Migrantes demandantes de asilo que viven en una ciudad cercana a Melilla afectada estos días por redadas de las autoridades marroquíes denuncian que la policía les está pidiendo abandonar sus casas y exigen a sus caseros que les echen de las viviendas.
Los testimonios de cuatro de ellos, residentes desde hace años en la localidad de Berkan (80 kilómetros al este de Melilla), muestran la situación de desesperación en la que se encuentran estas personas que, a partir de mañana, siguiendo las instrucciones de sus caseros, deberían dejar sus viviendas.
Son de países como Ghana, Camerún o Nigeria, peticionarios de asilo víctimas del refuerzo de las operaciones policiales marroquíes para evitar un nuevo salto a la ciudad española como el del pasado 24 de junio, en el que murieron al menos 23 sudaneses.
Tres o cuatro días para irse de sus casas
"Los policías vinieron el miércoles sobre las 7 u 8 de la mañana, me dijeron que me fuera y luego le dijeron a mi casera que no debía aceptar a ningún negro en su casa", dice a EFE Ibrahim al teléfono mientras entra en la habitación que tiene alquilada por 50 euros al mes.
Este ghaniense de 32 años que bajó en 2018 del avión en Marruecos con una medalla de fútbol al cuello y el sueño de continuar jugando en el país magrebí, explica que tanto a él como a sus vecinos subsaharianos, entre ellos familias con niños, les han dado unos días para irse.
Tres o cuatro días, en su caso cinco porque para su casera, dice, él es "como un hijo". "Los caseros temen a la policía y hacen lo que les digan, tienen miedo de lo que les puedan hacer si no nos echan. Yo llevo cuatro años viviendo aquí y nunca me he movido. No pueden venir simplemente y decirme que me vaya".
Después de llamar el miércoles a su puerta y a las de sus vecinos subsaharianos, los agentes volvieron ayer jueves e Ibrahim, solicitante de asilo ante ACNUR, les preguntó de nuevo por la razón por la que les querían echar. "Me dijeron que venía de arriba", afirma sobre su respuesta.
La visita de la policía coincide con una campaña de redadas en Nador -fronteriza con Melilla-, Berkán y Oujda -situadas al este de la ciudad española- para evitar un nuevo salto a la valla por parte de los migrantes, sobre todo sudaneses llegados en los últimos dos años a Marruecos huyendo de la guerra y que malviven en las calles de las ciudades marroquíes.
"¿Dónde voy a ir con mis dos niños?"
En el mismo caso que Ibrahim está William, camerunés de 35 años que vive desde hace dos en Berkan, en un piso compartido con una familia nigeriana. En los últimos tres días, dice, la policía ha pedido a muchos migrantes como él salir de sus casas.
"Hay afectados cameruneses, sudaneses, nigerianos, marfileños... hay familias con hijos", dice. A ellos les han dado tres días, un plazo que cumple mañana sábado, y al acudir luego a la comisaría a quejarse los agentes le sugirieron escribir a la justicia.
Lleva desde 2016 en Marruecos y en 2018, recuerda, le pasó algo parecido en Tánger. Entonces la policía lo detuvo y lo trasladó con lo puesto a la ciudad de Agadir, en el sur del país, dentro de la práctica habitual de las autoridades marroquíes de alejar a los migrantes a otras ciudades.
"Allí no conocía a nadie. Tuve que mendigar para sobrevivir, hacer cosas que nunca me hubiera imaginado", recuerda este hombre, que se quedaría y fundaría una familia en Marruecos si le concedieran la residencia.
Con William viven Idriss y Julet, una pareja de nigerianos, y sus dos hijos de 2 y 4 años. "Llevamos aquí cinco años y nunca hemos tenido ningún problema", dice Idriss, inquieto por lo que puede pasar porque mañana cumple el plazo dado por el casero, cuando, insiste una y otra vez, han pagado su mensualidad hasta el 12 de noviembre.
Relata que el propietario apareció por primera vez el miércoles, también ayer jueves y que esta mañana se presentaron unos hombres diciendo que eran policías. "Dijeron que teníamos que irnos hoy, pero les dije que no iba a ir a ningún sitio. ¿Dónde voy a ir con dos niños?".
Al teléfono, Julet dice que no sabe que hacer, pero no quiere problemas con la policía. "Estoy cansada", confiesa. Su marido, a su lado, "muy preocupado", porque le han dicho "que vendrán esta noche".