La mezquita de La Higera, 147 años de su demolición

La importancia estratégica del cerro de Santiago se deduce claramente de su situación, pues desde sus laderas se domina visualmente la fortaleza de Melilla y en cualquier época histórica debió ser, junto con el de San Lorenzo y la Altura del Cubo, puestos de vigilancia y observación, tanto en los casos de saqueos protagonizados por normandos o piratas, como en  el de la conquista de la ciudad de Melilla en 1496. Desde este punto se observaría con detalle cualquier suceso bélico, sin temor de ser descubiertos ni hostigados y sería el refugio de la población bereber, que habitó de modo continuado Melilla y sus fértiles vegas a lo largo de cualquier etapa histórica. Los tres cerros constituían, junto con el de Camellos, “una auténtica frontera natural”, imposible de traspasar.
El Cerro de Santiago conformaba un complejo en el que al menos se puede probar la existencia de una alcazaba o casa fuerte rifeña, que se ubicaría sobre lo que en su  día fue el Cuartel de Regulares, una mezquita o santuario islámico con paraje sagrado, que formaría parte del conjunto pero diferenciado del mismo y que se ubicaría en la actual zona de La Salle y de la antena de comunicaciones del CNI, e incluía un zoquillo en la parte baja del barrio del Príncipe en dirección a la Cañada de Hidum.
“Las memorias del Ayudante Álvarez” es un  libro imprescindible para entender qué había en la zona de Santiago. Fueron redactadas por Manuel Juan Diana, sobre el militar español que estuvo preso en “la casa-fuerte” y que fue objeto de un canje junto con otros seis prisioneros en 1859. Pese a su importancia, el libro no figura en archivo o biblioteca alguna de Melilla, pero es de libre acceso en Google Books, afortunadamente. No es que se haya prestado poca atención a este libro(1), es que ha estado y sigue escondido del dominio público y del conocimiento de los melillenses.
El ayudante Álvarez cayó preso frente al cuartel de Santiago, que describe como: “una masa oscura y gigantesca, con un gran patio, varias azoteas y numerosas habitaciones”. Durante los días en que estuvo preso, antes de ser trasladado al interior del Cabo Tres Forcas, estuvo en varias dependencias del mismo, pues los cabileños no lo consideraban seguro por sus excesivas dimensiones. Álvarez fue trasladado finalmente a la cábila de Benisicar, pero no llegó a ver ni la mezquita ni la higuera sagrada, aunque sí menciona el paraje.   
El cuartel islámico de Yennada-Santiago debió ser lo suficientemente grande como para acoger al príncipe marroquí Muley el Abbas cuando se alojó en él con su escolta de 1.200 soldados de caballería, séquito e impedimenta en noviembre de 1863, pero no era comparable a las más conocidas alcazabas islámicas tanto de Al-Andalus como de Oriente. Era, eso sí, del doble de tamaño que la de Farhana, construida en 1867. La mezquita de
La Higuera Sagrada Desde la llegada de Cándido Lobera a Melilla, El Telegrama del Rif insistía de modo constante en construir una mezquita en Melilla que reemplazase a la derribada en el Cerro de Santiago, pues se consideraba una deuda moral tanto con los musulmanes que residían en Melilla, como con los que entraba a diario en la ciudad. En 1906 Cándido Lobera se expresaba así: “ Y si un día cometimos el desacierto de echar por tierra la mezquita de Santiago… hoy debemos reparar aquella falta y no demorar por más tiempo la erección del santuario islámico”.
En 1906 parecía inminente la construcción de una mezquita, pero todo acabaría retrasándose hasta octubre de 1927, cuando fue inaugurada la que se sitúa sobre la zona del Buen Acuerdo.
Lal-la Zurzut (La Higuera Sagrada), debía ser muy importante, tanto que fue derribada por un decreto especial de la Reina Isabel II, tanto que los españoles ocultaron el hecho y Lal-la Zurzut desapareció para siempre de la historia escrita de Melilla. El último y único historiador que la menciona, es Gabriel de Morales, pero nadie más, ni siquiera un observador tan atento como Francisco Carcaño u otro tan exquisito como Ángelo Ghirelli, por lo que se deduce que en aquellas primeras décadas del siglo XX el suceso estaba ya sepultado por la losa del silencio o bajo la “llave de los siete secretos”.
El viajero José Boada y Romeu, en sus viajes por Marruecos entre 1889-1894, libro reeditado en 2009 por el Servicio de Publicaciones de Melilla, pone en boca del príncipe marroquí Muley Aarafa (hermano de Hassan I y abuelo de Mohamed V), la siguiente declaración, realizada en Sidi Auariach, en diciembre de 1893: “La cuestión de la mezquita (Sidi Auariach), que ya en otra ocasión os produjo un conflicto, no tiene para nosotros la importancia que os figuráis. Una parecida hubo en el cerro de Santiago, y aún un árbol santo (Lal-la Zurzut); y todo lo arrasastéis, sin que por esto predicáramos la guerra santa”. Sólo los viajeros extranjeros o foráneos mencionan la existencia de la mezquita, mientras que de los historiadores locales ninguno se hace eco.
La declaración del príncipe marroquí es interesantísima, porque habla de la similar tipología, posiblemente un morabito, con cementerio en las inmediaciones, árbol santo y  casi seguro con un enterramiento de una persona muy venerada por las cábilas de la zona (Mazuza, Benisidel, Benisicar, Benibuyafar y Benibuifrur) que solían reunirse y hacer guardias en ese lugar, que recibirá diversos nombres (alcazaba o mezquita de Yennada, paraje de la higuera o cerro y cuartel de Santiago) sin ser por ello errónea ninguna de las denominaciones(2).     
El sobrenombre de Yennada (tamazigh), o Yemaada (árabe) haría mención al hecho de que allí se celebraban reuniones o concejos de las cábilas, pues ese es el significado de ambos vocablos, y no haría pues referencia a un determinado tipo de fortificación o a una localización determinada, puesto que hay “yennada” en otros lugares sin que exista una alcazaba en las inmediaciones o una localización concreta. Las diversas denominaciones del paraje son todas correctas, aunque con posterioridad a Gabriel de Morales, todos los autores eluden hablar de “la mezquita de la higuera”, unos por desconocimiento, como el propio Ayudante Álvarez y los demás de modo deliberado, porque no era algo que se desease recordar en ningún sentido; ni su existencia ni su arrasamiento.
Ocurre que todo está perdido bajo la espesa bruma del tiempo y condicionado por la ceremonia de la confusión que impera bajo la losa de  la historia “políticamente correcta de Melilla”, propiciada por un historicismo cargado de fuertes connotaciones ideológicas. El texto del Acuerdo de 1863 decía en su punto 3º: “Para evitar las cuestiones a las que necesariamente darían lugar la entrada de moros del campo para visitar la mezquita que hay dentro de los límites, en el lugar llamado de Santiago, dicha mezquita será derribada y arrasadas la higuera y las chumberas que la rodean. La destrucción de la mezquita y la limpieza del terreno se hará por las tropas marroquíes o por los habitantes de las tribus”.
Este recordatorio era publicado por El Siglo Futuro, Diario Católico, el 15 de diciembre de 1893, para explicar los sucesos de la llamada Guerra de Margallo. Atenezados por el mal recuerdo de la destrucción de la mezquita treinta años antes, los españoles no querían volver a dejar un santuario dentro de sus límites, ni querían volver a destruir otro santuario.
Al final de aquella “pseudoguerra”, se retranquearon los límites fronterizos para que Sidi Uariach quedara fuera del terreno español. Por este motivo la frontera de Melilla no es un semicírculo y dibuja formas poligonales en aquella zona. Pese a todo, Sidi Uariach fue cañoneado desde el cerro de Camellos, volada su cúpula y puesto en situación de ruina.
Hasta el mes de mayo de 1863, se pensó en mantener la mezquita dentro de los límites del nuevo territorio de Melilla, pero un incidente provocado por los españoles en agosto provocó la recuperación por los cabileños de la mezquita y el posterior desalojo en combate de los mismos, lo que dio como resultado que los españoles ya sólo hablaran de derrumbar la mezquita y arrasar tanto la higuera como las chumberas, lo que se llevaría a cabo entre el 19 y el 24 de noviembre. La destrucción de la     mezquita de La Higuera Sagrada Durante los días del 19 y 24 de noviembre de 1863, las tropas del príncipe Muley el Abbas procedieron a ejecutar el “decreto especial” de la Reina Isabel II y procedieron a la demolición de la mezquita de Lal-la Zurzut, al traslado de los enseres, de parte de los enterramientos de la zona y del talado tanto de “la higuera sagrada” como de las chumberas que servían de refugio a los cabileños.     
El periódico La España* (20/12/1863), hace un relato in situ del acontecimiento: “A la una de la tarde y después de haber ocupado nuestras tropas todos los puntos dominantes, salió la compañía de obreros ingenieros y todos, provistos de hachas, picos y azadones, se emplearon en cortar árboles y malezas, comenzando por el Cuartel de Santiago, mientras otros derriban todas las habitaciones del cuartel, desde la mezquita hasta el segundo horno.
Los moros miraban con el mayor dolor esta operación, más cuando vieron que un oficial de Ceuta y el facultativo del mismo batallón, cortaban por su pie, la propia higuera santa, cayendo el objeto que era tan venerado por estos bárbaros, y a donde dirigían fervorosamente sus oraciones, ofertas y promesas, por ser la memoria del santón más grande que según ellos se haya conocido en el Rif, y que estaba sepultado al pie de aquella higuera”.
La crónica periodística confirma el relato del Ayudante Álvarez sobre las dimensiones y numerosas habitaciones de la alcazaba de Yennada. También identifica a la mezquita pero como anexa al Cuartel o formando parte del mismo, pero el relato sigue siendo algo confuso.
Lo que introduce claramente la referencia al pasaje de la higuera, es un elemento que sólo era conocido en la tradición oral rifeña, el del santo enterrado al pie de las raíces de la higuera. ¿Quién estaba enterrado/a allí?. La única hipótesis es la de que ese enterramiento fuera el de Sidi Auariach(3), santón islámico del siglo XV y veneradísimo en toda la zona, que llegó a Melilla procedente de Al-Andalus y que advirtió a los pobladores de Malilla, de la inminente llegada de los castellanos. Este eremita islámico vivía en una cueva al pie de las murallas de Melilla y murió combatiendo a los cristianos.
La tradición cuenta que su cuerpo fue retirado hasta la zona hoy conocida como Santiago y en dónde surgiría el morabito de Lal-la Zurzut y que sería nuevamente trasladado a su emplazamiento actual y final de Sidi Ouariach, aunque ese traslado parece ser muy anterior a esta fecha de 1863.
La crónica no lo menciona, pero las tropas marroquíes llevaron a cabo la mayor parte del derribo de la alcazaba y de la mezquita, según recogen las fuentes diplomáticas escritas de la época. Lo que queda claro es que los musulmanes no talaron el árbol sagrado, algo completamente prohibido por la tradición religiosa musulmana y cuya acción solo acarrea males a quien tala o destruye una higuera.
No hay confusión posible de esta Alcazaba ni de la mezquita de La Higuera con las de Farhana(4), porque estas últimas sólo fueron edificadas a partir de 1863, por tanto, el que no aparezcan en “los planos españoles” hasta el siglo XVIII no es causa de inexistencia, sino de que los españoles no se aventuraron mas allá de la seguridad del 4º recinto hasta esa época.
El gran misterio de Melilla es porqué no existen planos detallados de la antigua ciudad musulmana, algo indispensable para una operación de conquista como la realizada en 1496/97, máxime cuando se tiene en cuenta la categoría de personajes como Ramírez de Madrid, secretario personal de Fernando el Católico, quién realizó uno de los viajes de reconocimiento previos y que diseño la operación de  la conquista de Melilla.
Obviamente hay muchas cosas que no concuerdan, pero es que entre la historia real de Melilla y la “fabricada” a posteriori, apenas haya ya puntos de coincidencia. (1)  A. Bravo Nieto, “la alcazaba o cuarte rifeño de Djenada”. Akros nº 9. Año 2010
(2)  E. Delgado, “la mezquita de Lal-la Warzo”. El Faro de Melilla, 11/05/2009; Melilla Hoy, 12/05/2009
(3)   Lucas Calderón y Adela Ponce., “Sidi Ouariach, santo patrón musulmán”. Melilla Hoy, 05/05/1987
(4)  E. Delgado, “La mezquita y la alcazaba de Farhana”. El Faro de Melilla, 20/05/2010, Melilla Hoy, 23/05/2010
*  Crónica periodística encontrada por mi amigo Carlos Esquembri        .

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