Los agentes del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) y sus compañeros que esperaban en la orilla consiguieron rescatar a doce inmigrantes. Cuando inspeccionaron la zona del mar a donde se habían arrojado desde la patera en la que viajaban, los guardias civiles vieron el cuerpo del subsahariano número 13 flotando bocabajo. La mala suerte se cebó ayer con esta persona. Durante 20 minutos los agentes trataron de devolverle la vida practicándole diversas maniobras de reanimación.
Fue inútil. La muerte, que siempre sobrevuela sobre los inmigrantes que tratan de acceder a nuestra ciudad, se cobró ayer su precio después de mirar tantas veces hacia otra parte. Entre los más afectados por esta tragedia estaban los guardias civiles que no pudieron salvar al joven subsahariano y a los que en demasiadas ocasiones se les acusa injustamente de falta de solidaridad hacia los inmigrantes.
El delegado del Gobierno, Abdelmalik El Barkani, aprovechó el suceso para señalar a las mafias que trafican con seres humanos y reprocharles su nula preocupación por la seguridad de los inmigrantes. Ayer hubiera sido un buen día para explicar también qué está haciendo la Policía Nacional o la Guardia Civiles para acabar con estos deplorables individuos que se aprovechan de la miseria y necesidad ajena. Hubiera sido interesante conocer el nivel de colaboración con los responsables policiales del país vecino en la lucha contra estas organizaciones delictivas.
Hasta ahora estas “mafias” vienen sirviendo para soportar toda la carga negativa de la inmigración ilegal; son la cabeza de turco que todo lo aguanta y nunca replica. Pero en alguna ocasión habrá que empezar a ponerles rostro para demostrar que ciertamente existen y que hay un interés real por acabar con ellas.
Ocurre igual que con el tráfico de estupefacientes, con la salvedad de que quienes son arrestados con hachís saliendo hacia la península no tienen la consideración de ‘víctimas’ ni son tratados como tales. En ese caso, al haber alguien a quien poder llevar ante el juez, no existe la necesidad de hablar de ‘mafias’, que también las hay. Sin embargo, tanto en el caso de la inmigración ilegal como en el del tráfico de estupefacientes, sus rostros nunca aparecen. Sólo, tal vez con un poco de suerte, es posible subir un poco en el escalafón y arrestar a alguien más importante que un simple ‘camello’ o ‘mula’.
Las “magníficas”, “excelentes” y “ejemplares” relaciones de España con Marruecos deben empezar a dar sus frutos en diversos campos y el de la cooperación policial es uno de ellos. No basta para merecer nuestros alagos que las Fuerzas de Seguridad del país vecino se ‘esmeren’ con saña en apartar a los subsaharianos de la valla. La cooperación verdaderamente interesante es la que se hace con luz y taquígrafos, de la que se puede hablar abiertamente sin tener que estar mirando de reojo al Código Penal.