Un accidente durante una clase de Educación Física en el "Leopoldo Queipo" ha cambiado para siempre la vida de un menor de 13 años en Melilla. El alumno tropezó con una red rota que estaba en el suelo y se golpeó violentamente contra una portería defectuosa. El resultado: la pérdida completa del bazo y unas secuelas que requerirán atención médica de por vida.
La madre del menor, Soraya, acudía ese día al instituto para una reunión con la orientadora. Al llegar, se encontró a su hijo siendo evacuado en una ambulancia. Nadie del centro educativo la había avisado del accidente.
“Vi al jefe de estudios y al profesor de Educación Física allí. Nadie me había llamado. Me dijeron que la plataforma de comunicación que usan había fallado y no podían contactarme”, relata. En ese momento, no se conocía la gravedad del golpe, que se había producido en la zona abdominal y costal. El niño, según contó su madre, ya había vomitado en el instituto tras el impacto. En urgencias, pensaban que se trataba de una fractura ósea, pero el menor no dejaba de quejarse de un dolor intenso en el abdomen.
Soraya, fisioterapeuta de profesión, advirtió a los médicos del riesgo de una hemorragia interna. Tras su insistencia, se le realizó una ecografía que confirmó el sangrado, seguida de análisis de sangre que mostraron una hemoglobina muy baja. Finalmente, un TAC reveló una laceración grave en el bazo, que estaba completamente partido. El menor fue trasladado a la UCI y operado de urgencia. El cirujano confirmó que no pudo salvarse ninguna parte del órgano. Desde entonces, el niño permanece hospitalizado, ingresado en la UCI y bajo estricta observación.
La pérdida del bazo implica consecuencias graves y permanentes. Se trata de un órgano clave para el sistema inmunológico. Según los médicos, el alumno deberá recibir vacunas específicas a partir de ahora, una o dos veces al año durante toda su vida. También tendrá que usar mascarilla en muchos contextos y evitar situaciones que supongan riesgos de contagio. “Esto va a condicionar toda su vida. No se trata de una recuperación temporal. Es para siempre”, lamenta su madre.
La familia ha iniciado ya acciones legales para depurar responsabilidades. La madre denuncia una cadena de negligencias. La portería con la que se golpeó el menor estaba rota desde hacía más de un año. La red, además, estaba caída en el suelo, lo que provocó que el niño tropezara. “Era un accidente evitable. No fue mala suerte. Fue consecuencia directa del abandono y la dejadez en el mantenimiento del centro”, asegura Soraya, que también cuestiona duramente la actuación del personal del instituto. “Cuando hablé con ellos, me dio la impresión de que estaban más preocupados por si iba a denunciarlos que por el estado de salud de mi hijo”, afirma.
También critica la reacción de la Dirección Provincial de Educación, cuya titular apareció por el hospital mientras el chico era operado. “Tuvo la desfachatez de decirme que estas cosas pueden pasar. ¿Desde cuándo es normal que un niño pierda un órgano vital en clase?”, se pregunta. Para Soraya, se trata de una muestra de cómo se intenta minimizar un hecho gravísimo que, en su opinión, podría haber acabado incluso peor. “Si no llego a insistir para que le hagan más pruebas, mi hijo podría haber muerto. La hemorragia interna era severa”.
Además, la madre del menor asegura que el protocolo de actuación tras el accidente fue totalmente inadecuado. Su hijo, con un fuerte traumatismo abdominal, fue trasladado desde la pista al interior del instituto sin inmovilización y, después, evacuado por la ambulancia en posición sentada. “Eso no se puede hacer. Un golpe en el abdomen o el tórax requiere inmovilización inmediata. Es de primero de primeros auxilios. Y el profesor de Educación Física debería saberlo, porque se supone que lo estudian durante su formación”, denuncia.
El menor, además, gritó que no podía moverse ni respirar, y aun así fue desplazado. Su madre afirma que también tomará medidas contra el servicio de ambulancias por mala praxis. “Todo ha sido una cadena de errores. No se aplicó ningún protocolo básico”, asegura.
Soraya considera que hay un intento de encubrimiento. “La red rota fue retirada al día siguiente. Quieren borrar lo que pasó, pero esto no se puede tapar. Mi hijo no va a recuperar el bazo ni su salud anterior”, afirma con contundencia. Mientras su hijo sigue en la UCI, ella promete seguir adelante hasta que se asuman las responsabilidades correspondientes. “Lo que le ha pasado a mi hijo le puede ocurrir mañana a cualquier niño. Y no pienso quedarme callada”.








