No es la primera vez que la viceconsejera del Mayor, Fatima Kaddur, desafía a la pandemia del coronavirus con iniciativas gastronómicas poco recomendables. Esta vez lo ha hecho en la semana del pico de una sexta ola, que si bien, no tiene la letalidad de episodios anteriores, somete a una presión brutal no sólo a nuestros médicos y enfermeras sino también a nuestro endeble y golpeadísimo sistema sanitario.
PP y Vox, como no puede ser de otra manera, han salido a atizar a Kaddur porque, dadas las circunstancias, la viceconsejera del Mayor no optó por aplazar la comida de celebración del Año Nuevo Amazigh. Han hecho lo que tenían que hacer, pero coincidirán conmigo en que todos los españoles sabíamos que tras las cenas de Nochevieja y Nochebuena íbamos a caer como moscas con covid y muy pocos cancelaron los encuentros familiares.
Pero Kaddur no es una ciudadana de a pie. Es una responsable política y sus decisiones afectan a mucha gente. Debió pensárselo dos veces, sin dudas. Me temo que ha muerto de éxito tras la buena gestión de los viajes de mayores de finales del año pasado.
En mi opinión, la cegaron las ganas de querer quedar bien con las 200 personas que estaban invitadas a celebrar el Año Nuevo Amazigh. Que conste, que nadie les obligó a asistir a una comida multitudinaria. Ahora crucemos los dedos para que la imprudencia no pase de ahí: de una imprudencia.
Pero la guinda de esta polémica la puso este viernes a primera hora de la mañana la consejera de Salud Pública, Francisca García Maeso, que en una rueda de prensa dijo que había desaconsejado la celebración de la comida del Yennayer.
¿Qué Gobierno de coalición es éste? Básicamente la consejera de Salud Pública (PSOE) se quitó la responsabilidad de encima y dejó a Kaddur (CpM) sola ante el peligro.
Nadie discute que Maeso fue prudente al desaconsejar la celebración multitudinaria. Montar una comida con 200 personas, en un local cerrado, en la semana en la que se han registrado más contagios que nunca en Melilla es demencial.
Pero a un gobierno de coalición se le presupone la lealtad. No entiendo por qué se desgastan haciéndose oposición a sí mismos. Nadie los obliga a estar juntos. Entendemos que gobiernan en coalición de mutuo acuerdo y en esto, como en los matrimonios, incluidos los de conveniencia, como parece ser el caso, se guardan las apariencias y los trapos sucios se lavan en casa.
Desde la Viceconsejería del Mayor no se anduvieron por las ramas y tras la declaraciones de García Maeso explicaron a la prensa que Salud Pública, en efecto, le hizo la recomendación de no celebrar la comida, pero aclararon que en ningún momento la consejera se opuso a que el convite del Yennayer se celebrara.
Pues bien, es lo que tienen las recomendaciones, que se ponen encima de la mesa y ahí se quedan: a gusto de los consumidores. En ningún caso obliga a su cumplimiento.
También es cierto que en el momento en el que se celebró la comida no había ninguna restricción que impidiera su celebración. Por tanto cabe preguntarse si las medidas aprobadas este viernes han llegado tarde.
En principio, continuamos con la criminalización de la hostelería, golpeada, como está, por la implantación del pasaporte covid en la semana fuerte de las cenas navideñas de familias y empresas. Seamos sinceros: la medida es ineficaz.
En mi caso, tardé una semana para sacarme el pasaporte covid y no me lo ha pedido nadie ni en Melilla, ni en Málaga, ni en Murcia, ni en Valencia.
Sin embargo, la medida desincentiva el consumo en bares y restaurantes. Los hosteleros son los grandes perdedores de esta medida. Otra vez llueve sobre mojado.
De hecho, este viernes Salud Pública aprobó recortar el aforo en el interior de los bares del 75% al 50% y prohibir que se sirva en las barras. Y lo más polémico de todo: vacunar a los niños en las escuelas y además iniciar campañas en los barrios.
¿Qué va a hacer Salud Pública con los niños de familias antivacunas? Me temo que los menores terminarán sufriendo las consecuencias de una decisión que no les corresponde tomar.