Las protestas juveniles que estallaron recientemente en Marruecos para exigir mejoras en sanidad, educación y empleo han escalado en intensidad y demandas. Este pasado domingo, jóvenes manifestantes tomaron las calles de una veintena de ciudades, entre ellas Rabat, Casablanca y Marrakech, para exigir no solo reformas sociales, sino también la disolución del Parlamento y la renuncia del primer ministro Aziz Ajanuch. Además, las protestas han llegado también a la zona del Rif, según diversas fuentes.
Convocadas por el movimiento GENZ212, una plataforma surgida en redes sociales y liderada por jóvenes, las movilizaciones reflejan el creciente desencanto de una generación que afirma no sentirse representada por el sistema político marroquí. “El pueblo quiere la disolución del Parlamento”, “¡Fuera Ajanuch!” y “Basta de corrupción” fueron algunos de los lemas coreados en la capital frente a la sede del Parlamento, donde más de un centenar de personas se congregaron pacíficamente.
Carteles con mensajes como “Estamos cansados de una democracia falsa” y “Libertad para todos los detenidos” acompañaron la protesta, poniendo de relieve no solo el descontento con la gestión gubernamental, sino también la denuncia de prácticas represivas contra quienes alzan la voz. Desde el inicio de las manifestaciones, se han producido cientos de detenciones, principalmente de jóvenes, lo que ha generado preocupación en colectivos de derechos humanos y ha encendido aún más el ánimo de los manifestantes.
Entre los asistentes estaba Abdelnaser Ulad Abdallá, de 26 años, quien declaró a EFE: “Esperábamos que el Gobierno cumpliera su papel en proveer servicios básicos en educación y sanidad y generar empleo, pero lamentablemente fracasó y se enfocó únicamente en desarrollar el sector privado”. Para él, la ruptura con el poder político actual es total. “No confiamos en las reglas del juego político. Necesitamos una democracia real”.
Aunque las concentraciones del domingo se desarrollaron en un ambiente pacífico, los antecedentes de estas movilizaciones han sido marcados por la tensión. Las autoridades prohibieron inicialmente las protestas, lo que derivó en violentos enfrentamientos con un saldo de tres muertos, centenares de heridos y daños materiales significativos en infraestructuras públicas y propiedades privadas.
El movimiento GENZ212, con fuerte presencia digital, ha conseguido articular un discurso que conecta con una juventud cada vez más informada, frustrada y deseosa de cambios estructurales. Tal como informó El Faro de Melilla, esta generación se ha desligado de las estructuras tradicionales de poder, denunciando la falta de transparencia y el clientelismo que, aseguran, impregna el sistema político marroquí.
Desde Melilla, ciudad estrechamente vinculada al entorno fronterizo marroquí, también ha habido reacciones. La organización local Nueva Melilla expresó su solidaridad con los jóvenes marroquíes y subrayó que su lucha por una sanidad y educación digna es un “eco de nuestras propias carencias sociales” y un llamado compartido a la dignificación de los servicios públicos.
A día de hoy, el Gobierno marroquí no ha ofrecido respuestas concretas a las nuevas exigencias de los manifestantes. Este silencio institucional contrasta con la determinación del movimiento juvenil, que ya ha anunciado nuevas convocatorias para las próximas semanas. Lejos de desinflarse, las protestas ganan fuerza y radicalizan sus planteamientos, con un discurso cada vez más centrado en la regeneración democrática y la exigencia de una nueva relación entre Estado y ciudadanía.
En una sociedad donde más del 50% de la población tiene menos de 30 años, el creciente malestar juvenil representa un desafío de gran calado. Marruecos enfrenta no solo una crisis social, sino también una crisis de legitimidad institucional que podría reconfigurar su mapa político en los próximos años si no se da respuesta a las demandas que hoy se gritan en las calles.








