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“Estoy totalmente convencido de que Antonio Otegui llegará a jugar en la Primera”

–¿Cómo eran sus entrenamientos, mucho método? Analizando sus equipos, como aquella selección Argentina, que actúan como máquinas, desde fuera parece que tenga todo previsto y ensayado al milímetro.
–Las sesiones con él eran agotadoras, pero aprendías muchísimo. Nos daba sesiones eternas de vídeos para analizar a los rivales. Nos mostraba muchas jugadas que luego nos hacía practicar una y otra vez sobre el campo, con movimientos preparados. Él decía que todo eso no se lo inventaba, sino que lo hacía porque lo veía en los partidos y sabía que eran las jugadas efectivas. Al principio los entrenamientos eran un desastre, no nos salía nada. Esas acciones tan rápidas que nos exigía… Y además acabábamos destrozados, de tanta intensidad. Pero con el tiempo fuimos haciéndolo mejor y ganando en todos los aspectos. Y claro, se notaba la evolución.
El problema es que el nivel de implicación es tan grande, tantas horas respirando y pensando fútbol, que es difícil alargarlo en el tiempo. Quizá por eso sus equipos no se mantienen arriba mucho más que una temporada. Escuché decir de él que es un entrenador excelente de selecciones.
–Aquel Athletic acabó dando un salto de nivel evidente, tras varios meses dirigido por Bielsa.
–Sin duda. Como te he dicho, Bielsa mejoró tanto a los jugadores como al equipo en todos los sentidos. A la vista está que jugadores como Javi Martínez, Ander Herrera o Llorente acabaron fichando por clubes como el Bayern, el Manchester o la Juve, de entre los mejores equipos del mundo. Eso no se había visto nunca en el Athletic. Toda la intensidad que pedía y las consignas que nos daba en los entrenamientos tenían el único objetivo de hacernos jugadores mucho mejores, incluso futbolistas de élite. Y lo conseguía, era real. En cuanto al equipo, también podría decirse lo mismo. Llegamos a la final de la Copa del Rey y a la de la Europa League ese primer año, con eso se dice todo. La de Copa perdimos tres a cero contra un gran Barça entrenador por Guardiola, algo que entraba dentro de lo normal. Pero la Europa League sí creímos que era nuestro momento Jugamos contra el Atleti. Pero finalmente pesó el bagaje de los jugadores atléticos. Muchos de ellos tenían mucha más experiencia en finales y competiciones europeas que la mayoría de nosotros, y acabó notándose. Recuerdo a Falcao cogiendo un balón y definiendo a la escuadra como si nada, sin nervios.
–Bielsa te tenía en alta estima, como luego a tu compañero el año previo en el filial Ruiz de Galarreta.
–Marcelo confiaba de verdad en mí, me cuidaba mucho. “Txiki, podés ser un ‘win’ de elite”, me decía. Ja, ja. Podría decirse que yo era su ojito derecho, sí. Mi pena es no haber podido devolverle todo lo que él me ofreció. Siento que él me dio mucho más de lo que yo pude darle… Aquel fue el año de mi primera lesión grave.
–En una entrevista de hace algo más de un año, dijiste que Bielsa confiaba tanto en ti que te prometió un coche si no te lesionabas.
–Sí, (ríe), y lo cumplió. Marcelo se acercó a mí en un entrenamiento y me dijo: “¿Txiki, digame, cómo queré el Mini?” Yo no sabía qué me estaba diciendo, y me quedé… “El Mini, el coche, que cuál queré, ¿el Cooper, el Coupé?, me volvió a decir. Yo ya lo entendí, pero pensaba que se trataba de una broma, y le contesté que prefería el Coupé. Se estaba refiriendo a que me iba a regalar un coche si yo prometía no lesionarme durante la temporada. A la mañana siguiente fuí a los aparcamientos después de entrenar y allí estaba el Mini aparcado. Y lo estuve usando, era para mí de verdad. Está claro que Bielsa era un hombre de palabra.
Por desgracia no pude mantener el trato, ya que los problemas físicos siguieron y pude jugar muy poco. Al final de temporada el coche se sorteó, y de ello se aprovechó Aurtenetxe, que se quedó finalmente con él.
–Te lesionaste de gravedad en la jornada cinco de aquella 2011/12, contra el Málaga.
–Me fracturé el peroné en la Rosaleda y estuve fuera casi todo el año. Al final de curso jugué varios partidos con el Athletic B, que ahora lo entrenaba Ziganda, y volví a las convocatorias con el primer equipo, pero no estaba bien recuperado. Bielsa trataba de que mejorase, ya que contaba conmigo. Me perdí las dos finales, y aunque las tenga en el palmarés, en cierto modo uno no las siente como propias…
–Creo que tienes otra anécdota con Bielsa en relación a tu lesión y la llamada a un ex jugador…
–Viendo la gravedad de la lesión, un día el míster se me acercó y me dijo que iba a darme el teléfono de Prosinecki, a quién él conocía. “Llámelo, llámelo que Prosinecki es amigo mío y sabe lo que es pasar por lesiones, seguro que le puede ayudar”. Años más tarde, ‘Prosi’ se encontró a un compañero mío y estuvieron recordando aquello. Prosinecki le dijo: “¿Pero cómo iba a ser yo el adecuado para ayudarle con una lesión?” (ríe).
–Has dicho antes que te perdiste la final contra el FC Barcelona. Pero sí llegaste a enfrentase al Barça de Guardiola. Desde dentro, ¿era un equipo tan arrollador como se ve desde la televisión?
–Jugué contra ellos en dos ocasiones. Eran muy buenos. Me sorprendió muchísimo Busquets, la tranquilidad que tenía para sacarla en zonas o en situaciones dificilísimas. Y sobre todo Puyol, su concentración. El balón estaba en el otro campo y lo mirabas a él y veías que no perdía la concentración en el juego ni un segundo, lo estaba controlando todo cuando la jugada estaba en la otra punta. Puyol, Piqué… Era algo fuera de lo normal.
–Salvando las distancias, Luis Carrión trata de proponer en la UD Melilla un juego de posición, basado en la posesión del balón. ¿Crees que es una propuesta parecida a la de aquel Barça?
–Bueno (resopla), es muy difícil de comparar porque las diferencias de calidad son enormes. Pero en cierto modo sí se parecen. Es cierto que Carrión quiere sacar el balón desde atrás, y jugarlo, pero trata de que arriba seamos verticales. Se juega la pelota, pero cuando se llega a zonas adelantadas insiste mucho en que hay que romper. Hay que tratar de llegar y acabar las jugadas.
–La temporada siguiente jugaste solo un poco más, ya que persistieron los problemas físicos. Fue tu último año.
–Desafortunadamente no volví a estar al cien por cien hasta que me marché del Athletic. Marcelo también abandonó el club. Antes de irse, Bielsa quiso que me renovasen, pero su salida tras la mala marcha del equipo también acarreó la mía, ya que la directiva no confió en mí y no me ofreció renovar.
–Escribió Schuster en su libro biográfíco que la lesión grave en el tobillo que le produjo Goikoetxea en 1981 le obligó a cambiar su manera de jugar, dado que tras recuperarse ya no podía moverse igual. Dice que tuvo que reinventarse, como si fuese un jugador nuevo y diferente. ¿Crees que tu lesión te produjo algo parecido? Supongo que los avances en medicina en la actualidad evitan este tipo de caso.
–A mí no me afectó de ese modo. Tras la recuperación he seguido moviéndome y jugando igual. No sé cómo serían hace tantos años, pero hoy día, dado los avances técnicos, las recuperaciones bien llevadas te permiten volver a estar como antes de la lesión. Yo seguí siendo el mismo jugador.
–Entonces te marchaste a Miranda de Ebro. El Mirandés estaba en Segunda División y era entrenador por Arconada, otra leyenda del fútbol vasco. Como se suele decir, igual se trataba de dar un paso atrás para recuperarte plenamente y dar luego tres pasos adelante.
–Podría decirse que sí, ese era el objetivo. Mi familia y yo decidimos que era una buena opción ir a un club cercano y que tenía aspiraciones. Y acabamos aceptando la oferta del Mirandés. Aquella primera temporada fue muy irregular. Alterné titularidades y suplencias y el equipo acabó en descenso. Finalmente mantuvimos la categoría por el caso del Real Murcia, que había quedado arriba y descendió por impagos a Hacienda.
–El segundo año fuiste indiscutible, compartiendo ataque con el goleador Urko Vera.
–Ya recuperado físicamente, aquella temporada 2014/15 alcancé mi verdadero nivel. Fui titular todo el año como mediapunta, hice goles y el equipo firmó la mejor temporada de su historia, con una octava posición. Fue un año muy bueno, en todos los sentidos.
–El nuevo entrenador era el mítico Carlos Terrazas, otra personalidad muy particular.
–Ja, ja, Terrazas y sus charlas de una hora. En las charlas podía hablarte de cualquier cosa, de lo que se le ocurriese, no sólo de fútbol. Era un entrenador a la antigua, pero muy buena persona, y tuvo mucho mérito el rendimiento que consiguió sacarnos. Al que no jugaba, eso sí, no le hacían tanta gracia las charlas tan largas (risas).
–Pese a ello, decidiste no ­renovar.
–Creí que tras esos dos años y mi mejora cambiar de club sería una buena alternativa para seguir creciendo. Habían varias ofertas, y al final me decidí por la del Lugo.
–El Lugo que dirigía Luis Milla fue el primer equipo en que jugarías lejos de tu casa. La primera vez que tenías que coger maletas y mudarte.
–Sí, y por desgracia no tengo buen recuerdo de esa primera experiencia. Acostumbrado a estar cerca de la familia, la nueva rutina me costó. Ahora cuando salía lo hacía con compañeros, y al final acabábamos también hablando de fútbol. Al final no desconectabas y te perdías en otras cosas. Las cosas no fueron como esperaba.
Milla era un entrenador que quería que tratáramos bien la pelota, pero la idea no acababa de funcionar. Además, no confió en mí desde el inicio y fui perdiendo trascendencia. Con Luis César en el banquillo la situación tampoco mejoró demasiado, y pese a que acabé jugando bastante, no fue un buen año ni para mí ni para el equipo.
–Y en Lugo sufriste otro duro golpe, ya que perdiste a tu aitona…
–Mi aitona era una persona muy importante en mi vida. Lo quería mucho, como él a mí. Él me decía que no llegaría a ver a mi hijo. Y es que en aquellas fechas Aintzane estaba embarazada. Yo le decía que sí, que no dijera eso, que aún era fuerte y le quedaba tiempo por delante. Al final él tuvo razón, ya que se me fue antes de que naciese Unax y no pudo conocerlo. Fue muy duro llevar toda aquella situación.
–Pero el destino te compensó, dándote la alegría del nacimiento de tu hijo. Que por cierto, llevas algo tatuado sobre él. Háblanos un poco de ello.
–Sí, Unax nació en Vitoria el 11 de febrero de 2017, y es la mayor satisfacción que me llevo de aquella temporada. En un brazo tengo tatuado un reloj con la hora de su nacimiento, y también dos rosas, por mis padres. En el otro tengo un maorí, porque este tipo de tatuajes me gustan estéticamente. Y aún quiero hacerme más, ja, ja, lo siguiente será la espalda entera.
–Acabaste regresando al Mirandés, que ahora estaba en Segunda B y lo dirigía Pablo Alfaro.
–Tras la mala experiencia, decidí regresar a lo conocido, aunque fuese en una categoría inferior. La temporada del equipo fue muy buena. Alfaro me usó en el ataque, y conseguimos acabar líderes del grupo. Aunque luego no tuvimos suerte y perdimos el ascenso contra el Extremadura.
–Arrigo Sacchi, el legendario técnico del AC Milan, escribió en su libro que él tenía predilección por fichar a jugadores que ya conocía de sus equipos anteriores, porque sabía lo que podían ofrecerle. Tu ex compañero Carrión entrenaría este año a la UD Melilla…
–Carrión ya me conocía, y fue quien pidió mi fichaje. Cuando recibí su llamada no dudé un segundo en ir a jugar con él a la UD Melilla, porque también sabía cómo era como entrenador. Hablé con algunas personas sobre cómo era una ciudad que desconocía y no me lo pensé mucho para acabar firmando. Y no me equivoqué.
–Decía Cruyff que gracias al grupo de jugadores vascos que fichó a su llegada al Barça en 1988, los Bakero o Beguiristain, su sistema pudo mantenerse sólido, siendo otro tipo de futbolistas los que pondrían la alegría y otras necesidades. Tú creciste en el norte, vienes de familia humilde y trabajadora, que te formó en valores. La UD Melilla es el primer equipo fuera del norte de España en el que has jugado. ¿Has encontrado mucha diferencia entre el fútbol en que naciste y este del sur?
–Está claro que la educación familiar tiene mucho que ver en cómo soy yo. Y es cierto que suele decirse que los futbolistas del norte somos disciplinados y tenemos unas cualidades distintas a las de otras regiones de España. Por ejemplo, a los andaluces se le considera más técnicos, o más regateadores. Pero yo creo que, aunque tenga parte de razón, cada día son menos esas diferencias. Al menos actualmente, en el norte hay jugadores de tanto talento como en el sur. Yo no he notado ningún cambio especial al llegar a Melilla y jugar en el grupo cuarto, el fútbol me sigue pareciendo lo mismo.
–De hecho, en la actual plantilla coincides con un jugador navarro que pasa por ser de los más talentosos de la plantilla, y al que podemos decir que has apadrinado. Háblanos un poco del fútbol de Antonio Otegui.
–Es cierto (ríe). En mi papel de veterano y siendo como yo del norte, mi relación con Otegui es muy cercana. Él es más introvertido, y yo trato de usar mi experiencia para ayudarle a que crezca como jugador. Estoy totalmente convencido de que Otegui llegará a jugar en Primera, tiene calidad de sobra para ello. Quizá tenga que crecer más en el aspecto defensivo, en esa presión tras pérdida que Carrión nos exige, ya que como suele pasarle a muchos futbolistas talentosos, a veces necesita ganar en intensidad. ¡Pero es que tiene veinte años! Está mejorando mucho en general, ha hecho una temporada buenísima, y si sigue así sin duda acabará en Primera.
–Carrión te ha usado en todas las posiciones de ataque. ¿Te ves hoy más como interior, participando en la elaboración, o sigues siendo el extremo de siempre que se relacionaría con la finalización de la jugada?
–Yo realmente me considero mediapunta. Es cierto que en los sistemas de juego actuales, como el 4–3–3 que jugamos en la UD Melilla, la figura de ese mediapunta que juega justo tras el delantero centro se ha perdido bastante, de ahí que hoy día quizá la ubicación en uno de los interiores sea la más adecuada para mí. Pero realmente me siento cómodo también jugando por fuera.

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