El Consejo de Gobierno de la Ciudad Autónoma dio luz verde ayer a la licencia de primera ocupación de las fases A y B del nuevo hospital universitario, lo cual supone que el edificio está listo para abrir sus puertas cuando así lo decida a partir de ahora la Delegación o, en su caso, los directivos del Ingesa. Tras muchos dimes y diretes entre unos y otros, definitivamente todo queda listo a la espera de que se ponga fecha a la inauguración y puesta en marcha de las instalaciones.
Éstas, ya se advirtió en su momento, no abrirán completamente sino que será de forma paulatina, primero con las consultas de especialistas y más tarde con resto de los servicios, como son las habitaciones, quirófanos y todo el equipamiento técnico del que tanto se vanagloria el Ministerio de Sanidad.
La Delegación del Gobierno se queda ya sin argumentos para proceder a la puesta en marcha del hospital. La pregunta es: ¿hay suficientes especialistas para cubrir la demanda que exige una dependencia sanitaria de esas características? Hace ya muchos meses que el Ingesa aseguró que habría una Oferta Pública de Empleo de más de doscientas plazas, pero hasta este momento se desconoce cuándo se va a cumplir ese compromiso, como tampoco se sabe si la ausencia de un presupuesto general del Estado puede estar influyendo en que no hayan salido las vacantes.
Lo que está claro es que el sistema es bastante deficiente, sobre todo en el apartado de las especialidades, lo que ocasiona listas de espera interminables y una falta absoluta de empatía con los contribuyentes melillenses que, a pesar de pagar religiosamente sus impuestos y, entre ellos, lógicamente, el servicio sanitario, no encuentran soluciones para algo tan esencial como es recuperar la salud o deshacerse de sus dolencias en un plazo de tiempo más o menos razonable.
Es hora ya de que el Ministerio de Mónica García, que solo tiene competencias en el sistema para Ceuta y Melilla, se ponga las pilas, que la ministra se lo tome en serio, que venga a la ciudad y hable con los médicos, con los sindicatos, con la gente en la calle, y salga de su torre de marfil para darse cuenta de que los palmeros de turno no le cuentan bien las cosas. Y mientras, así los va sanitariamente hablando.