Si hay una persona en Melilla que tenga ahora mismo la inmensa responsabilidad de trabajar en el desarrollo de las áreas estratégicas más importantes para la reactivación económica de la ciudad, ese es, sin duda, el consejero Miguel Marín. El presidente de la Ciudad Autónoma, Juan José Imbroda, ha puesto en sus manos áreas tan fundamentales como comercio, turismo e innovación tecnológica, dos de las tres grandes apuestas del PP en el que podría ser nuevo modelo económico melillense.
Durante la charla que Juan Bravo, uno de los mayores entendidos en economía que tiene el PP, ofreció hace unos meses a los empresarios locales, situó la cuestión tecnológica como un nicho importantísimo que debe explotarse en un lugar que, como Melilla, dispone de uno de los mejores regímenes fiscales ya no solo de Europa, sino prácticamente del mundo.
Atraer a los “nómadas digitales” utilizando esa fiscalidad tan ventajosa, radicarlos aquí y atraer empresas que funcionan a través de la red, son objetivos básicos para el nuevo Gobierno. Pero para que eso sea posible Melilla necesita algo realmente esencial, básico y fundamental: unas buenas conexiones con la península. Poder decir que se está a cuarenta minutos de un avión con destino a Nueva York desde Málaga son palabras mayores y para que eso sea posible hay mucho trabajo por hacer.
Por ejemplo, se necesitan muchas más ofertas, un aeropuerto operativo un mayor número de horas y, sobre todo, precios razonables, asequibles, de esos que hagan posible que el nómada digital se vaya con su familia de fin de semana y pueda volver por escasos 50 euros, sin miedo a cancelaciones ni problemas similares.
La conectividad es lo que está en el fondo de todo el desarrollo económico de Melilla y está en manos de Miguel Marín. De hecho, él se encargará de los asuntos turísticos y de poner en marcha una industria que puede ser la que salve el comercio melillense de la ruina que ha provocado la frontera y el cierre de la aduana. Solo trayendo visitantes a precios sensatos se moverá el comercio y la hostelería, además de que se podrá entrar en la rueda del consumo con mayor facilidad porque habrá más dinero en los bolsillos.
Por eso hay que desear mucho éxito a Miguel Marín en su cometido porque sus aciertos serán beneficios para Melilla. Y, por supuesto, sus fracasos serán nuestras penalidades. De ahí que el consejero y vicepresidente primero del Gobierno tenga una gran presión sobre sus hombros que esperemos sepa gestionar con inteligencia y sensatez.