuvimos prensa en sefardí, poesía, novelas literarias, etc.
La comunidad sefardí de la ciudad se puede definir hoy como el puente entre Sefarad y Jerusalén. Un puente entre el reencuentro de España con el pueblo judío y con los sefardíes en particular.
Yo siempre he dicho que los sefardíes, a pesar de la gran tragedia que han pasado en los siglos XIV y XV, no le guardan ningún rencor a este país. Al contrario, lo quieren mucho y esto es un fenómeno que conmueve y asombra a los españoles de hoy, que no pueden entenderlo. Se sienten en su propia casa, tienen mucho en común. En mi caso, me siento muy a gusto en este país. A veces, cuando se me presenta con mis cargos, siempre digo: “Señor moderador, falta un cargo: que Abraham Haim es enamorado de España, de su cultura y de los españoles”.
- ¿Cuántos sefardíes quedan en el mundo? ¿Conservan el idioma ladino?
El ladino se conserva a pesar de la distancia entre España y la diáspora sefardí. Además de la lengua, también se conservó la cultura, como la poesía, los géneros literarios, los cuentos populares y los alimentos. Siempre he dicho que hay algunos platos españoles de origen sefardí, como el estofado de ternera, el un pisto manchego o el arroz con leche. Tenemos mucho en común.
Sin embargo, el número exacto de sefardíes es muy difícil de conocer, porque, a día de hoy, a definición a cambiado. La descripción más exacta de un sefardí es la de una persona cuyos antepasados vivían en España, que vivieron allí hasta la expulsión y que mantienen y entienden la lengua sefardí. Pero, por varias razones, se incluyen en el grupo de sefardíes todos los no asquenacíes: es decir, que se incluyen a los judíos de Egipto, de Yemen, de Irak o de Georgia, por ejemplo. Pero a los españoles les gusta más la primera definición, la que nos enlaza de verdad con esta tierra, con nuestras raíces. No se sabe el número exacto de los que quedan, se estima que hay cerca de 1.000. La mayoría hoy en día se encuentra en Israel, pero hay todavía comunidades sefarditas en Turquía, Bulgaria, los Balcanes y también a lo largo del todo el continente americano.
-Me gustaría preguntarle, ya que usted es historiador, filólogo árabe y nacido en Jerusalén, por un tema relacionado con la actualidad de la ciudad: ¿La decisión de Trump de traspasar de Tel Aviv a Jerusalén la embajada de Estados Unidos en Israel ha avivado la llama de un conflicto ya de por sí enquistado?
No queremos crear un nuevo Berlín. Jerusalén siempre ha sido una ciudad unificada salvo durante 19 años entre 1948 y 1967 que, debido a la guerra de la independencia de 1948, tuvieron que evacuar los judíos de la parte este, que se quedó bajo influencia jordana. Aunque no se declaró capital,sí fue anexionada al reino de transjordania. Esta partición de Jerusalén fue muy artificial, no tenía ninguna justificación y se corrigió después de una guerra también, que fue la de los Seis Días ( en 1967), en la que se declaró Jerusalén como capital del Estado de Israel.
Una decisión que no fue reconocida por todo el mundo, así que optaron por la solución internacional de que Jerusalén fueran un ‘corpus separatum’, para que fuese internacional y no perteneciese a ningún Estado.
El paso del presidente Trump fue un acto de valentía, porque los presidentes de EEUU, a pesar de la buena alianza que tenemos desde el establecimiento del Estado de Israel, hacían promesas que nunca cumplían. Pero Donald Trump ha sido el primer presidente que ha pasado de las palabras a los hechos. Fue valiente diciendo que reconoce a Jerusalén como capital de Israel junto con su intención de trasladar la embajada a territorio de Jerusalén y no en Tel Aviv, donde se encuentran casi todas las embajadas de Israel. Eso despertó una reacción no muy positiva del lado palestino. Será algo pasajero, como una tormenta un poco larga. Creo que esta condición se aceptará, yo creo que el mundo va a acabar reconociendo esta situación Es ilógico que tan solo una parte de Jerusalén sea capital de un Estado y, además, será reconocida como capital del país. Israel tiene el derecho de elegir y fijar su capital y no puede intervenir el mundo en un tema tan interno y estructural del propio Estado israelí.
Jerusalén significa ‘Ciudad de la Paz’ y la paz en el judaísmo es la base principal. Para los judíos es un mandamiento no pensar en guerras ni en conflictos, sino pensar en la paz.
- ¿Es partidario de la solución de dos Estados?
Es un tema muy controvertido. La sociedad israelí se encuentra dividida, no hay una voz en común. Hay dos posibilidades, sin entrar en la valoración de cuál es más justa. Por un lado, un estado binacional no va a perder el carácter judío, porque Israel es el Estado judío, del pueblo judío, no tenemos otros Estados como tiene el pueblo árabe. Nosotros tenemos un estado e incluso los judíos del mundo se sienten también leales y reconocen este estado. Por otro lado, si se establecieran dos Estados, se podría conservar, desde el punto de vista demográfico, una mayoría absoluta, de judios en el territorio. Pero hay peligros o hay puntos de seguridad que no se pueden pasar por alto. Hay que defender esto. Muchas potencias mundiales han dicho de reconocer dos Estados, garantizando, eso sí, los intereses propios de la defensa de la seguridad de Israel. Es un tema muy frágil.