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Un total de 130 menores y 105 ancianos residen en el Centro Asistencial, distribuidos en cinco pabellones
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Los niños y niñas están escolarizados en colegios e institutos de la ciudad para impulsar su integración
Los cinco pabellones que conforman el Centro Asistencial, popularmente conocido como la Gota de Leche, pasan ligeramente desapercibidos para los viandantes que posan su mirada en la Plaza de Toros o que cruzan la vista hacia el mercado del Buen Consejo. Sin embargo, en su interior residen un total de 235 personas, 130 menores y 105 ancianos, sin contar la presencia del centenar de trabajadores que los atienden durante las 24 horas del día a lo largo de todo el año, desde educadores y asistentes sociales hasta enfermeros y personal de administración, limpieza y mantenimiento.
El principal objetivo es que tanto niños como abuelos tengan cubiertas todas sus necesidades y no les falte de nada, según explica el director pedagógico del centro, Andrés Hamido, que guió ayer a El Faro a través de las instalaciones.
Los menores, como hijos
El área más sensible es la de los menores de edad por motivos legales y de protección. La Gota de Leche consta de tres pabellones exclusivamente para ellos, divididos según edades. Así, el primero es la casa cuna, donde actualmente cuatro cuidadoras atienden a los diez bebés de cero a cuatro años que están internos.
El segundo pabellón está destinado a las chicas de cuatro hasta 17 años, que actualmente acoge a 70 niñas, de una media de 16 años. Las habitaciones están separadas por edades y todas ellas cuentan con dos literas, equipadas con sus correspondientes juegos de cama con edredones y sábanas de todos los colores. También tienen varias salas de estar con sofás y televisión, un comedor con diversas mesas y sillas de madera y múltiples aseos y salas con taquillas y armarios para su ropa. Lo mismo sucede con el tercer pabellón, el de los chicos de cuatro a 17 años, que alberga a 50 niños, con una media de 12 años. El personal de limpieza se afana por desinfectar cada mañana estos edificios, aprovechando que los menores están realizando actividades en sus vacaciones de Navidad, antes de comenzar nuevamente las clases en sus correspondientes centros educativos.
Hamido dice que “el centro intenta ofrecer la atención de unos padres en su casa” porque en la Gota de Leche son los responsables de la guarda de estos menores, mientras que la Consejería de Bienestar Social tiene la tutela. “Nos encargamos de que en su día a día estén cuidados, aseados, vayan al colegio y al médico si están malos y hacemos actividades con ellos, que es lo que hacen los padres con sus hijos. La diferencia es que lo hacemos a gran escala, con un grupo mucho más grande, con la intención de darles una vida normalizada, para que se inserten socialmente”, explicó.
Otra de las responsabilidades con las que cumple el centro es la de comprar ropa a los menores. Los educadores se encargan de los más pequeños siempre que la necesitan. A los mayores, a partir de 15 años, se les da una asignación mensual, de unos 30 euros a cada uno, para que se compren lo que quieran.
Escolarización y futuro
El trabajo de los educadores y demás profesionales no queda ahí. El director pedagógico detalla que todos los menores en edad de escolarización obligatoria, hasta los 16 años, están escolarizados en diferentes colegios e institutos de la ciudad. “Los menores se encuentran repartidos en distintos centros educativos de Melilla porque se trata de que hagan vida fuera de la Gota de Leche y se relacionen con normalidad con los demás chicos de su edad”, relata. Además, todas las tardes tienen dos horas de apoyo escolar con dos educadores que les ayudan con los deberes de 15:30 a 17:30 horas.
Por otro lado, están los chicos que con 16 años ya no tienen la obligación de estudiar. “Con estos menores intentamos que hagan cursos formativos, teniendo en cuenta de que a los 18 abandonarán el centro. Es más práctico que estudien grados formativos y hagan cursos de cocina, albañilería, hostelería y peluquería”.
El tiempo corre para estos menores, que cuando lleguen a la mayoría de edad se verán forzados a abandonar el Centro Asistencial y su futuro será un tanto incierto. Hamido explica que la mayor parte de los niños que llevan en la Gota de Leche desde “siempre” y han seguido sus estudios salen del centro con trabajo y otros, con la formación suficiente como para encontrarlo y algunos volverán con sus familias, muchas de ellas, de Marruecos. “Depende del caso”.
También influye el origen y las circunstancias que han llevado a estos menores a la Gota de Leche. Hamido señala que en el centro se hacían cargo de algunos pequeños con problemas graves de salud como espina bífida, tetraplejia, la amputación de alguna extremidad o alguna enfermedad mental. No obstante, éstas no son las situaciones más habituales.
“El grupo mayoritario está formado por menores extranjeros no acompañados (MENA) de Marruecos, por chicos que llegan en desamparo a la ciudad y que la Policía ingresa en el centro. También hay menores extranjeros de otros países y chavales de aquí de Melilla”, relata Hamido, y añadie: “Muchos de estos chavales están en el centro por diferentes circunstancias personales: porque los padres estén en prisión, por falta de recursos económicos, algún tipo de maltrato familiar... Ingresan en el centro hasta que se soluciona el problema familiar. Cuando se resuelve, vuelven a casa”.
Un problema bastante recurrente al que se enfrentan los niños y niñas de la Gota de Leche es la “demonización” y “criminalización” de las siglas ‘MENA’. Hamido lamenta que una parte de la sociedad melillense arremeta contra todos los menores extranjeros no acompañados por actos vandálicos o delictivos “de unos pocos” y no tenga en cuenta la situación personal de “todos los que han demostrado y demuestran ser buenos estudiantes y trabajadores”. Pone de ejemplo a Hasna Aich y Soufiane Bouhadach, una chica y un chico residentes del Centro Asistencial que ganaron la carrera absoluta femenina y masculina en la V San Silvestre celebrada el pasado 31 de diciembre.
Documentación
El director pedagógico de la Gota de Leche reconoce que gran parte de los residentes son de nacionalidad marroquí. “Entiendo a los padres que por falta de recursos económicos y de ayudas en su país se vean forzados a enviar aquí a sus hijos para garantizarles un futuro, una formación y quizás un trabajo”, explica.
Hamido reconoce que los menores que llevan una larga temporada en el centro, es decir, varios años, salen a los 18 con el certificado de tutela. Con este documento pueden solicitar posteriormente a Extranjería el permiso de residencia. Sin embargo, los menores que llegan al centro con algo más de 16 años se encuentran con algunos problemas y, en ocasiones, salen sin la documentación al cumplir la mayoría de edad porque los plazos legales para tramitarla se alargan en el tiempo.
Andrés Hamido: “Llevamos a los chicos al cine, de colonias, hacen teatro y de todo”
Una parte importante que marca el desarrollo de los menores que residen en la Gota de Leche son las actividades de ocio que hacen en su tiempo libre. El director pedagógico del Centro Asistencial, Andrés Hamido, asegura que llevan a los menores “al cine, de colonias, hacen teatro y de todo”, especialmente durante las vacaciones y los fines de semana. En estas navidades, los jóvenes han visitado el Belén del Foso del Hornabeque y, de hecho, algunas chicas participan como figurantes.
Otras de las actividades que suelen hacer en el centro son cinefórums y dinámicas de grupo. Tampoco faltan las escapadas para comer fuera. Por otro lado, el centro apuesta férreamente por el deporte como herramienta de promoción de un estilo de vida saludable y como medio para la inserción social. A ello se suma la multiculturalidad de los residentes. “Muchos niños son musulmanes, pero también hay muchos otros cristianos”, asegura.
De ahí que en la Gota de Leche celebren todas las festividades correspondientes a las distintas culturas que conviven en la ciudad. La Navidad, el Aid El Kebir, la Januká y el Diwali tienen cabida en el Centro Asistencial para que los niños se diviertan, conozcan nuevas culturas, hagan manualidades y aprendan a ser más tolerantes con sus compañeros y demás melillenses. “Aquí lo celebramos todo”, concluye Hamido, mientras unos niños jugaban en la pista de fútbol con la pelota.