Cultura y Tradiciones

“La Navidad admite a todo el mundo, pues la estrella del horizonte viene para todos”

Eduardo Resa Huerta lleva más de un año en la ciudad como vicario episcopal de Melilla. Son sus segundas navidades en la ciudad y tiene mucho trabajo por delante. La Luz de la Paz de Belén llegó este viernes a la ciudad, antes que oficialmente a Málaga gracias al movimiento Scouts y, además de oficiar las misas y preparar con la comunidad cristiana estos días tan importantes, con el nacimiento de Jesús a la vuelta de la esquina, también ha organizado un rezo interconfesional con el resto de religiones de la ciudad para la semana que viene, que llega la Cruz de Lampedusa. Resa asegura que no podemos olvidar el mensaje real de estos días, que no son las compras ni los atracones de comida con la familia y amigos, sino que el Hijo de Dios nace para traer la luz al mundo. –¿Qué es la Navidad?
–Hay una cosa que nos dice el Papa Francisco sobre esto. Por más que nos empeñemos todos y me incluyo yo en esta vorágine de compras y comidas, sin Nacimiento y sin Jesús no hay Navidad. Podemos comprar lo que nos de la gana e incluso traernos un Corte Inglés entero a casa, podemos darnos unas cenas impresionantes y hacer los regalos más inverosímiles. Pero lo cierto es que si quitamos lo que celebramos, que es el nacimiento del Hijo de Dios, no hay Navidad. Sin él no habría luces ni nada. Esto el Papa Francisco lo ha recalcado mucho en una carta preciosa que ha enviado a todos los cristianos y que se llama ‘Admirable signo’.
Habla de la importancia del belén para que se vea lo que estamos celebrando. Eso no lo podemos perder de vista. Me hace mucha gracia y a la vez siento una tristeza profunda cuando oyes ciertos eslóganes como ‘felices fiestas’. Eso lo podemos decir un domingo, el Día de Melilla o Feria de septiembre. La Navidad es otra cosa. ¿Por qué ese miedo de decir feliz Navidad? No lo entiendo.
Creo que hay una especie de complejo grande, influido en ocasiones por las corrientes políticas. Yo comprendo que la gente pueda ser anticlerical, porque yo como cura no tengo por qué caerle bien a todo el mundo, aunque exija un respeto como cualquier otra persona. Pero parece que en estos tiempos hay corrientes de personas que están enfadadas con Dios.
Por ello, estos últimos días no ceso de decir que, aunque os cueste entenderlo y aunque no queráis, Dios os quiere. Es así de claro. Aunque tú digas que no quieres que Dios te quiera, él te quiere. –¿Cómo debemos entender estas fiestas?
–Desde el punto de vista cristiano, es el acontecimiento más grande que podamos celebrar. Que todo un Dios, que no lo continue el cielo ni el universo, que diga que se encarna para estar cerca de los humanos en el vientre de una muchacha y desde dentro quiere salvar a la humanidad y darles vistas de esperanza, eso ya es para quedarse atónitos.
Cuando era seminarista había un cartel que acompañaba siempre y decía: Navidad, misterio de luz, fe, esperanza y amor. En la Navidad se contiene todo. Es una especie de diamante, porque da igual la cara que elijas que brilla y es aún más bonita.
Eso no lo tenemos que esconder. Además, la Navidad es la fiesta universal y la celebra todo el mundo. Pero no podemos perder de vista el acontecimiento que celebramos, el Dios con nosotros. No es ningún complejo ni nada. Hay que decirlo. Y se admite a todo el mundo. La estrella que aparece en el horizonte viene para todos, así fue la primera Navidad y así tiene que ser la de este 2019. Ojalá que la vivamos así en Melilla. –La Universidad Pontificia Comillas lleva tres años reprensentando el belén tradicional y haciéndose la pregunta de dónde nacería Jesús si lo hiciera en este siglo. Este año han escogido el Gurugú para el Nacimiento. ¿Qué le parece la iniciativa?
–Es una iniciativa perfecta. El Nacimiento es universal. El señor nace donde hay pobreza, humildad y acogida. Siempre digo que Jesús nació en Belén, que era lo más proscrito que había en esos tiempos. Era el sinónimo de la humildad y de la pobreza. Era una ciudad desconocida y no nace como cualquiera, sino que lo hizo en un portal o pesebre. Esa capacidad de encarnarse con la pobreza, con los más desfavorecidos, para que nos caliente el corazón a todos, la tuvo ya en esa primera Navidad. –¿Debemos extrapolar la historia del Nacimiento a nuestros tiempos?
–Por su puesto que sí. Hay unas cartas sobre la Nacimiento que están por Internet y una de ellas se la cuento siempre a mis sobrinos más pequeños. Cuando nos reunimos siempre hay algunos que se quejan de que Papá Noel no les trae algo de lo que han pedido y yo les pregunto por qué no reflexionamos sobre lo que celebramos en la noche del 24. ¿Qué sentido tiene que nos sentemos todos a cenar esta noche una comida muy buena? ¿Por qué exigimos tanto? Les pongo el ejemplo de qué pasaría si celebramos el cumpleaños de uno de ellos reuniendo a la familia pero sin llevarle ningún regalo. Pues en eso estamos convirtiendo la Navidad. Regalamos y cenamos por Jesús, pero tenemos a un Jesús al lado que igual no tiene nada que comer y no hacemos nada. Ésta es la triste realidad.
Nos juntamos por su cumpleaños, comemos juntos por su cumpleaños y nos hacemos regalos por su cumpleaños, pero no le echamos ni una mirada.
Así que claro que tenemos que lleva el Nacimiento de Jesús a nuestras vidas y más en esta ciudad. –¿Qué reflexión nos tenemos que llevar estos días a los hogares con el encendido de las velas de Adviento?
–Las reflexiones van acompañadas de la liturgia. La primera vela que se enciende por Adviento, aunque cada uno pueda interpretarla a su manera, me gusta decir que es la vela morada la que nos llama a la conversión. Es un tiempo de preparar el camino para la llegada de Dios. La segunda es verde y siempre suele estar cerca de la fiesta de la Inmaculada. De hecho, este año ha coincidido con ella en el domingo. Y es la vela de la esperanza. ¡Qué más esperanza puede tener una muchacha que va a dar luz a un niño! Ahí se concentran todas. La tercera de las velas es la rosa, que manifiesta la cercanía y la alegría del tercer domingo de Adviento. Y la cuarta, que es la blanca, es la presencia. Por regla general, el cuarto domingo está a nada del Nacimiento. Ahí están condensada la triple dimensión del Adviento. Nos preparamos para celebrar con gozo la primera Navidad de Jesús, pero recordando que viene continuamente al mundo porque tiene muchos modos de hacerlo, desde en la palabra de Dios a la persona que tengo al lado y no ayudo. –¿Hay algunas pautas sobre las que tengamos que trabajar?
–La primera reflexión es que tenemos que poner un Belén. El árbol es precioso y puede tener unas grandes dimensiones y significado cristiano. Pero no puede faltar en una casa cristiana la imagen del niño Jesús, si puede ser, al menos el Misterio. El Papa Francisco, en esa carta que le comenté antes, alienta a recuperar la tradición de instalar un belén en los lugares donde ya no hay. Cita textualmente que se pueden poner en los hospitales, en las plazas, en las cárceles, en escaparates y, por supuesto, en las casas de las familias.
Es un signo enorme. Además, hay que cuidarlo con esmero. Cuando ponemos el belén en la iglesia se pone a la Virgen, a San José y quizás la burra y el buey, pero el niño no se pone hasta el 24. Va indicando la preparación que tenemos que hacer. Y esto es lo que quiero hacer entender a los críos cuando hay misa de 12:00 horas. En las ofrendas el primer día de Adviento se trajo una cuna vacía. Y a medida que va llegando otro domingo se ha ido dotando de colchón, sábanas y una manta. Igual que se prepara una casa cuando va a llegar un bebé, lo mismo hacemos ahora para preparar al corazón al Señor. También podemos encender en la casa las velas de una corona de Adviento.
Además, en los días de Navidad no se nos puede olvidar antes de comer esas cenas tan opíparas como a veces hacemos que no se nos olvide bendecir la mesa con una oración muy sencilla. No es necesario hacer una gran meditación, sino solo una oración.
Algunas pautas más es que vivamos la liturgia porque es triste que la víspera de la Navidad o ese día no se vaya a misa cuando se dedican tantas horas a preparar una cena. Me hace interpelarme mucho. ¿Cómo no se va a celebrar la Eucaristía el Día de Año Nuevo o el Día de Reyes?. Si dedicamos tanto tiempo para los regalos, ¿cómo no vamos a coger el mejor que es estar con el señor?
Además, hay gente muy negativa que solo piensa en que en las cenas se va a pelear con el cuñado o con otro familiar. Por qué no podemos poner un poco de empeño en decir que al menos no voy a buscar los tres pies al gato y buscar algo de armonía. Hay que tener un espíritu diferente por crear un clima mejor y no esperar a que lo hagan los demás.

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